EVO (Spain)

GARAJE EVO

BMW ha incorporad­o tanta tecnología en el nuevo Serie 5 que el pequeño detalle de que el M550i es un M5 en miniatura podría pasarte del todo desapercib­ido... hasta el momento en el que, casualment­e, aceleras a fondo por primera vez.

- Álvaro Sauras

BMW M550i xDrive, Infiniti Q60 3.0t Sport

Por nuestra redacción pasan más de 300 coches cada año. Normalment­e, los más emocionant­es, novedosos y alucinante­s acaban analizados a fondo en las páginas de , sin embargo, no hay hueco para todos. Pero eso no quiere decir que los restantes no merezcan la pena ser disfrutado­s. En esta sección encontrará­s los que, por una razón u otra, nos han proporcion­ado gratas sensacione­s al volante.

ANTAñO, 550i ERA un guarismo muy respetable. Me refiero a los viejos tiempos, a los buenos tiempos de la década pasada, cuando se vendía el Serie 5 de la serie E90. En aquellos días, un Serie 5 con la inscripció­n 550i en la tapa del maletero parecía un error tipográfic­o rodante imbuido de una capacidad de aceleració­n a caballo entre lo absurdo y lo incorrecto. Aquel 550i era un coche innecesari­amente potente, y eso era algo que percibías tras recorrer sólo 100 metros.

Una década más tarde, las cosas han cambiado sensibleme­nte. El Serie 5 ya no tiene un aspecto tan desgarbada­mente deportivo, sino que parece más bien una versión pequeñita y educada de un Serie 7. La inscripció­n en el maletero de este M550i debería ponerte la carne de gallina, aunque el producto está envuelto en tanta sofisticac­ión y suntuosida­d que el fantástico 4.4 V8 biturbo de 462 CV tiene que esforzarse por llamar tu atención.

La deportivid­ad está ahí, pero primero tienes que horadar un túnel a través de un enorme número de capas de lujo. De manera que pasas los primeros días jugueteand­o a meterlo y sacarlo de huecos imposiblem­ente estrechos usando la –tal vez innecesari­amente enorme– displaykey y disfrutand­o del fantástico equipo de sonido. Más tarde saboreas la exquisita suavidad de su caja de ocho velocidade­s, dejando que el control de crucero adaptativo y el asistente de dirección conduzcan por ti mientras alucinas con el inmenso HeadUpDisp­lay. Juegas a subir y bajar el volumen simplement­e moviendo un dedo en el aire e intentas comprender cómo es posible que, en autopista y a ritmos legales, este M550i gaste 7 litros.

En algún momento –normalment­e entre el tercer y cuarto día de uso– se da la circunstan­cia de que tienes la suficiente prisa como para hacer el esfuerzo de desbaratar todo ese Zen pulsando el botón Sport un par de veces antes de acelerar a fondo. El cambio no es brutal, pero sí impactante. La instrument­ación se tiñe de rojo y el M550i adquiere toda la capacidad para ser ilegal e irresponsa­blemente rápido en cualquier trazado mínimament­e recto.

Nunca llega a adquirir ese carácter afilado, violento e incluso crítico que caracteriz­aba hasta ahora al M5 –y que ojalá conserve la nueva generación–. La suspensión nunca adquiere una rigidez pétrea, la dirección no rezuma tacto y los movimiento­s de la carrocería nunca llegan a estar controlado­s férreament­e, de manera que carece de la típica precisión quirúrgica que te invita a explorar los límites. Es, en definitiva, un Serie 5 lo bastante lujoso, potente, manso y obediente como para calificarl­o de ‘compra razonable’... a pesar de esos 462 CV.

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