EVO (Spain)

MERCEDES-AMG S63 L

El renovado Clase S no ha perdido ese aire de imperturba­ble superiorid­ad.

- John McIlroy, Javier Álvarez

S JUSTO DECIR QUE LA EXPERIENCI­A que disfrutará­n la mayoría de propietari­os de un Mercedes-AMG S63 difiere bastante de la de un asalariado periodista del motor que pasa una semana con el coche para intentar averigurar sus bondades.

Sus casas serán más caras, eso para empezar. Y probableme­nte no tendrán que dar vueltas durante diez minutos en busca de una plaza de aparcamien­to lo suficiente­mente grande para el S63, ni acercarse lo justo al bordillo como para no taponar una estrecha calle y tampoco rascar las grandes llantas.

Siempre resulta una sorpresa lo enorme que se siente el Clase S en una conducción normal y corriente, y sobre todo el ritmo que es capaz de llevar en una conducción al estilo . Ahora, con el omnipresen­te 4 litros V8 biturbo en lugar del antiguo bloque 5.5 litros, y una transmisió­n de nueve velocidade­s en vez de la vieja de siete, el S63 todavía devuelve cifras capaces de rivalizar con modelos más pequeños de la gama AMG: 612 CV, 900 Nm y la capacidad de acelerar de 0 a 100 km/h en 3,5 segundos.

Si pisas el acelerador a fondo, tendrás apenas un momento antes de que la caja de cambio baje unas cuantas marchas y los coches que hasta ese momento eran puntos en el horizonte, se conviertan en manchas pasando por las ventanilla­s laterales. Es como alcanzar la hiperveloc­idad en el Halcón Milenario. En invierno y sobre asfalto resbaladiz­o, al control de tracción le cuesta contener tanto músculo, pero la batalla larga –este motor no está disponible en la versión corta– le aporta al S63 una gran sensación de estabilida­d, incluso cuando la trasera comienza a deslizar.

Los frenos son potentes a pesar de que el pedal parece puesto a punto más para aportar suavidad de uso que para ser comunicati­vo o modulable. Además hay bastante agarre, aunque el S63 no enmascara tan bien su tamaño en curvas como lo hace en aceleració­n. Desde el principio notas siempre lo ancho que es el coche –a menudo por lo lejanos que suenan los ‘tuc, tuc’ al pasar una junta de dilatación–. Si eliges ‘Sport’ o ‘Sport+’ sorprende lo poco que balancea la carrocería para un vehículo tan grande.

Definir el S63 como ágil sería pasarse, y en carreteras deslizante­s tanto el peso del coche como la relativame­nte rápida dirección pueden sobrepasar su capacidad de giro, provocando un breve episodio de subviraje. A la precisión de la dirección no se le pueden poner pegas, aunque como hemos dicho se ha priorizado el aislamient­o frente a la interacció­n.

Pero no pasa nada. Un automóvil como el S63 siempre irá acompañado de la pregunta “¿por qué?”; y también de la réplica “¿y por qué no?”. Lo que más impresiona no son sus prestacion­es –aunque sean difíciles de creer–, sino el hecho de que sus ingredient­es básicos permiten que siga siendo uno de los mejores coches de lujo del mundo, a pesar de la intervenci­ón de AMG. La comodidad de marcha hace sombra a casi cualquier otro vehículo de la carretera, y además el motor es prácticame­nte inaudible salvo que lo despiertes a golpe de pie derecho o mediante el botón del escape de la consola.

El S63 es emocionant­e por su incoherent­e velocidad más que por cualquier otra cosa más palpable, pero poco te importará cuando te subas al habitáculo para realizar un viaje largo. Aparcar cuando llegues al destino ya es otro tema...

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