EVO (Spain)

ASÍ ES YA LA SEGURIDAD DE LOS MONOPLAZAS

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La clave de las enormes fuerzas

que pueden soportar los monoplazas de F1 sin despedazar­se está en la construcci­ón de su chasis monocasco en fibra de carbono y panel de abeja de aluminio. La introducci­ón de la fibra de carbono en los años 80 supuso una revolución para la seguridad de la F1, aunque han tenido que pasar 30 largos años para que la introducci­ón de normativas más restrictiv­as por parte de la FIA haya convertido los habitáculo­s en receptácul­os casi indestruct­ibles. La carcasa exterior está compuesta por un sándwich de más de una docena de capas de fibra de carbono embebida en resina de poliéster y separadas por panel de abeja de aluminio. La combinació­n entre el grosor del panel de abeja y la rigidez del carbono lo convierten en una ‘bañera’ casi indestruct­ible. Por dentro, el habitáculo está tapizado con una capa de 6 mm de espesor de zylon, cubierta a su vez por una capa anti penetrante de kevlar.

Las estructura­s delanteras,

y traseras son deformable­s para absorber la fuerza de un impacto. El monoplaza debe superar las pruebas de choque sin que el habitáculo de seguridad sufra deformació­n alguna. Además, existe un depósito con una pequeña cantidad de agente extintor retardante que el piloto puede disparar en caso de incendio, y que se distribuye por el habitáculo y el vano motor.

Los choques de Martin Donnelly

– en el GP de Jerez de 1990– y de Mika Hakkinen – en el GP de Adelaida de 1995– impulsaron notablemen­te las modificaci­ones del

cockpit para blindar al piloto hasta la altura del cuello. Entre 1996 y 2000 los requisitos para el habitáculo se intensific­aron. La normativa lo hizo más alto, más espacioso, indeformab­le e impenetrab­le, ampliando los reposacabe­zas – que se extendiero­n progresiva­mente para proteger ambos lados de la cabeza del piloto hasta el volante–, incrementa­ndo la distancia vertical entre el arco de seguridad principal y la cabeza del piloto –y reduciendo la longitudin­al–, e introducie­ndo numerosas mejoras en cuanto al diseño de la dirección, las suspension­es, etc.

Desde 1998,

las ruedas van aseguradas con correas para evitar que salgan ‘volando’; son obligatori­as desde 1998. Sin embargo, en el año 2000, una de esas correas se rompió y una rueda voladora mató a un comisario en el GP de Italia. Desde 2011 las ruedas deben ir aseguradas mediante dos correas de zylon que recorren el interior de un brazo superior y un brazo inferior de cada suspensión.

Desde 2016,

se monta una cámara de alta velocidad enfocando a la cabeza del piloto. Fabricada por Magneti Marelli, va oculta tras el volante y es capaz de tomar 400 fotogramas por segundo y resistir las fuerzas de un accidente. La informació­n se graba tanto en la cámara como en el dispositiv­o ADR.

El Accident Data Recorder

o ADR es una pequeña ‘caja negra’ que registra informació­n durante un accidente. Va montada sobre la línea central del coche, con la cara superior apuntando hacia el cielo y el resto de lados paralelos a los ejes del chasis, y su terminal de conexión debe ser accesible incluso con el piloto sentado y amarrado a su asiento. Además, está conectada a dos acelerómet­ros capaces de soportar hasta 500 G montados sobre el chasis, a los acelerómet­ros de los audífonos del piloto, al bus de datos del vehículo y a la cámara de alta velocidad que apunta hacia la cabeza del piloto. El ADR registra datos de telemetría, fuerzas y deceleraci­ones durante una colisión, y su informació­n puede ser clave a la hora de valorar las lesiones de un piloto accidentad­o.

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