EVO (Spain)

SALVAJE VERSIÓN 2.0

Nunca ha existido un coche de producción tan potente como este Chiron de 1.500 CV. ¿Qué se siente al tener tanta fuerza bajo el pie derecho?

- por RICHARD MEADEN & JAVIER ARÚS

Te cuesta mucho creer lo que estás viendo. ¿Realmente puede un velocímetr­o llegar hasta los 500 km/h? La audacia y lo absurdo de este hecho te deja sin aliento, aunque pronto te das cuenta de que esta es la misión que el Grupo VW le ha encomendad­o a Bugatti en el Siglo XXI. El objetivo del renacer de la marca francesa es reevaluar lo que es o no posible... Reescribir las reglas.

Si tengo que ser honesto, el Veyron siempre ha sido un automóvil que me ha generado sentimient­os encontrado­s. Fue expresamen­te creado para conseguir grandes números y conquistar a las estratosfé­ricas fortunas; gente con más dinero del que pueden imaginar, que compran un coche con el que no saben ni qué hacer. Dicho esto, por supuesto que estaba muy emocionado la primera vez que tuve la oportunida­d de conducir uno. Y sí, la potencia era una locura, era brutalment­e rápido y era muy fácil de conducir. Pero también era un modelo de carácter frío. Un coche que no me llegó a seducir ni a dejarme un recuerdo duradero, aparte del propio de haber conducido el automóvil de producción más potente de la historia.

Entonces, ¿por qué estoy tan excitado con el hecho de probar un Chiron? La razón es que Bugatti reconoció en su momento que lo que viniera después del Veyron debía solucionar esos ‘problemas’. Con el Chiron no se ha tenido tanto en cuenta el perfil del cliente, y el tema cifras estratosfé­ricas se da por hecho. Lo que se pretende solucionar aquí es el apartado de las sensacione­s puras de conducción. Esos detalles capaces de crear una experienci­a plena en todas las dimensione­s posibles. Esas cosas que, si se hacen de manera brillante, harán del Chiron un modelo inolvidabl­e a cualquier velocidad a la que circules; convertirl­o en un vehículo igual de excitante afrontando cualquier curva además de resultar impresiona­nte en recta.

El tema empieza bien si hablamos del diseño. El Chiron es indiscutib­lemente un Bugatti, pero existen detalles que lo ha- cen un producto atractivo, con personalid­ad y carácter. Me encantan los faros delanteros con ocho ‘ojos’ y los enormes arcos que definen los flancos. La trasera es dramática, con ese enorme piloto que va de lado a lado y que por mérito propio ya forma parte de las obras de arte de la industria automotriz. También resulta admirable el enorme alerón posterior que funciona como aerofreno o los arcos con las entradas de aire. Y después está el motor de 8 litros, con cuatro turbos y 16 cilindros en W... que además se puede ver de manera parcial a través de la cubierta superior.

El interior mantiene el mismo dramatismo gracias a otro arco que divide en dos el salpicader­o y que se extiende desde la base del parabrisas hasta la parte central. No llega a separar por completo al conductor del pasajero, pero sí crea un inusual ambiente íntimo y recogido. Algo que otorga a cada uno de los ocupantes del coche su propio espacio y que, de alguna manera, le obliga a prestar atención a lo que ve a través del cristal delantero.

Entonces, ¿qué marco de referencia se usa para evaluar a un coche que supera con descaro los dos millones de euros, genera 1.500 CV y 1.600 Nm de par, que pasa de 0 a 200 km/h en menos tiempo en lo que lo hace un buen deportivo en el paso de 0 a 100 km/h y que declara una velocidad electrónic­amente limitada a 420 km/h?

La respuesta simple sería mirar hacia atrás, al Veyron. Pero incluso el primer producto de la era moderna Bugatti

palidece al lado del nuevo Chiron. Como los ingenieros nos comentaron en las dos horas de charla técnica, “no podíamos simplement­e acudir a una tienda a comprar las piezas, sino que hemos tenido que hacer todo”. Esa es la razón por la que, a pesar de que el Veyron marcó tantos hitos, cada componente principal se ha tenido que recolocar o rediseñar para ganar potencia y perder peso –ver técnica–.

El resultado es una enorme ganancia en potencia y par respecto del Veyron, y eso teniendo en cuenta que aquel modelo ya ofrecía 1.001 CV en su versión original, y hasta 1.200 CV en las últimas iteracione­s. Los 1.500 CV del Chiron ‘llegan’ a 6.700 rpm, mientras que los 1.600 Nm de par están disponible­s desde 2.000 rpm hasta 6.000 rpm. Estas cifras son realmente impresiona­ntes, y la clave para que este modelo declare unos registros de aceleració­n de otro planeta: acelera de 0 a 100 km/h en menos de 2,5 segundos; llega a 200 km/h desde parado en 6,5 segundos; y los 300 km/h ‘caen’ en apenas 13,6 segundos. No obstante, si Bugatti decidiera quitar el limitador electrónic­o, el Chiron alcanzaría los 450 km/h. Pero, como siempre, los neumáticos son el factor clave. Por eso, la marca no deja que este coche pase de los 420 km/h en el modo más deportivo... y de 380 km/h en los de ‘uso cotidiano’. Andy Wallace, piloto conocido entre otras cosas por establecer el récord de velocidad con el McLaren F1, nos comentó que apenas contó 8 segundos circulando a 420 km/h antes de que los neumáticos se sobrecalen­taran al soportar semejante rozamiento y fuerza centrífuga, con la consiguien­te amenaza de desgarro o explosión.

Con un chasis totalmente adaptativo que optimiza la amortiguac­ión, la altura de la carrocería, la aerodinámi­ca, el tacto de la dirección y la respuesta del motor, el conductor puede elegir el grado de rendimient­o, estabilida­d, agilidad y reacción gracias a la gran cantidad de combinacio­nes disponible­s. Michelin se ha encargado del desarrollo de los nuevos neumáticos teniendo en cuenta la exigencia de la nueva velocidad máxima homologada, empleando una plataforma aeroespaci­al para simular los retos a los que se verán sometidos. Los discos de freno carbocerám­icos son 20 mm más grandes –alcanzado los 420 mm delante y los 400 mm detrás– y 2 mm más finos. Las pinzas son completame­nte nuevas, de aluminio forjado, con ocho pistones delante y seis detrás; y cuentan con un diseño asimétrico para disipar con mayor eficacia la increíble cantidad de energía que se genera en forma de calor cuando tienes que frenar los 1.995 kg del Chiron. El nuevo diseño de la carcasa permite guiar aire fresco a los discos para ayudar a la refrigerac­ión de los frenos, aumentando la cantidad de aire en un 50%, lo que debería bastar para un hipotético uso en circuito –los frenos del Veyron no ‘soportaría­n’ ese trato–.

Vale, todo esto está muy bien pero... ¿y las sensacione­s de conducción? Con el Veyron, la marca no dio tanta importanci­a a este aspecto, ya que se centraron en conseguir aquellos brutales registros de rendimient­o. El Veyron simplement­e se podía conducir y era fiable, pero en su comportami­ento no había nada de emocionant­e. Ahora, Bugatti sabía que tenía que respaldar los registros con tacto y sensacione­s. Casi de inmediato, percibes la sensación de conexión y detalle a través de la dirección, sobre la que el piloto de pruebas de la marca, Loris Bicocchi, ha trabajado tanto para afinarla hasta la perfección. Tienes a tu disposició­n ‘toneladas’ de agarre y tracción, aunque ahora

‘Si Bugatti eliminara el limitador, el Chiron llegaría a los 450 km/ h’

puedes percibir con claridad en qué punto de adherencia te encuentras, lo que hace del Chiron un producto especial.

El peso y la interminab­le cantidad de par implica que el Chiron no es tan físico como otras ‘máquinas’ como el McLaren P1 o el Ferrari LaFerrari, pero ofrece un gran equilibrio entre aplomo y una calmada agilidad. Es un híper GT más que un ‘nervioso’ híper deportivo. Y dado que los clientes de Bugatti suelen tener un extensa colección de coches –según los responsabl­es de la firma, tienen una flota de 41 vehículos de media–, esto es una decisión acertada, lo que sigue separando a Bugatti del resto. El Chiron también ofrece espacio para el equipaje –suficiente para una bolsa de deporte–.

La dirección está extremadam­ente bien puesta a punto en términos de respuesta, por lo que pronto eres capaz de ‘guiar’ el Chiron de manera natural e instintiva. También resulta precisa, lo que ayuda a generar confianza. Y el volante se percibe algo más pequeño de lo que realmente es.

El problema, si es que lo queremos llamar así, es el acceso a las prestacion­es del motor. Un pisotón al acelerador supone lanzarte a la carretera con la contundenc­ia de una avalancha. Si hundes el pedal derecho hasta el fondo, pasas un momento de impás en el que los turbos llenan ‘sus pulmones’ de aire para después pegarte contra el asiento haciéndote sentir que la carretera siempre se te queda pequeña y que no existen rectas lo suficiente­mente largas.

Estamos hablando de una cuestión de transferen­cia de masas más que de aceleració­n convencion­al. Por desgracia, en el proceso tu estómago y sentidos se sienten desbordado­s... al menos hasta que tu cerebro consigue recalibrar tus percepcion­es. Nada en el mundo va de curva a curva tan rápido. Es monstruoso.

Gracias al cielo, los frenos son más que buenos cuando se trata de detener a esta bestia. Y combinados con la capacidad de retención del enorme alerón trasero, la cosa mejora más. Toda esta capacidad de frenada viene acompañada de buen tacto y finura a bajas velocidade­s. Por su parte, la caja de cambios automática de doble embrague DSG de siete marchas es suave e instantáne­a en su funcionami­ento. Si dejas que el sistema cambie de relación de manera automática, siempre tendrás la aguja del cuentarrev­oluciones en la zona de par máximo; pero también resulta muy satisfacto­rio cambiar de forma manual con las levas del volante.

El Chiron ofrece cuatro modos de conducción... más el denominado V-max, al que se accede con una segunda llave que se inserta en el umbral de la puerta del conductor. Esto prepara al coche para alcanzar los 420 km/h, aunque pronto el sistema volverá a configurar el límite a 380 km/h si aplicas más grados de los debidos a la dirección. Cada modo ofrece reglajes fijos, aunque la electrónic­a se encargará de elegir el más apropiado según las circunstan­cias. Si, por ejemplo, superas los 180 km/h, el Chiron pasa del modo EB –adecuado para lograr un equilibrio entre confort y agilidad– al Autobahn – mejorando la estabilida­d–. Los modos Handling y Top Speed se explican por su propia denominaci­ón – comportami­ento deportivo y máxima velocidad–. También hay uno denominado Lift, para circular a baja velocidad y poder superar baches y el ángulo de, por ejemplo, la rampa de un garaje.

El precio del Chiron ronda los 2,5 millones de euros. De las 500 unidades que están previstas que salgan de fábrica, la mitad ya están reservadas. Y todos los clientes de esas reservas ya han conducido el coche. Alrededor de la mitad de ellos ya son dueños de un Veyron, y el resto son nuevos compradore­s. Lo que resulta alucinante es que algunos han reservado dos unidades; el primero para tenerlo lo antes posible, y el segundo de

una fase de producción más tardía para conseguir que el nivel de personaliz­ación resulte más elevado.

¿Rivales? No tiene. El legendario preparador norteameri­cano John Hennessey está muy ocupado desarrolla­ndo un Venom F5, capaz de alcanzar los 466 km/h. Y conociendo a Hennessey, será el primero en decir que su coche es un ‘animal’ muy diferente al Chiron. El fabricante sueco Koenigsegg también ofrece coches de prestacion­es espectacul­ares, pero sus modelos, incluso el destacable híbrido Regera, no llegan a este nivel.

Ningún otro producto en el mercado combina como el Chiron el civismo y lo salvaje. Ninguno ofrece semejante nivel de ingeniería y calidad. Sus capacidade­s son alucinante­s, su potencia casi infinita. Y sí, sus prestacion­es, aunque ridículame­nte accesibles, son inutilizab­les a no ser que circules por un tramo de autobahn sin restriccio­nes. Pero algo me dice que a los dueños este problema les importa bien poco. Y a nosotros también nos da igual. Por tanto, sólo nos queda celebrar que estamos ante el supercoche más extraordin­ario que el mundo jamás ha contemplad­o.

Creo que resulta apropiado ceder las últimas palabras de esta prueba a Wolfgang Dürheimer, presidente de Bugatti –también de Bentley–. Sentado a su lado en la cena con la prensa, queda claro que el Grupo VW sigue comprometi­do con Bugatti, y que mantendrá el nivel de inversión en esta marca. También comenta algo curioso, y es que muchos de sus clientes dicen que el Chiron es barato... lo que nos lleva a pensar que las siguientes 250 unidades que se fabriquen serán todavía más caras.

Finalmente, quizá como anticipo del sustituto del Chiron –seguro que los ingenieros ya lo tienen apuntado en sus agendas–, y para desalentar al resto de competidor­es que siquiera se planteen fabricar un coche de este tipo, Dürheimer está seguro de que la búsqueda de más potencia, prestacion­es y eficacia continuará: “La barrera de los 500 km/h caerá algun día... estoy convencido”, afirma categórico. “Forma parte de la naturaleza humana superar límites y lograr nuevos récords. Esto es lo que nos guía en una marca como Bugatti. El Chiron es el resultado de nuestros esfuerzos por hacer de lo mejor algo incluso mejor. Para nosotros, la carrera continúa”.

‘En cada aceleració­n, tu estómago y sentidos se sienten desbordado­s’

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Arriba izda.: El alerón trasero varía su ángulo de inclinació­n en función de si hay que incrementa­r la fuerza contra el suelo, mostrar poca resistenci­a aerodinámi­ca a alta velocidad o actuar como ‘aerofreno’... para ayudar a los enormes frenos...
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