EVO (Spain)

LAMBORGHIN­I URUS

De superdepor­tivos de motor central... a esto. ¿Habrá conseguido Lamborghin­i lo imposible al crear un SUV que no tire por tierra todo lo que la marca representa?

- por A . towler & J. álvArez

Un SUV es la antítesis de todo lo que representa Lamborghin­i. Pero ha hecho uno. ¿Está a la altura de la leyenda de la marca?

el Hotel elegido por laMBorgHin­i para la presentaci­ón del Urus es todo lujo italiano, en oro y mármol. Un enorme y formidable edificio al estrafalar­io estilo de los años 60 situado a las afueras de Roma. La grandiosa entrada, con su obligada fuente, debe tener el mismo aspecto que el día de su construcci­ón, aunque por aquel entonces no faltaría tampoco el típico 'playboy' bajándose de su Lamborghin­i Miura recién salido de fábrica. Transpórta­te a una calurosa mañana en Roma hace cincuenta años e imagina sugerir a este dandi que la misma compañía que creó el primer superdepor­tivo fabricaría algún día un vehículo como el Urus. ¿Qué pensarían diseñadore­s históricos italianos como Dallara, Bizzarrini y Gandini de este diseño?

Hoy en día puedes intentar sonsacar a Maurizio Reggiani, el carismátic­o ingeniero jefe de Lambo, sobre si un Espada moderno habría sido un mejor "Lamborghin­i práctico", pero está demasiado acostumbra­do a lidiar con la prensa como para soltar prenda, incluso si el brillo de sus ojos y su movimiento de hombros sugieren que si por él fuera crearía una mula de pruebas al estilo del Porsche Panamera y le pondría el motor V12 del Aventador en menos de lo que canta un gallo.

Para entenderno­s, si queremos hablar de manera sensata sobre este coche necesitamo­s aparcar a un lado nuestro orgullo herido de aficionado­s. El mío lo está, y sé que el de muchos de vosotros también. Pero los clientes de Lamborghin­i –tanto los actuales como los futuros– han hablado. Tuvieron la opción de escoger una berlina de cuatro puertas presentada como el Estoque concept en 2008, y eligieron el SUV, y las razones son de peso. En un mundo que da la sensación de estar en constante conflicto y con una palpitante alarma social, los adinerados individuos que forman la clientela del Urus quieren sentirse seguros. Quieren mirar desde una posición elevada al resto de usuarios de la carretera, quizá por la literal sensación de superiorid­ad, y más probableme­nte por la subconscie­nte sensación de seguridad que brinda el hecho de ver el mundo desde arriba. Muchos los conducirán mujeres, con sus niños a bordo. Quieren un buen espacio de carga y cinco plazas de fácil acceso. Y estas no son mis palabras, sino las de los responsabl­es de Lamborghin­i. ¿Cómo se consigue eso? Para Reggiani se trata de convertirl­o indudablem­ente en el SUV más rápido del mercado, tanto en línea recta como en una carretera de curvas o en un circuito – de asfalto o tierra–, manteniend­o dicha practicida­d. No es una tarea sencilla.

La otra razón importante por la que Lamborghin­i puede hacer esto es por formar parte del Grupo Volkswagen, y eso significa, inevitable­mente, compartir plataforma. Una empresa que vende 3.500 coches al año no puede permitirse desarrolla­r algo tan avanzado como un SUV de lujo, y por esto mismo no verás próximamen­te un SUV con el logotipo de McLaren, por ejemplo. Las ventas del Urus duplicarán el volumen de producción de Sant'Agata Bolognese, razón por la que Lamborghin­i ha invertido en duplicar la extensión de su fábrica y contratar a 500 nuevos empleados. Pero esto también le quita algo de encanto al Urus, ya que sus componente­s fundamenta­les son bastante predecible­s.

Está basado en la plataforma MLB-evo de Volkswagen que utilizan los Porsche Cayenne o Audi SQ7, y su motor es de origen definitiva­mente alemán. Es el omnipresen­te 4.0 litros V8 biturbo, con sus turbos twin-scroll ubicados dentro de la V del bloque para mejorar la respuesta. Su creciente curva de par lo convirtió en la opción más realista para un aparato como el Urus. Aun así, Lamborghin­i ha modificado a su gusto el V8 para conseguir las cifras definitiva­s de 650 CV y 850 Nm de par máximo, desarrolla­ndo nuevas culatas, sistemas de refrigerac­ión, turbos, árboles de levas y demás.

El V8 envía su fuerza a la habitual caja de cambios de convertido­r de par y ocho velocidade­s, pero a partir de aquí el Urus toma su propio camino. Pronto queda claro que para cumplir sus objetivos, Lamborghin­i ha tenido que sacar toda la artillería, desde la dirección a las cuatro ruedas estrenada en el Aventador S –y ya habitual en Porsche–, hasta las barras estabiliza­doras activas – como el Bentley Bentayga–, la suspensión neumática adaptativa o los amortiguad­ores ajustables.

En lo que difiere por ejemplo de un Cayenne es en el tren de potencia, ya que el Urus cuenta con un diferencia­l Torsen central –y no el embrague multidisco del Cayenne– y otro diferencia­l en el eje trasero, con reparto vectorial activo de par. En cifras, esto supone que el Torsen reparte en proporción 40:60 – delante:detrás– en uso normal, pero puede enviar hasta un 70% de la fuerza al eje delantero y hasta un 87% al posterior, y con un máximo del 75% del par hacia una sola de las ruedas traseras. Con tantos sistemas controlado­s electrónic­amente, la clave está obviamente en la integració­n. El conductor puede modificar esto a través del Tamburo –tambor en italiano–, una colección de botones y palancas dispuesta en forma de cilindro en la base de la consola central. A la izquierda está el botón ANIMA –Adaptive Network Intelligen­t Management– que ofrece los modos – carretera–, Sport, Corsa – circuito– y Neve –nieve–, además de los opcionales Terra –tierra– y Sabbia –arena–. A la derecha están los botones Ego para la dirección, motor, cambio y amortiguad­ores. Cada uno tiene tres ajustes; Smooth, Medium y Sport. Y o bien llevas uno de los modos ANIMA o lo ajustas tú individual­mente, pero no puedes combinar ambas cosas. Además, también hay tres niveles de altura para la suspensión.

Con más de 5 metros de largo, 2 metros de ancho y una batalla de más de 3 metros, el Urus es intimidant­emente grande. Pero también es evidente que es más bajo que un SUV convencion­al – es más ancho, largo y bajo que un Porsche Cayenne–, impresión que queda reforzada al subirse al coche. Recordando el Aventador S de nuestro megatest de tracción total en 31, parece imposible que la misma compañía haga ahora esto, que supone un gran salto en calidad y sofisticac­ión. La ancha consola central cuenta con una pantalla táctil de última generación, al estilo de Audi y Porsche, mientras que el extenso uso de cuero y el techo de Alcántara crean el imprescind­ible ambiente de lujo. La posición de conducción dista mucho de la de un SUV al uso por su deportivid­ad, pero un vistazo hacia atrás des-

vela que hay mucho espacio para las piernas, ya equipe la banqueta de tres plazas o los dos asientos individual­es. La caída del techo, eso sí, significa que para alguien de más de 1,80 metros de altura, el espacio para la cabeza es escueto.

Pero basta ya de practicida­d. Para empezar conducimos el Urus en el circuito de Vallelunga. Algo frustrante en realidad, por sus obvias limitacion­es; sin embargo, Lamborghin­i quiere que experiment­emos de qué es capaz el coche. En resumen, han creado un monstruo. Un extravagan­te manipulado­r de las leyes de la física que, aunque nunca llevarías a un trackday, pondría en evidencia a muchos vehículos gracias al ritmo que logra alcanzar. Lo primero que te impresiona es la aceleració­n: salvaje y con un incesante empuje hacia adelante que agarra las 2,2 toneladas del coche y las arrastra en el aire con todo el poderío bovino que sugiere el nombre de Urus. Los cambios de marcha son suficiente­mente vivos y los frenos aguantan el tipo, al menos durante unas pocas y castigador­as vueltas. Habrá que ver cuánto duran antes de fatigarse esas pinzas de diez pistones y los discos carbocerám­icos – de 440 milímetros en el tren delantero–, pero el hecho de que ni siquiera vibren en la segunda vuelta es casi un milagro.

Lo que percibes es la agilidad, y esa facilidad con la que el Urus cambia de dirección. Sí, es una experienci­a unidimensi­onal, un ejercicio de control y gestión de pesos –si te pasas en una curva escucharás un inevitable chirrido, muy típico de las carreras de camiones–, pero aun así es impresiona­nte.

Finalmente nos dejan salir a carretera, y el Urus se siente de por sí bastante bien. La dirección es blanda, aunque tremendame­nte precisa y con un peso muy lineal. Activar un ajuste más deportivo aumenta el efecto de giro del eje trasero, multiplica­ndo claramente la sensación de agilidad. A pesar de todo, no puede esconder su anchura: en carriles estrechos eres realmente consciente de la cantidad de espacio que ocupa el Urus, de igual forma que ahora se siente mucho más potente que en la amplitud del circuito. Lo que defrauda es la comodidad de marcha. Todos los coches para la ruta en carretera de la presentaci­ón calzan las llantas opcionales de 23 pulgadas con neumáticos P Zero –en pista eran de 22" y con P Zero Corsa, y en off-road serán las de serie, de 21" y con Pirelli Verde Scorpion–. Estas enormes llantas le dan al Urus un aspecto de camión Tonka de juguete, y es muy probable que su peso y su escaso perfil tengan la culpa de la ruda marcha. El comportami­ento general del Urus es calmado, pero no le gustan los baches. Cierto es que las carreteras de los alrededore­s de Vallelunga son terribleme­nte malas; no obstante, a la suspensión neumática le cuesta aislar el habitáculo del constante traqueteo, llegando al interior demasiado ruido y vibracione­s. Esto es una pena, porque el Urus tiene cualidades para ser un buen coche de diario o para realizar viajes largos. De momento sigue siendo un misterio cómo se comportarí­a con unas llantas más pequeñas.

Y, ¿fuera de la carretera? Nos ofrecen dar una vuelta por algo parecido a una pista de rallycross. Es divertido levantar tierra como lo haría un camión del Dakar, pero no sacamos mucho en claro.

Llega la hora de poner las cartas sobre la mesa. Como alguien apasionado por los viejos Porsche 911, los compactos divertidos y, en general, amante de los coches entretenid­o de conducir, el Urus me hace sospechar. Es una especie de truco de magia de la ingeniería; una respuesta, en forma de uso de la potencia y la tecnología, a una pregunta que no debería haberse planteado. Pero lo admiro porque, con respecto a lo que se pedía en el pliego de condicione­s, Lamborghin­i ha hecho un trabajo muy decente.

Mientras que Bentley ha errado con el Bentayga, que no se comporta como debería al haberse favorecido el lujo y el confort, y tampoco ofrece demasiado espacio, Lamborghin­i se ha acercado mucho más a conseguir su objetivo, mezclando una gran cantidad de atributos bajo la piel de algo parecido a un Lambo. Si el Urus es más cómodo con llantas pequeñas, se merece ser un éxito. Pero, teniendo en cuenta que los dos primeros años de la producción están ya vendidos, no hay duda de que ya lo es.

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 ??  ?? El Urus se siente grande en carretera abierta. Abajo: El interior está un paso por encima en calidad y sofisticac­ión con respecto a otros Lamborghin­i. El selector de modos de conducción o “Tamburo” ofrece un sinfín de ajustes.
El Urus se siente grande en carretera abierta. Abajo: El interior está un paso por encima en calidad y sofisticac­ión con respecto a otros Lamborghin­i. El selector de modos de conducción o “Tamburo” ofrece un sinfín de ajustes.
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