Carta a un amigo
QUERIDO ÁNGEL, Ha sonado el teléfono y he recibido la peor noticia que me podías dar: me dicen que te has ido, que te has marchado y nos has dejado. Que has aparcado todos tus planes de futuro para ir a disputar un nuevo Campeonato del Mundo junto a algunos de tus amigos y rivales de siempre. He dejado todo lo que estaba haciendo, bloqueado ante la incredulidad de la veracidad de la noticia, de que tu viaje a Florida, planeado para el próximo mes de octubre, no lo vayas a realizar y no salgamos a navegar juntos como hacíamos siempre que venías.
Ahora, parado y con la mirada en ninguna parte estoy recordando cuándo y cómo te conocí. Fue un verano en Ibiza, hace 27 años. Un amigo común me dijo que íbamos a realizar una travesía hasta Formentera contigo. No me lo podía creer, por fin iba a conocer al “Gran Ángel Nieto”. Cuando llegaste me diste la mano y yo, tímido y cortado, no pude articular palabra, pero rápidamente rompiste el silencio y me dijiste: “¿Cómo te llamas?” “Toñejo”, respondí. “Muy bien, Toñejo, pues vamos a navegar, y me explicas cómo funciona el Jet Ski”. Con los nervios respondí; “Sí, sí, por supuesto”.
Enseguida me di cuenta de que tú, el “Gran Ángel Nieto”, eras amable, simpático, absolutamente entrañable, con carisma y muy cercano. Estaba feliz de poder compartir un día contigo en el mar; sin embargo, cuando teníamos todo listo, comenzó a llover con tanta fuerza y violencia que aquella increíble excursión se tuvo que abortar. Mi ilusión de estar contigo se fue al garete, pero entonces dijiste: “Yo me quedo aquí, ¿te vienes a tomar algo al club?” Pensé, “yo con Ángel, solos.” Mi cara se iluminó y como no podía ser de otra manera, te dije que sí.
Una terraza con vistas al mar, una botella de agua, una Coca Cola y unas patatas fritas fueron testigos del comienzo de nuestra amistad. Ese diluvio intenso hizo que tú, el más grande piloto de todos los tiempos, pasaras tu tiempo conmigo hablando y respondiendo a todas mis preguntas. No daba crédito a mi suerte. Recuerdo no pestañear, para no perderme ninguno de tus gestos ni de tus historias, de cómo empezaste en las carreras, cómo eran entonces y cómo habían evolucionado.
Ese verano fue mágico, especial, nos vimos casi todos los días, y yo estaba orgulloso de pertenecer al grupo del “Gran Ángel Nieto” y aprender cada día de ti. ¡Qué grande eres, enorme, el mejor de todos! Ya en Madrid, venías a verme de vez en cuando para interesarte por mis carreras y para darme buenos consejos llenos de humildad. Recuerdo que me enseñaste a preparar mi dossier deportivo y me dijiste que hiciera lo que hiciera, mucho o poco, procurara hacerlo bien.
Cuando sufrí el accidente, estando en la UVI pedí una televisión para ver el Gran Premio de motos. Retrasmitíais Valentín Requena, Luis Miguel López y tú, el “Gigante Ángel Nieto”, y en la última carrera, la de 500 cc, Valentín dijo: “Creo que es el momento de enviar un cariñoso saludo a Antonio Rodríguez, un piloto fuera de esta especialidad, concretamente del mundo de los Raids, que ha sufrido un accidente y está ingresado en una clínica sevillana, desde aquí le deseo lo mejor”. Y tú, Ángel, interviniste diciendo: Yo también quiero darle ánimos a Toñejo, como le llamamos sus amigos, porque estoy seguro de que volverá a estar en los circuitos en los que el compite ¡Ánimo, Toñejo!” En aquel momento casi hiciste que me levantara de la cama y saliera corriendo. Una parte de mí, mi alma, se puso de pie pensando que ya nunca volvería a andar pero sí a volar. ¡Gracias, amigo!
Conozco desde siempre a tus hijos Gelete, Pablo y Hugo y a tu sobrino Fonsi, y me siento honrado por el cariño y amistad que siempre me han transmitido.
Cuando volví a competir en moto de agua siempre tuve tu apoyo, tus consejos y sabiduría y sentí tu fuerza en todo momento.
El tiempo pasó cimentando nuestra amistad y cuando me vine de corresponsal de la revista a USA, en uno de tus viajes a Florida me llamaste y como querías, te enseñé en moto de agua los parajes más bonitos de la idílica Miami mientras contestabas a mis preguntas. Otro día inolvidable para mí. Sé que te gustó el entorno, pero siempre me decías que España era mejor. Estoy escribiendo y todavía no me creo que te hayas ido al Olimpo de los inmortales.
Todo el mundo sabe de tus triunfos, de tus logros deportivos, 12+1 Campeonatos del Mundo y 23 Campeonatos de España, pero lo que no saben es tu capacidad de trabajo. De ti aprendí hace mucho que para ser un deportista increíble y un ser humano extraordinario hay que tener fuerza, raza y la humildad de ser agradecido, cualidades que tenías y compartías con tus amigos persigiendo sueños.
Quiero expresar mi malestar a los estamentos que eligen los ganadores del premio Príncipe de Asturias al deporte y reclamarles tan merecida distinción para Ángel.
La vida me ha dado la oportunidad de conocer personas o personalidades que han marcado mi corazón, pero muy pocas tanto como tú. Siempre que sonaba el teléfono y necesitabas algo, dejaba todo para poder ayudarte.
Ángel Nieto, alma máter del motociclismo español y considerado uno de los mejores pilotos del mundo, sólo me queda agradecerte de corazón todo lo que has dado por los tuyos, por el deporte del motor y por España.
Siempre que hablo de ti, mi cara dibuja una sonrisa. A partir de hoy, seguiré sonriendo recordando tu grandeza y mirando al cielo.
¡Te quiero mucho, amigo!
arodriguez@luike.com