UN MCLAREN EN LOS DOMINIOS DE FERRARI
Conducimos el fantástico McLaren 720S desde Roma hasta el Reino Unido, pasando por los territorios de Ferrari y por algunas de las mejores carreteras del mundo.
Conducimos el fantástico McLaren 720S a lo largo de los territorios de Ferrari y por algunas de las mejores carreteras del mundo
SUs Marcadas Facciones italianas no se alteran. Y es imposible saber si abre los ojos asombrado, porque están escondidos tras unas impenetrables gafas de sol. Todo pasa en un momento. El desaliñado prototipo de pruebas, basado en un Ferrari 488 GTB pero con entradas de aire curiosamente ensanchadas con respecto al modelo normal, aparece sin previo aviso a la entrada de la horquilla a izquierdas justo cuando comienzo a inscribir el McLaren 720S en la misma curva pero en sentido opuesto. El señor Piloto de Pruebas de Ferrari está entrando en la curva trazando, lo que supone que tiene al menos medio coche en mi carril, pero tan solo necesita un gesto de muñecas para cerrar la trayectoria y evitar por centímetros la colisión con el morro de carbono del McLaren.
Creo que hubo un ligero movimiento de su cabeza hacia mí. Mantuvo el tipo, pero no tanto. Y tampoco les acuso de ir rápido, ni a él ni a sus dos compañeros que van siguiendo sus pasos y dejando sus propias marcas negras de goma en la salida de la curva al volante de sendos prototipos del Portofino. Es domingo por la mañana, en su ruta de pruebas. En su territorio. El de Ferrari. Seguro que él no esperaba ver al ‘enemigo’, especialmente no el más novedoso y feroz de la oferta. Pero aquí estamos, pisoteando sus propios caminos como si un felino biturbo de Woking marcara el asfalto de Módena con gasolina de 98 octanos.
Rebobinemos hasta la hora de la comida del sábado, en un lujoso hotel de Roma. El evento de McLaren ha concluido y los camaradas de este 720S con matrícula Y100 MCL ya se están ya subiendo a un camión, camino a Woking. El destino de este coche es bien distinto, ya que espera pacientemente a más de 30 grados de temperatura, con ambas puertas levantadas como las alas de un exótico insecto. Entre el calmado y tímido alboroto, un hombre de pelo canoso pasea y levanta su iPhone, metido en una funda de cuero. Ahí, en la parte trasera de la funda, hay un Cavallino Rampante en su fondo amarillo. Esto está en marcha.
Nuestro plan es relativamente sencillo. Mientras el fotógrafo carga sus maletas y la bolsa del trípode en el sorprendentemente generoso maletero delantero del 720S, intento revisar sobre el mapa de mi teléfono algunas notas que tomé antes y un mensaje de un compañero de redacción con números de carreteras. Nuestro objetivo es dirigirnos al clásico territorio de la Mille Miglia en la Toscana, no sólo por la competitiva rivalidad con Ferrari, sino porque también hicimos un Coche del Año evo en esta zona y las carreteras dejaron mella en mi compañero. Es casi un hecho que, entonces, serán de primer nivel.
Ahora sólo tenemos que llegar hasta allí, y para eso primero hay que salir de Roma. Llegado este punto habrás sacado la conclusión de que el 720S es un superdeportivo tan utilizable como ninguno. No es sólo la combinación del motor turbo atiborrado de par y las inapreciables transiciones del cambio de doble embrague; es más la increíble visibilidad que tienen los ocupantes del McLaren lo que marca la diferencia. Nos hemos acostumbrado a coches de Woking que ofrecen una postura de conducción casi perfecta y una amplia vista al exterior, pero en el 720S la mezcla de estrechos pilares A y los revolucionarios montantes C de cristal dan como resultado algo parecido a la visibilidad cercana a los 360 grados de un avión de combate. Hoy esto es algo bastante útil, porque aunque no tengamos un MiG intentando fijarnos como objetivo mediante el calor que emana del vano motor del 720S, hay montones de Fiat conduciendo peligrosa y erráticamente a nuestro alrededor e, inefablemente, un Audi A6 conducido por un italiano y circulando a escasos milímetros del difusor del McLaren.
Muchas de las carreteras en la salida de Roma y hacia el norte están en bastante mal estado, pero el 720S es imperturbable. La puesta a punto del Proactive Chassis Control (PCC) con amortiguadores hidráulicos ha sido elogiada desde los primeros
Izquierda: Un superdeportivo inglés en la tierra de Ferrari y Lamborghini. Abajo: San Quirico d’Orcia apenas ha cambiado desde que en estas calles resonaran los clásicos coches de carreras de la Mille Miglia.
‘En los modos Sport y Track de motor, cambio y chasis, el McLaren estira cada músculo y entra en erupción’
MP4-12C por su chocante comodidad, y esta segunda generación en el 720S es aún mejor. La nueva programación electrónica no recrea una marcha mullida e inestable, sino una con la flexibilidad exacta para dar la impresiónn de que ninguna superficie es un reto. A pesar de todo, una insistente vibración en el volante me hace temer que tengamos que sufrir 2.500 kilómetros la pérdida de un contrapeso de una de las llantas. Afortunadamente, no es más que una consecuencia de la penosa superficie de las carreteras que conectan con la 'Autostrada' A1, algo que antes se llamaba ‘dirección informativa’. Menos mal que McLaren sigue apostando por una dirección con asistencia hidráulica.
Con el coche repostado con gasolina Super 98 y nosotros con agua mineral y unos excelentes paninis –¿cómo puedes encontrar cosas tan ricas en un sitio tan mundano?–, seguimos dirección norte, con el 4.0 litros V8 apenas incordiando. Sin apenas exigirle y con el McLaren Active Dynamics Panel inactivo, apenas se escucha un ‘ummm’ metálico sobre nuestros hombros, que sube de volumen hasta un ‘UMMM’ si pisamos algo más el acelerador. Es un sonido poco melódico y duro, y es fácil entender por qué algunos critican a McLaren por su falta de carácter o, más bien, carisma. Es un coche nada exigente a estas velocidades, que son a las que inevitablemente pasas la mayoría del tiempo. Algunos siempre desearán algo más de teatralidad de su supercoche.
Nuestra idea es seguir por la A1 hasta Querce Al Pino antes de girar hacia el oeste, lo que debería llevarnos a un tramo de la ruta de la Mille Miglia entre los pueblos de Radicofani y San Quirico d'Orcia, una sección entre Viterbo y Siena, situada justo despues del punto intermedio que representaba Roma.
Es en carreteras como éstas donde héroes como Eugenio Castelotti y Piero Taruffi habrían maltratado un modelo de Ferrari como el brutal 121M de seis cilindros en la carrera de 1955, donde el sudor se mezclaba con polvo, grasa y arena, mientras peleaban por mantener sus neumáticos medio desintegrados en contacto con el asfalto y bajo el abrasador sol italiano. Es difícil hacerse a la idea de que en la misma carrera de 1.600 kilómetros cerraban la parrilla de más de 500 coches hasta Isetta de tres ruedas. La Mille Miglia no era sólo una carrera que atravesaba media Italia; tambien era tan emocionante que cautivaba y atrapaba a la mitad de la población.
Taruffi, un tipo más astuto y curtido que el fogoso Castelotti, se convirtió con su Ferrari oficial en el principal rival de Stirling Moss en la carrera de 1955, en la que Castelotti abandonó poco después de la salida. Y fue en este tramo donde Taruffi quedó fuera por problemas mecánicos, dejando expédito el camino hacia la meta al Mercedes-Benz SLR de Moss, que galopó hasta una de las más grandes victorias de la historia del automovilismo, con Enzo indudablemente enfadado por semejante derrota en casa.
Abstraído momentáneamente, pensando en el ritmo y la furia de aquella carrera, devuelvo mi aten-
ción al presente y a la seductora escena que ocurre ante nosotros. Una hilera de cipreses marcha rumbo al horizonte y hacia una mansión en lo alto de una colina, con sus sombras creciendo sobre los dorados y suavemente ondulantes campos en lo que bien podría ser el anuncio de un supermercado premium. Y en medio de todo, el McLaren en este color blanco grisáceo que recuerda a la cerámica, con una capa de insectos incrustados cubriendo su proa, se lanza hacia delante entre estrechos valles, pasando por granjas desiertas y junto a ejemplares de Fiat en lenta descomposición, abandonados hace mucho tiempo.
La SP478 es la ruta de la Mille Miglia y es donde el 720S sale de su letargo. Tales son las monstruosas prestaciones del coche que hasta ahora apenas he acariciado sus posibilidades. Experimentando con los modos Sport y Track del motor, el cambio y el chasis en los selectores de la estilizada consola central, el McLaren estira cada músculo y simplemente entra en erupción. Puedo dar cifras al respecto, además, puesto que entre que conduje el coche y escribí esto, me monté con cierto nerviosismo en un 720S en el Centro de Pruebas de Millbrook y vi lo siguiente: 0-100 km/h en 2,9 segundos, 0-160 en 5,6 seg. y 0-290 km/h en unos absurdamente accesibles 19,4 segundos, y esta última velocidad en menos de 1,6 kilómetros.
Esto ya no es conducir, es una salvaje experiencia física y mental. Un brutal experimento científico donde la materia orgánica y blanda –yo, tristemente– es expuesta a fuerzas que no había sido diseñada para soportar. El principal reto es poder procesar todo lo que está ocurriendo. Hay momentos en los que pienso que mi cerebro es un ordenador prehistórico cuando debería ser una supercomputadora de Silicon Valley, y el resultado es que, tras unos minutos, tengo que relajarme y aminirar para asimilar lo que pasa. Aquí, de repente, estoy ante el verdadero 720S, un coche que no necesita desvelar sus secretos desde un primer momento.
Estas carreteras no son sólo bonitas de admirar y sinuosamente entretenidas. Su topografía es curiosamente similar a la de las carreteras secundarias de Reino Unido, con pronunciadas crestas y olas longitudinales de baches. El encanto de la suspensión del 720S es que seleccionar el modo Track no te ofrece únicamente un coche rígido que sólo sirve en un moderno y liso circuito. Pone el coche en máxima alerta y es delicado, sí, pero reacciona a la carretera sobre la que trabaja, como si los ingenieros de McLaren supieran que siendo más duro sería inutilizable. Un momento concreto lo resume todo: la carretera as-
ciende a una colina a través de una doble curva en 'S' que parece inofensiva de lejos, pero que va seguida de una curva a izquierdas de 90 grados que no ves venir. Al ritmo que lleva el 720S, el cambio de rasante se convierte en un salto de esquí y el McLaren se separa del suelo un instante. Si quiere trazar la curva, tendrá que aterrizar, recolocarse y girar, todo a la vez. Increíblemente, lo consigue.
Es media tarde cuando llegamos a San Quirico d'Orcia. Metemos el McLaren por las estrechas callejuelas medievales y con la constante compañía de un grupo de chavales en bici, que nos siguen con ojos como platos. Hacemos fotos hasta que el sol se esconde tras el horizonte y, entonces, volvemos a cargar todo en el McLaren para conducir hasta nuestro hotel en Sassuolo, junto a Maranello, a unos 250 kilómetros. El viaje enseguida se convierte en una tediosa faena en la oscuridad que sólo mejora cuando hacemos una parada imprevista para comer pizza, porción tras porción, sobre la brillante cubierta del motor del McLaren. El 720S pasa de ser un rabioso supercoche a un GT para largas distancias perfectamente soportable, aunque no es perfecto. El navegador se ha mejorado pero sigue siendo un poco tosco, las puertas a veces no cierran bien, el asiento empezó a provocarme molestias en la espalda y en la pierna derecha antes incluso de dejar Roma –ahora sí que duele– y, aunque el maletero es generoso, apenas hay huecos en el habitáculo para los desechos habituales de un viaje en carretera. A decir verdad, todo funciona, pero te- nemos la extraña sensación de que en cualquier momento podría rompersele alguna tripa.
Al caer la noche, el 720S está prácticamente solo en la carretera que lleva al norte, recorriendo largos túneles bien iluminados y una interminable oscuridad, con las estrellas parpadeando a través de los paneles transparentes que forman el techo del McLaren. La palanca para cambiar de luces cortas a largas podría quedar un poco más a mano, pero el constante y nítido haz de luz fría que se alarga frente a nosotros compensa con creces ese pequeño fallo. El ruido aerodinámico es evidente, pero no alrededor de las juntas o los retrovisores, sino más bien como el continuo sonido del aire contra el fuselaje de un avión, mezclado con el murmullo de los Pirelli en dimensiones 305/30 ZR20 y el ronroneo constante del motor M840T, ocasionalmente acompañado por el malvado silbido de los turbos cuando aceleramos en una cuesta o adelantamos a un camión. Es casi de día cuando finalmente me meto en la cama, casi 24 horas después de comenzar la jornada, aún dolorido por el asiento del conductor e impresionado por la velocidad y las aptitudes del coche. Feliz.
A la mañana siguiente estamos tomando capuchinos y comiendo bollería en el Maranello Café de la Piazza Liberta, en Maranello. Es una soleada y somnolienta mañana de domingo, y hemos llegado al hogar de Ferrari. Un 458 y un Testarossa pasan por delante, patrullando su territorio, y de vez en cuando vemos algún viejo y pobre California de una de las numerosas
‘En los dominios de Ferrari les encanta un buen coche de altas prestaciones, lleve el logotipo que lleve en el morro’
compañías de alquiler de Ferrari, dejando un rastro de agua, vapor y humo de aceite, mientras lo ‘calienta’ un joven empleado tras el lavado matinal, probablemente antes de otro día de abusos por parte de turistas.
No estaba seguro de qué tipo de recibimiento tendríamos pero, aunque hay un claro orgullo por el equipo local y guasa sobre el aspecto del rival británico, también hay amplias sonrisas y gestos acogedores para el McLaren. Aquí les encanta un buen coche de altas prestaciones, lleve el logotipo que lleve en el morro.
Decidimos salir de la ciudad hacia una carretera que utilizan los probadores de Ferrari y, al poner rumbo a las colinas, nos topamos con un pequeño café a pie de carretera que parece merecer una breve parada. Aparcar un 720S justo delante de la puerta del establecimiento es una manera segura de generar conversarción, incluso si casi todo es comunicación no verbal, y rápidamente reconozco al propietario del Testarossa que vimos antes. Su nombre es Gigi y el 'Rossa' era originalmente de su difunto padre. Al parecer el primero que tuvo se accidentó, y este data de 1990. Ahí, en la pared del bar, hay una enorme fotografía enmarcada de su padre, Giancarlo, riéndose de algo junto a un joven Piero Ferrari en la calle de boxes de Fiorano. Mientras tomamos un expreso tan fuerte que hace parecer enclenque a nuestro corpulento fotógrafo, hablamos de coches y Ferraris, con Gigi desestimando a sus rivales locales de Lamborghini a favor a sus amados coches rojos. Esta es la auténtica esencia Ferrari, y no el hortera imperio global de 'merchandi- sing' y famoseo. El lugar es cálido y animado, como la gente y el clima. Uno se siente bien aquí.
El desafiante asfalto de la ruta de pruebas ‘corta’ de Ferrari ayuda a explicar por qué los Ferrari modernos van tan bien en las carreteras de Reino Unido, pero queremos terminar el día en Sant'Agata Bolognese, o para ser exactos, en Lamborghini Automobili SpA, Vía Modena 12. Y tenemos el tiempo exacto para llegar, pasando por uno de los lugares preferidos para los fotógrafos, ese al que van corriendo durante una presentación de Ferrari cuando el tiempo escasea.
Probablemente lo habrás visto muchas veces en revistas: una aparentemente interminable secuencia de curvas cerradas, pronunciadas cuestas y las oscuras sombras de los árboles cercanos. He decidido que, en nombre de la ciencia y para conseguir la irrelevante pero amada ‘fotografía de costado’, es el momento de desconectar el ESP y el control de tracción. Lo que no había percibido hasta ahora es lo inteligentes que son estos sistemas en el 720S, porque deben trabajar como locos en un segundo plano. Liberado, realmente entiendes lo que significa tener más de 700 CV disponibles en un coche relativamente ligero.
Nunca he andado en una cuerda floja, pero debe de parecerse a la situación en la que me encuentro ahora mismo. Curiosamente, no es aterrador. Completamente cautivante, espantosamente intenso y reconfortante, pero no intrínsecamente espeluznante –al menos no si interpretas lo que te dice el coche–. Lo digo sin intención de hacerme el héroe, por una sencilla razón: todo lo que
el coche hace está definido por una absoluta precisión. Cada toque del volante, movimiento del chasis o golpe de acelerador está delicada y precisamente asociado a una orden o una reacción. El mensaje es tremendamente claro: un movimiento en falso, aunque sea pequeño, y pagarás las consecuencias, potencialmente dolorosas, pero con cabeza y manos puedes confiar en la transparencia del intercambio de información entre coche y conductor.
Aun así, y a pesar de los mientras me teletransporto entre curvas, la parte trasera de mi camiseta está incómodamente húmeda a pesar de los esfuerzos del aire acondicionado, así que bajo ambas ventanillas, y de paso descubro el auténtico sonido del 720S.
Por un lado está ese rabioso y arenoso sonido industrial del V8, acompañado de algo más: un susurro espectral como el de un avión P51 Mustang en caída libre. El sonido de los enormes turbos creciendo y menguando con el aire, junto a un aleteo como el de un pájaro enjaulado, al desinflarse los turbos cuando levanto el pie del acelerador. Llevar el 720S hasta las 8.000 rpm en los espacios tan reducidos de esta localización es una cosa de locos. Es una experiencia electrizante que me recuerda instantáneamente a los vídeos de los Grupo B de rallyes que tengo en la memoria. Una vez tras otra los frenos carbocerámicos detienen el coche hasta casi pararlo para afrontar la siguiente curva cerrada en descenso. Es casi aplastante. Y entonces la mula del 488 GTB aparece...
Apenas digo nada de camino a Lamborghini o, incluso, una vez allí, en realidad porque me siento mentalmente exhausto. No quiero conducir así más por hoy, pero estoy contento de haberlo experimentado. Son las cuatro de la tarde, y el camino de vuelta a Inglaterra es largo. Faltan unos 1.600 kilómetros para llegar al hogar, con el asiento aún torturando mi columna vertebral, pero me he enamorado del 720S hasta la médula. En cada parada que hacemos para repostar me paseo alrededor del coche, deleitándome aún con los detalles y todavía lleno de entusiasmo. Tiene un aspecto único y es rápidamente reconocible como un McLaren, lo cual es un colosal logro para una compañía tan joven. Como a muchos, no me convenció la primera vez que lo vi, pero ya me ha ganado.
¿Qué clase de coche es este 720S? La emoción es una importante parte del mito de Ferrari y sus coches, pero no es su único rasgo. La precisión es, para mí, la característica que mejor define al 720S, pero no en absoluto es la única. Si McLaren hubiera intentado copiar el saber hacer de los italianos, el experimento podría haber acabado mal. Pero no creo que sea el caso. McLaren se ha convertido en el gran rival de Ferrari, y esperamos que esto empuje a los italianos a crear coches aún más geniales. Mientras tanto, no tengas duda de que McLaren ya habita en el Olimpo de los superdeportivos... incluso aunque ese lugar sea algo así como el patio trasero de Ferrari.
‘Tiene un aspecto único y es rápidamente reconocible como un McLaren –un colosal logro para una compañía tan joven–’