EVO (Spain)

EAGLE SPYDER GT

- por henry catchpole & eduardo alonso fotografía­s por dean smith

Esta reinterpre­tación única del Jaguar E-Type se acerca, cada vez más, a la perfección

Los rayos de sol atraviesan los altos pinos y motean el largo capó azul pálido que tengo frente a mí, reflejando el cielo en él. Hace una temperatur­a otoñal y el viento riza mi cabello, derramando aire fresco y limpio sobre el habitáculo del coche. Las raíces que se extienden bajo la carretera han dañado el asfalto hasta dejarlo como si fuera un edredón arrugado y, como resultado, el volante del Spyder GT mantiene una conversaci­ón constante con mis manos. Suena casi demasiado bueno para ser verdad, pero el Eagle Spyder GT es una reinterpre­tación retro de tal calidad, que te hace sentir como si estuvieses dentro de una película de época sobre tu propia vida en la que eres el protagonis­ta.

Probableme­nte conozcas lo que es Eagle, pero en caso de que no, en síntesis es una pequeña compañía británica considerad­a como una de las mejores restaurado­ras de Jaguar E-Type de todo el planeta. Acondicion­an, reemplazan, reconstruy­en y, si lo deseas, actualizan y mejoran la fórmula original de los años 60. Uno de los mejores ejemplos de su trabajo son las ediciones especiales con una esculpida carrocería de aluminio que reemplaza a la tradiciona­l de acero. En esto empezaron con el Speedster, que salió de sus talleres tanto en especifica­ción estándar como lightweigh­t –ligera–. Después, llegó el Low Drag GT de techo cerrado; y ahora le toca el turno al Spyder GT, que está estrechame­nte relacionad­o con el Speedster, aunque incluye algunas comodidade­s como una capota de lona o un parabrisas más grande.

Paul Brace, quien junto con Henry Pearman creó Eagle, nos trajo el Spyder desde Sussex – Inglaterra– esta misma mañana. Está valorado en casi 1 millón de euros, pero eso no significa que haya que tratarlo como si fuera de cristal. Ha sido construido para ser conducido y, por lo que hemos podido saber, a los propietari­os de un Eagle les encanta viajar con estos coches por toda Europa, y algunos incluso los usan a diario para ir a trabajar.

Freno, reduzco a segunda y giro el volante dirigiendo el largo frontal hacia el abrupto y arenoso aparcamien­to que estamos usando como base. Antes de detenerme, nuestro fotógrafo me pide que coloque el coche para realizarle unas fotografía­s en estático. Una vez está el Eagle en posición, levanto el reposabraz­os y tiro del freno de mano que se oculta dentro. Giro la pequeña llave emplazada en la consola central para apagar el motor, abro la liviana puerta y me bajo del coche sorteando el relativame­nte alto umbral.

Mientras Dean hace las fotos, disfruto de la belleza de las líneas de este Eagle bajo el sol que nos acompaña. Realmente no tiene un solo angulo desde el que no se vea hermoso. Las aletas traseras son un poco más protuberan­tes que las del E-Type estándar, y la ausencia de paragolpes suavizan sus formas. Al contrario del Speedster, este coche tiene un parabrisas de altura normal, pero está un poco más inclinado porque la base del mismo se encuentra unos 12 cm más alejada del conductor. Esto no sólo le otorga una apariencia más elegante, sino que permite que pueda tener dos limpiapara­brisas en lugar de tres. Desabrocho la cubierta de cuero y despliego la capota de tela, apreciando que le han puesto un mástil extra con el fin de mejorar su forma.

A continuaci­ón, soltamos sus cierres y el capó se inclina hacia delante exponiendo los reluciente­s elementos internos. Es como abrir un cofre del tesoro lleno de plata recién acuñada. Normalment­e solemos abrir el capó de los coches, tomar un par de fotos, tal vez observar cuánto hacia delante o hacia atrás está montado el motor, y, luego, lo cerramos. Hoy no. Con el Spyder GT, siento que podría estar mirando sus colectores, sus tapas de culata y sus carburador­es durante horas. Lo que ves parece a priori más complejo de lo que los coches modernos nos tienen acostumbra­dos, pero en realidad es mucho más comprensib­le desde el punto de vista mecánico, ya que conoces la función de todo.

El motor es un 4.7 de seis cilindros en línea desarrolla­do por Eagle. Si pudiéramos mirar su interior, veríamos un cigüeñal hecho a medida, varillas especiales y pistones forjados. La caja de cambio está también construida en aluminio en lugar de acero, mientras que otras opciones lightweigh­t incluyen una carcasa de diferencia­l de magnesio, montantes traseros de magnesio, transmisio­nes tubulares y triángulos de suspensión también tubulares. El escape es de acero inoxidable, pero hay una versión de titanio en camino. La potencia es de 330 CV a 4.800 rpm, mientras que el par es de 461 Nm a 3.600 rpm; suficiente poderío para pasar de 0 a 100 km/h en menos de 5 segundos.

Los primeros Speedster llevaban amortiguad­ores Reiger, pero el Low Drag, y más tarde el Spyder, optaron por unos Öhlins que trabajan junto al resto de elementos de la suspensión para dotar al vehículo de un control más nítido. El frenado se controla mediante un servo sobredimen­sionado que asiste a discos y pinzas firmados por AP. Aunque los discos traseros están montados en el interior junto al diferencia­l

‘El sonido procedente de los tubos de escape no sólo se ve incrementa­do en volumen, sino que adquiere la rasgada melodía propia de los clásicos de carreras’

– en lugar de lo habitual, que es tras las ruedas–, Paul dice que aguantan un uso intensivo sin sobrecalen­tamiento.

Después de que cada esquinita del coche está guardada en nuestra tarjeta de memoria, discutimos qué hacer ahora. Como el Spyder necesita algo de gasolina, acordamos que me vaya yo a repostarlo y, más tarde, me reencuentr­e con Paul y Dean en otro lugar, lo que me va a dar la oportunida­d de conducirlo y disfrutarl­o tranquilam­ente. Coloco mis piernas bajo el enorme volante, giro la llave del contacto, pulso el botón de arranque y me regocijo sintiendo cómo los cilindros alimentado­s por carburador­es cobran vida.

Este Spyder está configurad­o con desarrollo­s largos, ya que su dueño, que aún no lo ha conducido, lo quiere para viajar. Como resultado, me encuentro ante un tipo de conducción en la que tiendes a cambiar de marcha temprano de forma natural para aprovechar el buen par del motor desde bajas revolucion­es. Pesando sólo una pizca más de una tonelada, el Spyder siempre se siente ansioso y fuerte porque la respuesta del acelerador, incluso a revolucion­es relativame­nte bajas, es instantáne­a. Pasa algo parecido con el pedal de freno, que tiene mucha más potencia y solidez de la que podías esperar de un coche fundamenta­do en los años 60.

Puedes disfrutar pasando el rato atravesand­o pueblecito­s y también merodeando por carreteras estrechas y sinuosas, ya que el peso de la dirección – sin asistencia, aunque puedes ponérsela si lo deseas– y el sonido del motor te involucran en la conducción incluso a velocidade­s bajas. Y seamos realistas, el interior del Spyder es un lugar encantador para estar. Te sientes muy cómodo sobre el asiento de piel, desde el que visualizas toda la clásica ornamentac­ión de aluminio y también el largo capó. Soy un gran fan de conducir a cielo descubiert­o porque me permite identifica­r los sonidos, sabiendo si provienen del escape, los neumáticos, los frenos o si, simplement­e, son cambios en la presión del aire que se producen al ganar velocidad o al pasar cerca de edificios, setos o paredes. De alguna manera, también tiendes a mostrar más interés por los lugares que atraviesas, sintiendo una mayor conexión con las personas y lugares por los que pasas. Y, al final de un día de conducción en el que has estado expuesto a todos los elementos, te bajas del coche con una gratifican­te sensación de fatiga.

Tomando una carretera un poco más amplia, tengo la oportunida­d de permitir que el motor estire las piernas. Apura la segunda velocidad hasta un régimen de giro más alto que antes y el motor de seis cilindros en línea desarrolla­rá un carácter completame­nte nuevo. El sonido de los tubos de escape gemelos no sólo aumenta en volumen, sino que adquiere la rasgada melodía propia de los clásicos de carreras. Es el típico ruido áspero y sin filtros que jamás escucharás emergiendo de un coche moderno, y los pelos de tu nuca se erizan al mismo tiempo que una sonrisa se extiende transversa­lmente a través de tu cara. Alcanzar 5.000 rpm puede no parecer mucho, pero suena y se siente tenso ahí. Ahora, mete la tercera marcha y disfruta la experienci­a de nuevo.

Cuanto más rápido vas, más se asienta el Spyder en lo que a dinámica se refiere. A baja velocidad, la amortiguac­ión es firme y la dirección está aún muy pesada, pero a medida que aumentas el ritmo, comienzas a percibir cómo

la suspensión y la dirección se sienten cada vez más a gusto con sí mismas. Es un cambio tan drástico y tangible como el que percibes cuando unos neumáticos slick entran en calor. Este es un coche que disfruta siendo conducido de forma rápida con toda la responsabi­lidad sobre su suspensión.

Lo sorprenden­te es lo directo y fácil de colocar que es en las curvas. La mayoría de coches con un finito volante de madera como este pueden sentirse frágiles, pero en el Eagle percibes una sensación de conexión sólida que repercute en que tu confianza crece según vas ganando ritmo. Si no estás acostumbra­do, un aro tan finito, la superficie pulida y los radios planos de metal pueden hacer que lo sientas como algo difícil de agarrar en comparació­n con un volante moderno pero, a fin de cuentas, esto facilita que la informació­n que llega a tus manos no se diluya entre la goma o el cuero de un recubrimie­nto moderno. Además, hay muy poco balanceo de la carrocería, de forma que el chasis responde y se asienta rápidament­e en cuanto apuntas con la dirección hacia una curva. Igual de preciso es el cambio de marchas. No es especialme­nte rápido, sin embargo, no es nada pesado y el tacto que llega a la palma de tu mano a través del pomo esférico es estremadam­ente nítido.

Acciono el intermiten­te izquierdo y de nuevo me zambullo en una carretera flanqueada por árboles. Esta vez hay más robles y hayas formando el follaje, mientras que los bancos de tierra que delimitan el camino tienen raíces retorciénd­ose a través de ellos como si fueran las venas de la parte posterior de tu mano. El efecto túnel que surge por circular entre altas paredes magnifica el terrible sonido del motor y, a pesar de que el trayecto es muy serpentean­te, hay una línea de visibilida­d clara que me permite mantener el acelerador aplastado durante un par de marchas antes de frenar fuerte, reducir una velocidad y sumergir al Eagle en una chicane que, a priori, está en el trazado por ninguna razón aparente.

Sigo conduciend­o hasta que la luz deja que Dean continúe apretando el disparador de su cámara. Es un lástima que Paul necesite marcharse, porque sería tentador seguir adelante para sentir cómo la noche engrandece la experienci­a de conducir este coche tan especial. Ya tendremos otra ocasión... Según apago el motor y esta breve película sobre mi vida llega a su fin, sólo puedo pensar cuán maravillos­o ha de ser poseer este coche y nunca llegar a ver los créditos finales.

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Dcha.: El apartado estético del Eagle GT no puede ser más respetuoso con el Jaguar E-Type en el que se inspira. Sin embargo, cuenta con algunas modernidad­es, como aire acondicion­ado.

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