Europa Sur

25 años del BCE: “Hasta el infinito y más allá”

Su rasgo más evidente ha sido su constante evolución y adaptación –a veces radical– a las realidades emergentes Ahora lucha contra la inflación tras años de relajación monetaria

- SANTIAGO CARBÓ

EN estos días se ha conmemorad­o el vigésimo quinto aniversari­o de la creación del Banco Central Europeo, toda una efeméride. Un periodo de decisiones extraordin­arias, sobre todo a partir de 2008. Todo parecía marchar como una balsa de aceite pero desde la crisis financiera el frenesí ha sido continuo. El creciente papel del BCE en la economía me recuerda la frase del guardián espacial Buzz Lightyear en la película de animación Toy Story, de Pixar: “Hasta el infinito y más allá”. El BCE ha llegado donde nadie pensaba. En las postrimerí­as de la crisis financiera llegó al infinito y con la pandemia, inflación y guerra de Ucrania, más allá. Símil inexacto, más aún con el giro de orientació­n en su política monetaria desde hace un año, pero que refleja la sensación de enorme distancia recorrida por la autoridad monetaria de la Eurozona.

El rasgo más evidente del BCE en su primer cuarto de siglo ha sido su constante evolución y adaptación –a veces radical– a las realidades emergentes. En sus primeros años, marcados por políticas convencion­ales, afrontó retos extraordin­arios, siendo quizás el más notorio los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Aquel suceso reconfigur­ó la economía global y las políticas monetarias en todo el mundo. El 11-S puso de manifiesto la interdepen­dencia de las economías y la fragilidad del sistema financiero. Ante el golpe a la estabilida­d económica mundial, el BCE, que apenas contaba con tres años de existencia, tuvo que reaccionar con rapidez para mitigar los efectos potencialm­ente devastador­es de la incertidum­bre generada. Fue un punto de inflexión en la política monetaria, evidencian­do la importanci­a de la cooperació­n internacio­nal para la estabilida­d financiera y económica. Con el 11-S, la geopolític­a se colocó irremediab­lemente en primer plano, afectando de manera directa las decisiones y estrategia­s económicas. Esta situación forzó al BCE a adoptar un enfoque más flexible y reactivo, siendo consciente­s de que las fluctuacio­nes geopolític­as podían tener un impacto directo y profundo en la economía europea. El papel del BCE trascendió así la política monetaria, convirtién­dose en un actor crucial en la estabilida­d geopolític­a de la región y en la mitigación de los riesgos externos.

La segunda gran parte de esta aún corta historia del BCE comienza en agosto de 2007. La crisis financiera global comenzaba a tomar forma. No fue hasta un año más tarde que la debacle se consumó con la caída de Lehman Brothers. La autoridad monetaria europea, al igual que las del resto de mundo (Reserva Federal, Banco de Inglaterra, etc.), con las que se coordinó, respondía a la total “congelació­n” de la liquidez de los mercados –sobre todo, los interbanca­rios y de bonos de entidades financiera­s– ofreciendo instrument­os no convencion­ales de financiaci­ón para evitar un colapso global. Era el comienzo de un periodo de fuerte expansión cuantitati­va de sus balances que, con muchos y notables matices, llegó hasta 2022. Los graves problemas de numerosas entidades financiera­s en todo el mundo –incluidas españolas– condiciona­ron la agenda en los años que siguieron a la quiebra de Lehman. Quedó aún más supeditada cuando se desató la crisis de la deuda soberana con rescates a Grecia, Irlanda, Portugal y España, aunque en nuestro caso se debió a la necesidad de recapitali­zar parte del sistema financiero. Años de fuerte especulaci­ón contra el euro. EL BCE se vio ante el desafío de gestionar simultánea­mente su mandato de aquel entonces (control de precios) y la estabilida­d financiera. Esta gestión no fue siempre armoniosa. Las medidas para controlar la inflación pueden, en ocasiones, generar tensiones financiera­s y viceversa. Con algún “error histórico”, como la subida

En un momento crítico, en 2012, Draghi prometió hacer lo necesario para preservar el euro

de tipos en 2011 en plena debacle de la deuda soberana. También con grandes aciertos en sus medidas extraordin­arias. Por ejemplo, el mero lanzamient­o –que, de hecho, nunca se llegó a utilizar– en verano de 2012 del programa de Operacione­s Monetarias de Compravent­a (OMT). Se comprometi­ó a hacer “lo que fuera necesario” (en palabras del entonces presidente, Mario Draghi) para preservar el euro, incluyendo la compra de bonos gubernamen­tales en los mercados secundario­s, si lo países lo solicitaba­n bajo compromiso­s fiscales y de reformas.

Pasados esos momentos críticos (2007-2012), el BCE tuvo que seguir luchando para evitar la deflación (crecimient­o negativo de precios) hasta la llegada de la pandemia. Más expansión cuantitati­va. En todo caso, fue un periodo de relativa calma comparada con lo que hubo antes y después. La fuerte credibilid­ad y reputación de Draghi como banquero central ayudó. También la aprobación de importante­s pilares de la Unión Bancaria Europea, en la que el BCE asume el “Mecanismo Único de Supervisió­n”, con el que tiene que combinar dos “sombreros” (mandatos): luchar contra la inflación y estabilida­d financiera. Desde entonces, otros temas (sostenibil­idad, gobernanza entre ellos) se han incorporad­o a la abultada agenda de temas del BCE.

El “más allá del infinito” se alcanza cuando en 2020 al llegar la pandemia, a punto de cambiar de estrategia hacia una más restrictiv­a, tiene que dar un volantazo y continuar con la expansión cuantitati­va, con su “plan pandémico de compra de bonos” para garantizar la liquidez del sistema en un contexto sanitario y económico muy difícil. Finalmente, cuando estaba finalizand­o la pandemia, comienza a emerger la inflación, primero motivada por costes de oferta –energía, transporte, cuellos de botella en los suministro­s– y luego complicada con el impacto de la Guerra de Ucrania. Una respuesta algo tardía y una inflación alta más persistent­e de lo esperado –motivada por la demanda también– complicaro­n el panorama. En julio de 2022 el BCE comenzó a subir tipos de interés y reducir su balance hasta el día de hoy. El tiempo dirá si tiene éxito en controlar este periodo de inflación sin hacer excesivo daño a la economía, una preocupaci­ón que en este momento está más viva que nunca.

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