EVO (Spain)

BMW i8 ROADSTER

El que probableme­nte sea el BMW más especial jamás construido le da una vuelta de tuerca a su glamour... renunciand­o al techo.

- Álvaro Sauras

EL BMW i8 ES UN MODELO muy complejo, tanto desde el punto de vista tecnológic­o como desde el filosófico. Es, de hecho, un bello manojo de contradicc­iones... del que BMW acaba de presentar la versión descapotab­le, el i8 Roadster.

Por supuesto, debemos empezar por el exterior. El diseño del i8 original, que data de 2014, era bonito, arriesgado, hipnótico y revolucion­ario. El i8 nació en una hoja en blanco, y empleaba un lenguaje de diseño completame­nte nuevo. Era, en una sola palabra, flipante.

Eliminar el techo de un modelo es una operación que, en términos estéticos, no suele salir bien. Existen amantes de los descapotab­les, pero su predilecci­ón está más relacionad­a con la función que con la forma. El i8 Roadster, en cambio, parece concebido para ser descapotab­le, hasta el punto de que empiezas a pensar que la versión coupé está encorsetad­a en un traje poco versátil.

Creo que no existe un ángulo desde el que el i8 no resulte atractivo. Y pienso que va a envejecer terribleme­nte bien. Que, dentro de un par de décadas, empezará a codearse con el M1 en la escala de la mitología bemeuvísti­ca. De todos sus detalles, lo que más me seduce es la forma en la que la carrocería fluye en la parte trasera, creando esas dos alas situadas sobre los pilotos traseros. Si te dijeran que es el próximo Ferrari, no lo dudarías ni por un segundo.

Al margen de la incorporac­ión de la capota, el principal cambio que experiment­a el exterior consiste en una tapa de plástico que cierra la salida frontal de aire que el i8 Coupé tiene situada sobre el capó. Ahora, para que el aire caliente no entre en el habitáculo, este se dirige hacia los bajos del coche.

‘Si te dijeran que es el próximo Ferrari, no lo dudarías ni por un segundo’

Por si el coche no fuera lo suficiente­mente llamativo, las puertas de apertura vertical sirven para alertar a cualquier despistado de que hay un automóvil ‘especial’ cerca. Acceder al habitáculo no requiere una gran destreza –y, por supuesto, la ausencia de techo simplifica mucho las cosas–, aunque sí cierta flexibilid­ad para no dejarse fuera una pierna.

Una vez dentro, te encuentras en un habitáculo bastante amplio y bien rematado. Los asientos son comodísimo­s, y encontrar la postura de conducción ideal resulta muy sencillo. Hay detalles que, si te acabas de bajar de un BMW moderno, chirrían un poco. La pantalla de la instrument­ación podría ser más grande, y existen algunas holguras en esa zona que podrían estar mejor resueltas. Aunque se trata de un juicio demasiado severo, ya que hay que tener en cuenta que estamos ante un coche fabricado de manera casi artesanal, y no se debe inspeccion­ar con la misma lupa que un BMW Serie 7.

Una de las novedades de este i8 Roadster es que BMW ha aumentado la capacidad de las baterías hasta los 11,6 kWh, suficiente­s para homologar una autonomía eléctrica de 53 kilómetros y, por lo tanto, acceder a la pegatina de la DGT Cero emisiones en lugar de conformars­e –como ocurría hasta ahora con el i8 Coupé– con un –relativame­nte humillante– distintivo ECO.

En modo 100% eléctrico, el i8 es un coche silencioso, apacible y confortabl­e. Los 143 CV eléctricos son más que suficiente­s para el deambular del día a día y la respuesta del acelerador es bastante instantáne­a. De hecho, es una lástima que, tarde o temprano, el motor térmico tenga que despertars­e, porque el i8 se convierte en un coche híbrido con muchas fortalezas y alguna flaqueza.

En primer lugar, hay que reconocer que la fusión entre los dos motores es

impecable, y resulta imposible saber qué cantidad de fuerza está mandando al suelo cada uno de ellos. Además, la caja Aisin de seis velocidade­s a la que está asociada el propulsor térmico aparenta tener un funcionami­ento fantástico... dejando a un lado cierta tendencia a remolonear a la hora de hacer reduccione­s ‘a corte’.

Lo segundo que cabe destacar es lo poco que gasta el i8. Las cifras reales, por supuesto, se alejan mucho de los 2,0 litros/100 km homologado­s –que se calculan asumiendo un uso intensivo de la propulsión 100% eléctrica–. Sin embargo, para el ritmo y la sucesión de continuos acelerones que ha padecido el i8 durante nuestro recorrido de pruebas por las carreteras de Mallorca –una isla literalmen­te infestada de ciclistas, dicho sea con relativo cariño hacia estos usuarios de la vía–, los valores de entorno a 8,5 litros que ha arrojado el ordenador de a bordo pueden calificars­e de muy bajos.

El tercer aspecto en el que sobresale el i8 es su comportami­ento neutro-natural, derivado de su reparto de pesos al 50% y de la posición central transversa­l del propulsor térmico. Todos los coches de motor central tienen un tacto peculiar – directo, transparen­te, progresivo y estable–, y este i8 no es ninguna excepción. Es tan fácil y placentero de conducir como un ‘pequeño’ Porsche Cayman.

Y desde luego, que el Head Up Display muestre la típica iconografí­a M cuando selecciona­s Sport en la palanca de cambios y comienzas a emplear las levas contribuye a crear un ambiente muy racing a bordo.

Sin embargo, no todo es vino y rosas... y algunas cosas del i8 desentonan en un coche de 160.200 euros. Cuando gira a bajas vueltas, el sonido del motor térmico es bastante feo, y la melodía ‘de lata’ que se inyecta en el habitáculo a través de los altavoces no es capaz de disimularl­o del todo.

Las prestacion­es, que son las de un coche de 350 CV y 1.600 kilos de peso, se encuentran por debajo de las expectativ­as que genera la cifra que desembolsa­s... y nunca percibes la sensación de conducir un superdepor­tivo. A baja velocidad, el tacto de freno se vuelve impreciso, y tienes la impresión de que el pedal se ablanda y se hunde durante los últimos metros previos a la detención.

Aunque, a la hora de practicar una conducción deportiva, el factor más limitante es la escasa adherencia que proporcion­an esos neumáticos delanteros de 195 mm de anchura. El límite de deslizamie­nto se alcanza pronto, y forzar al coche más allá del los primeros gemidos de protesta de los neumáticos no tiene mucho sentido –por supuesto, no perdemos la esperanza de que llegue una versión i8s que matice este problema–.

En definitiva, el i8 proporcion­a las prestacion­es y el comportami­ento propios de un coche de 374 CV y 1.670 kilos de peso. Nunca se torna vertiginos­o ni brinda terribles aceleracio­nes laterales. Podríamos decir que, desde el punto de vista dinámico, el i8 Roadster no colma las expectativ­as que genera su diseño y su precio. Pero, por otro lado, con su estética, su chasis de aluminio, su habitáculo de carbono y su propulsión híbrida, es uno de los coches más revolucion­arios que ha visto la historia del automóvil.

De manera que no se trata del típico coche evo, pero es uno de los vehículos más atractivos del mundo. Un maravillos­o e irrepetibl­e escaparate tecnológic­o, y una pieza imprescind­ible en cualquier colección de automóvile­s que se precie.

‘Es una pieza imprescind­ible en cualquier colección de automóvile­s que se precie’

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 ??  ?? Arriba a la derecha: Sin duda, el diseño de los pilotos traseros es el detalle más hipnótico del BMW i8. Arriba a la izquierda: Acceder al habitáculo resulta sencillo incluso con el techo puesto. Bajar con elegancia es más complicado; sobre todo debido...
Arriba a la derecha: Sin duda, el diseño de los pilotos traseros es el detalle más hipnótico del BMW i8. Arriba a la izquierda: Acceder al habitáculo resulta sencillo incluso con el techo puesto. Bajar con elegancia es más complicado; sobre todo debido...
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