Europa Sur

Un linense espera desde hace dos años la sentencia por un accidente laboral

● David Santiago sufre aún las secuelas de la caída desde un andamio a cuatro metros de altura que se produjo en 2004 ● La asegurador­a rechaza pagar los 50.000 euros de indemnizac­ión que solicita

- David Fernández

Las cosas cambian cuando menos lo esperamos. Un día estás trabajando tranquilam­ente y, al siguiente, acabas en el hospital y comienzas un viaje que dura ya casi 19 años. Ese es el caso de David Santiago, un vecino de La Línea al que un accidente laboral le dio un giro de 180 grados a su vida.

Santiago nació en 1980 y, con 24 años, ya era padre, junto a su pareja, de una niña de un año. Acababa de comprarse un coche nuevo, sus perspectiv­as eran muy positivas y nunca faltaba un sueldo en casa.

Todo se torció el 17 de noviembre de 2004. En aquel momento, David trabajaba en una obra en la calle Arenal de La Línea. Después de hormigonar un pilar junto a sus compañeros, iban a bajar del andamio para moverlo y realizar el mismo proceso en el siguiente. Su jefe, con la excusa de que los materiales eran caros, les metió prisa y optó por mover la estructura con los trabajador­es aún arriba, una maniobra que ninguna norma de prevención de riesgos en el trabajo ampara.

Los trabajador­es se negaron ya que era algo muy peligroso y

La empresa, que desapareci­ó, le llegó a culpar de lo que le había sucedido

comenzaron a descender. Ignorando las quejas, el encargado comenzó a empujar el andamio, que comenzó a rodar. En ese momento, y desde una altura de unos 12 metros, David cayó unos cuatro metros hasta el cerrado de la planta inferior, quedando al borde del vacío y sin poder moverse. “Caí de espaldas y creí que me mataba”, recuerda aún emocionado.

Después de pasar por el hospital, se inició una larga recuperaci­ón que se complement­ó con los procesos de revisión de la mutualidad, ya que la empresa le llegó a culpar de lo que le había sucedido.

Ahora David sufre las secuelas que le dejó el accidente. Físicament­e, padece un problema en la cadera, discartros­is, nódulo de Schmorl y un edema interior. Psicológic­amente, rememora el momento en muchos momentos, incluso no pudiendo conducir. “A veces voy andando y pienso que me puedo caer”, asegura.

Aunque está declarado incapacita­do para trabajar en la construcci­ón, a este linense no le han concedido la invalidez. Tiempo después intentó volver a trabajar, aunque tuvo que dejarlo al poco. “Estuve de recepcioni­sta en una empresa pero me agobiaba y me tuve que ir. Además, tenía que desplazarm­e a Algeciras o Palmones para llevar materiales y lo tuve que dejar porque no puedo conducir”, explica.

También sufrió el proceso su pareja, Ana. Ante el relato de lo sucedido, ella recuerda tantos años sin respuesta. “Lo pasé muy mal cuando me enteré”, afirma. “Ella tenía 17 años y maduró mucho con el accidente. Eso no lo espera nadie y te cambia la vida”, apunta David.

El accidente fue el inicio de un largo camino que parece no tener fin. La empresa de construcci­ón cerró poco después, se desentendi­ó de la situación de David y se inició un proceso judicial que a día de hoy sigue sin resolverse.

Ante la inacción de la empresa, David recurrió a la justicia ordinaria y contrató a una abogada aunque, reconoce, “fue un fracaso porque no gestionaba la documentac­ión bien”. En 2016, después de que el año anterior el juez decretase la nulidad de buena parte del proceso por un error, decidió confiar en Juan Luis Moreno Retamino, el letrado que actualment­e lleva su caso.

El 6 de julio de 2022 tuvo lugar el juicio después de muchas suspension­es que supusieron una gran dilación, algo que, considera el abogado del caso de David, podía haber evitado la jueza actual, ya que han sido varios los instructor­es del caso durante estos 19 años.

“Esto no es el caso Gürtel ni el Procés, es un accidente laboral y debía haberse dictado sentencia en julio o quizá agosto, pero pasa el tiempo y estamos en mayo y no hay fecha. Preguntamo­s mucho en el juzgado pero nada”, explica Moreno.

Lo que el abogado deja claro es que “David no tiene especial interés en que los condenados vayan a la cárcel, pero la ley establece que todo responsabl­e de un delito es responsabl­e civil. Es decir, quien la hace, la paga. Él tiene que cobrar su indemnizac­ión”.

Tampoco entiende por qué, teniendo seguro en aquel entonces, aún no han pagado. “No hablamos de 500.000 euros, hablamos de 50.000 y la compañía de seguros tiene dinero para pagar. Que lo haga y luego si quiere que repita otro proceso contra los acusados”, reclama el letrado.

Tantos años de espera hacen que David se llegue a plantear por qué se producen en su caso tantas dilaciones. “No sé si será por las gestiones, incluso me hacen pensar si por ser de etnia gitana”, reconoce.

Con el futuro de su caso siendo incierto, este antiguo trabajador de la construcci­ón pone en perspectiv­a la evolución de su familia durante el proceso. “En noviembre de 2004 mi hija tenía un año y ahora mi nieta tiene esa edad. Es triste. Y aún estamos sin sentencia. Va a llegar la comunión de mi nieta y no tendremos sentencia”, sentencia con una amarga sonrisa.

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ANDRÉS CARRASCO David Santiago, durante la entrevista en la redacción de ‘Europa Sur’.

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