Europa Sur

La cara y la cruz de la fiesta

● Garrido resulta herido grave en lo que fue una buena tarde para Robleño ● Desrazada corrida de Adolfo Martin de juego descastado, desigual de hechuras aunque en tipo ● La actuación del valenciano Román fue silenciada

- Paco Aguado

La cara y la cruz del toreo se hizo presente en el festejo de ayer, en el que José Garrido resultó herido de gravedad y Fernando Robleño dio dos vueltas al ruedo tras serle negada una oreja pedida con mucha fuerza del quinto toro de un descastado encierro de Adolfo Martín.

La cruz de la sangre derramada llegó con el peor toro de la tarde, descastado pero con más complicaci­ones que el resto, como fue ese tercero que desde la salida evidenció su peligro por el derecho, al golpear secamente a Garrido en las verónicas de saludo.

Pero por ese lado, sorprenden­temente, fue por el que inició el extremeño su faena de muleta, breve faena en tanto que, después de varios “avisos”, el de Adolfo Martín le buscó y le prendió certero, para derribarle y buscarle con saña sobre la arena.

Herido de gravedad Garrido fue trasladado a la enfermería, haciendo que se corrieran los turnos, una vez que Robleño, como director de lidia, acabó estoqueand­o, sin mayores contemplac­iones, al astado que hirió a su compañero.

Antes, el veterano diestro había solventand­o con lúcido oficio las complicaci­ones del primero de la tarde, prolongand­o sus reacias embestidas en un trasteo a más y en el que llegó incluso a componer la figura muy embragueta­do, sólo que, como tantas veces, falló con la espada.

Y lo mismo le pasó con el otro toro de su lote, que se lidió en quinto lugar: un hondo y serio cárdeno que acabaría siendo el mejor de la corrida, al menos el único que humilló y se empleó con celo tras los engaños.

La calidad del animal fue muy evidente en la primera serie de naturales que le instrument­ó Robleño, en la que ligó los pases con la suavidad y el relajo que más convenía al de Adolfo Martín, pero que no aplicó tanto en el resto de un trasteo de más chispa y ligereza que asiento y mando.

Con todo, el ya entonces aburrido público de este domingo electoral, aún a pesar de un primer

Román insistió mucho con los dos adolfos de su lote, que se pararon en el último tercio

pinchazo, solicitó con fuerza en gratitud un trofeo que, por segunda vez en esta feria, denegó una arbitraria presidenci­a, obligando a Robleño a dar finalmente dos aclamadas vueltas al ruedo.

Román tuvo que matar también tres toros, incluido el caballuno y muy deslucido sobrero que hubiera correspond­ido a Garrido, y con el que tuvo que abreviar. En cambio, insistió con mucho tesón con los dos “adolfos” de su lote que se pararon en el último tercio, aunque por muy distintos motivos: el cuarto porque, escarbón y negado, no tuvo raza alguna, pero el segundo, sin regalar nada, pedía para moverse y humillar que el engaño le llegara al mismísimo hocico y con mayor sutileza en los “toques” que la que le puso Román en su porfía.

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EFE El momento en el que José Garrido es volteado por el primero de su lote, resultado con lesiones graves.
 ?? EFE ?? Un natural de Fernando Robleño, a su primero, ayer en Madrid.
EFE Un natural de Fernando Robleño, a su primero, ayer en Madrid.

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