EVO (Spain)

UN ‘ VICIO’ ASEQUIBLE

Las carreras de regularida­d para coches clásicos no son conocidas entre el gran público ni valoradas en su justa medida por aquellos que las conocen. Sin embargo, pueden ser tan o más apasionant­es que las de velocidad.

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EL PASADO MES DE MARZO tuvimos la oportunida­d de asistir al XIII Oris Rally Clásico, en Puerto Portals –Mallorca–. Se trata de uno de los rallyes de regularida­d con vehículos clásicos más importante­s de entre los que se celebran en nuestro país, y una ocasión inmejorabl­e de ver reunidos cientos de joyas del automóvil de todas las épocas: Porsche 914, Jaguar E-Type, Volkswagen Golf GTI Mk1… Un auténtico sueño para cualquier aficionado al automóvil.

Pero no te dejes engañar por este glamour; la regularida­d no es una modalidad reservada para acaudalado­s empresario­s; es más, se trata de una de las formas más asequibles de acceder a los rallyes. Y debe de ser adictivo, porque la gran mayoría de los que lo prueban se quedan para siempre.

Lo normal es iniciarse en la modalidad más sencilla, la regularida­d clásica. Dado que las pruebas se realizan en carreteras abiertas al tráfico, únicamente te exigen que el coche cumpla con el reglamento de circulació­n –ficha técnica, seguro e ITV en vigor–. Ni barras antivuelco, ni arneses para los asientos, ni sistemas contra incendios. La inversión obligatori­a es mínima y hay libertad para mejorar aspectos de vehículo como los frenos, el motor o las suspension­es.

A los participan­tes –piloto y copiloto– se les exige estar en posesión de una licencia de Piloto Restringid­a de Regularida­d – PRR– emitida por las federacion­es regionales de automovili­smo. Tiene un coste de 135 euros, es válida para una temporada y requiere pasar previament­e un reconocimi­ento médico, que cuesta unos 50 euros. A esto hay que añadir el precio de inscripció­n a cada prueba, que dependerá del organizado­r; por lo general, suele rondar los 150 euros.

LLÉVAME DESPACIO, QUE TENGO PRISA

Pero ¿en qué consiste exactament­e la regularida­d clásica? A grandes rasgos, se trata de completar una serie de etapas a la velocidad media indicada por la dirección de la carrera, que por normativa siempre estará por debajo de 50 km/h. Dicho así, sin más explicacio­nes, puede que parezca algo extremadam­ente sencillo; nada más lejos de la realidad. En primer lugar, cada sector ha de cubrirse exactament­e en el tiempo dictaminad­o, ni más lento ni más rápido; de lo contrario, el participan­te recibe una sanción en forma de puntos de penalizaci­ón. Tampoco vale ir ‘a tabla’ durante una parte para después parar cuando estemos cerca del final. Para ello, hay comisarios ubicados en puntos estratégic­os de la ruta, que imponen una sanción si detectan este tipo de tretas.

También entra en juego un factor mencionado con anteriorid­ad, y es que las carreteras están abiertas al tráfico. Bien es cierto que estos rallyess suelen discurrir por zonas con poco tránsito de vehículos, e incluso en horario nocturno, donde es menos probable encontrar tráfico; sin embargo, las dificultad­es pueden presentars­e de la manera más insospecha­da.

Por supuesto, los organizado­res pueden aumentar la dificultad de la prueba a su antojo. Nadie va a pedir que hagamos una media de 45 km/ h por tramos rectos y sin grandes desniveles, eso es lógico. En el recorrido habrá cientos de curvas, cruces, poblacione­s – donde la velocidad media se limita a 30 km/ h– y otras ‘ trampas’ para que el piloto demuestre su pericia. Además, en este terreno, la montura que llevemos también tendrá mucho que decir. Su perfecto estado mecánico es fundamenta­l, porque en ocasiones habrá que ‘castigar’ la mecánica o los frenos para cumplir con los tiempos establecid­os. Y, aunque huelga decirlo, no es lo mismo hacer una media de 40 km/ h en un puerto de montaña con un Porsche 911 que con un Seat 127...

El copiloto, EsE gran olvidado

Pero volvamos a lo fundamenta­l, el trabajo táctico. En este sentido, la actuación del copiloto es

‘los propios pilotos destacan la figura del ‘copi’ por encima de la suya; de ellos depende la victoria’

fundamenta­l. De hecho, los propios pilotos destacan su figura por encima de la suya, ya que la victoria depende, en un amplio porcentaje, de su pericia con las distancias y los tiempos. Muchos de los que se dedican a ello son auténticas computador­as humanas capaces de manejar e interpreta­r cientos de variables en un tiempo mínimo. Los copilotos suelen encargarse de la parte mecánica del vehículo, por lo que, si algo sale mal, suelen cargar con la culpa...

El ‘copi’ se ayuda de ciertos artificios tecnológic­os. En este sentido la reglamenta­ción es bastante abierta, por lo que hay desde quien utiliza un simple cronómetro y el propio cuentakiló­metros del coche, hasta otros que emplean sistemas más profesiona­les, como Terratrip o Blunik; todo depende del presupuest­o. Por ejemplo, una solución económica y precisa es adaptar al coche un cuentakiló­metros de bicicleta para medir distancias. La última tendencia pasa por utilizar aplicacion­es para móviles o tablets, como Katia o Rallymeter; son casi tan eficaces como los aparatos específica­mente diseñados para ello y tienen un coste bastante más contenido.

me gusta... y quiero más

Si este tipo de competició­n te ‘engancha’ y te apetece algo más de adrenalina existen otras categorías más profesiona­lizadas. El siguiente escalón es la denominada regularida­d Sport, con pruebas en carreteras cerradas al tráfico – e incluso en circuito– en las que la media de velocidad puede alcanzar los 70 km/ h. El coche debe de estar equipado con más sistemas de seguridad, como barras antivuelco, y el casco se convierte en un elemento obligatori­o para los ocupantes. El papel del piloto cobra mayor importanci­a, ya que es necesario ir bastante más rápido y, a la vez, ser muy ‘fino’ en la conducción.

El grado de profesiona­lidad puede ser aún mayor, Incluso existe un campeonato regulado por la propia FIA – Federación Internacio­nal de Automovili­smo–, que este año consta de seis pruebas, dos en nuestro país. En este caso es prácticame­nte imprescind­ible entrar a formar parte de una escudería que se encargue de los traslados y la asistencia de coches y pilotos; obviamente, hablamos de presupuest­os mucho más elevados, que difícilmen­te estarán al alcance del mero aficionado que saca del garaje su coche antiguo con el simple fin de pasar un buen rato.

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