RENAULT MéGANE R. S. v s VW GOL F GT I
EL Renault Mégane es uno de los modelos más vendidos, y el VW Golf GTI es el compacto deportivo más vendido en Europa. Cuál es el mejor?
Las variantes deportivas de los compactos más vendidos
Ssi hablamos de GTI, el VW Golf con ese mismo apellido es el rey indiscutible, al menos en cuanto a ventas en toda Europa y, por supuesto, en nuestro país. Lo lleva siendo desde su aparición en 1979, y eso de ser el primero le ha ayudado a lograr y mantener una áurea a lo largo de los años difícil no ya de igualar, sino incluso de seguir a cierta distancia.
Sería injusto decir que su reinado depende sólo de su nombre o de haber sido el primer GTI como tal porque, mucho más allá de eso, el Golf GTI es de esos coches que te enganchan cada vez que te pones a tus mandos, que te hacen disfrutar en un simple trayecto por las calles de tu lugar de residencia y que no dejan de hacerte sonreír cuando tratas de explorar sus límites en una carretera de montaña.
Precisamente, esa versatilidad es otro de sus grandes secretos, y es por eso mismo por lo que el Golf GTI es capaz de convencer con sólidos argumentos a cualquier tipo de cliente. Haz memoria. Seguro que has visto muchas veces a un veinteañero a los mandos de un Golf GTI, y no te ha llamado la atención. Y probablemente también has observado a alguien de treinta y tantos, cuarenta y tantos y hasta cincuenta y tantos, y tampoco te habrá sorprendido. Y todos hemos contemplado a sus mandos tanto a mujeres como a hombres, sin que nos llamase la atención. Y hemos visto looks macarras con gorras planas al volante, pero también a ejecutivos encorbatados, y tampoco nos ha chocado. Eso es, sin duda, el claro ejemplo de que el Golf GTI es un coche que gusta, y mucho, a todo tipo de conductores.
Pese a ello, son muchas las marcas que se esmeran en sacar versiones deportivas de sus compactos para tratar de tener algo diferente al Golf, pues ofrecer exactamente lo mismo está abocado a un relativo fracaso: llamarse VW Golf GTI es algo que tiene demasiado peso. Los últimos en volverlo a intentar son los chicos de Renault con su tercera generación del Mégane R.S. Mucho ha llovido desde los primeros Renault 11 Turbo, los R-19 16V o los Mégane 2.0 16V de finales de los 90, tanto que hace ya
unos cuantos años que son los responsables de Renault Sport los que se enfundan el mono a la hora de desarrollar su apuesta para el segmento de los GTI.
Desde que Renault Sport se puso manos a las obra con el Spyder en 1996 y el Clio RS 172 un par de años después, las versiones RS han destacado principalmente por su comportamiento, su eficacia en curva y las sensaciones deportivas que pueden extraer de unos simples chasis destinados en un principio a reventar las ventas con motores diésel de unos 100 CV.
Y es ahí donde los RS se han labrado su fama y donde han conseguido hacerse un hueco en el corazón de todos los aficionados al motor. Por eso, ahora que tengo en mis manos la tarjeta-llave de un Renault Mégane R.S., sé que hoy va a ser un día muy divertido. No es la primera vez que me pongo a los mandos del Mégane más deportivo del momento, pero sí es la primera ocasión en la que voy a poder probarlo por mis carreteras de siempre.
Sea como fuere, basta con sentarse en este coche para darse cuenta de que estás ante un compacto deportivo como tal, pensado para disfrutar de la conducción. Te sientes abrazado por los asientos deportivos, el rechoncho y blandito tapizado del volante te invita a aferrarte a él en cada curva, la instrumentación deportiva te recuerda levemente a los displays de los coches de competición y, cuando arrancas, al bronco sonido del escape te hace sonreír.
Hasta aquí, vamos bien. El problema es que ahí, a mi derecha, hay una palanca de cambios automática, y un par de levas por detrás del cambio. Que sí, que no me gustan los cambios automáticos. Pero esto también me recuerda que esta versión no puede llevar diferencial autoblocante, algo que sólo se ofrece en la variante manual cuando se opta por el chasis Cup. Sí, el chasis Cup, ese mismo que tampoco tiene esta unidad, que cuenta con el chasis Sport que llevan todos los R.S. de serie. Total, que estoy ante el Mégane R.S. más descafeinado que te puedes comprar. Veamos si es suficiente para poner contra las cuerdas al VW Golf GTI.
Debo reconocer que, pese a ser un R.S. light, este Mégane convence como deportivo desde el principio. El motor 1.8 Turbo de 280 CV tiene temperamento, y cada insinuación sobre el acelerador tiene una rápida consecuencia. Ya a 2.400 rpm empieza a entregar 390 Nm de par y, como suele ocurrir en casi todos los motores tur-
bo actuales, tampoco se aprecia retraso en la respuesta del turbo. Eso, unido a que el cambio funciona bastante bien al menos a ritmos razonables, hace que sea bastante fácil explorar las posibilidades prestacionales de este Renault Mégane R.S.
La carretera se va retorciendo al tiempo que el tráfico prácticamente desaparece. Es hora de hacer que el R.S. ‘estire las piernas’ un poco más. El chasis, con unos amortiguadores muy bien tarados y dirección a las cuatro ruedas, te permite guiar al Mégane con mucha precisión. No duda en seguir cada una de las instrucciones que le dictes desde el volante, y la suspensión se encarga de contener los movimientos de la carrocería de tal forma que cuesta perder la trayectoria aunque la carretera esté un poco rota. Va duro, pero no es especialmente seco ni radical, así que sus reacciones mantienen la dulzura justa para diferenciar a un deportivo de un compacto normal.
La frecuencia con la que mis dedos actúan sobre las levas del cambio va en aumento, al igual que el ritmo que mantengo con el R.S. Me lo estoy pasando bien, y poco a poco me voy encendiendo al tiempo que la parte alta del cuentarrevoluciones digital va iluminándose. Y es en- tonces cuando empiezo a notar que algo no cuadra. Hace unos meses, en la presentación de este modelo en Jerez – Cádiz–, tuve ocasión de probar un R.S. manual con chasis Cup. Eso es otra cosa. La suspensión es un 10% más firme, lo justo como para que esa dulzura que te comentaba antes no empiece a convertirse en un problema. Los frenos llevan las mismas pinzas y los discos tienen el mismo diámetro, pero su núcleo central en aluminio debe disipar mejor el calor que comienza a afectar a los de este chasis Sport. Además, como en lugar de un diferencial autoblocante hay un control electrónico de diferencial que actúa sobre los frenos, la sobrecarga de trabajo tampoco le hace ningún favor a un Mégane que, apenas 8 km después de iniciar la bajada de un puerto, empieza a pedirme un tiempo muerto. Y, la verdad, tampoco tardo en dárselo, porque notar cómo te frenan cuando lo que quieres es acelerar al máximo saliendo de una curva no es precisamente lo que más me gusta del mundo.
Me dirijo a por el Golf pensando en que esto no es un Mégane R.S. o, al menos, no es lo que yo creo que debería ser un Mégane R.S. Lo digo porque yo entiendo que la persona que se compra un Mégane de estos quiere, en realidad, lo que le ofrece un R.S. con chasis Cup y todas
las mejoras que ello conlleva. Y un chasis Sport con caja automática se queda un poco lejos de eso.
Me queda la duda de saber si este Mégane R.S. light podría ser una buena alternativa al Golf GTI. Y, bueno, cuando me pongo a los mandos del Golf, me doy cuenta de que no. En el Golf se respira deportividad, pero también es un poco más elegante, y no por eso hay unos asientos peores y una postura de conducción mejorable. Al contrario, el Golf es un maestro en hacer que su conductor se sienta tan cómodo como un niño en los brazos de su madre, porque todo tiene buen tacto, todo está en su sitio y nada te obliga a romperte la cabeza pensando en cómo demonios hay que encontrar algo en la dichosa pantalla central.
Arrancas y el sonido del motor, sin ser tan notable como el del Mégane R.S., tiene los destellos suficientes como para hacerte sentir un chico GTI. Te pones en marcha y el 2.0 TSI de 230 CV sigue siendo el de siempre. Sí, hay 50 CV menos que en el Mégane, pero responde tan bien y tiene tanta mala leche cada vez que apuras cada una de sus seis marchas, que rápidamente piensas en que esos 50 CV de más que tiene el Renault deben estar un poco cansados. Además, hay una diferencia de 119 kilos a favor del GTI, y los kilos siempre se notan. El Golf tiene también menos par –350 Nm–, pero hace acto de aparición a sólo 1.500 rpm. Eso significa que el GTI parece más lleno en marchas largas, y también más temperamental a la hora de dar un leve acelerón.
Además, el cambio manual de seis marchas ayuda. Acariciar la pelotita de golf que tiene por pomo es algo que me gusta mucho, y que me hace recordar a cuando el doctor Maligno acariciaba gustosamente la cabeza de su gatito, el señor Baldomero, en cualquiera de las películas de Austin Powers pensando en la siguiente maldad.
Y mi próxima maldad tiene forma de 57 kilómetros de carreteras reviradas sin nada de tráfico. Tramos recientemente asfaltados con otros que no lo están desde la primera época de la democracia, con sus baches y su gravilla por los laterales, subidas, bajadas, rasantes, zonas rápidas, lentas, horquillas.... Así, sí.
El Mégane R.S. rebautizado como light y yo no terminamos de entendernos por esta misma ruta. Yo le pedía más y él me decía que hablase con su primo Cup. Así no vamos a ningún lado. El Golf GTI tiene un primo que se llama Pack Performance con 245 CV y mejores frenos, y otro al que llaman R con 310 CV y tracción total. Y, aunque durante los primeros kilómetros el GTI se esmera en su cometido, llega un momento en el que empiezo a tener uno de los problemas del Mégane: los frenos se vienen abajo antes de lo que sería deseable, y el efecto del XDS, nombre que pone VW a su control electrónico de diferencial, tampoco le ayuda.
En estas lides, el chasis del Mégane R.S. se muestra más vivo y más incisivo que el del Golf. También es más preciso, y la dirección a las cuatro ruedas le aporta un plus de agilidad que el GTI no puede tener. Aunque, para ser justos, hay que decir que esas reacciones al límite del eje trasero requieren cierto periodo de adaptación, pues no responde exactamente igual que lo haría cualquier otro deportivo de tracción delantera. Es lo que tiene contar con ese pequeño detalle de que las ruedas traseras tengan cierta capacidad direccional o no.
El Golf es muy bueno a la hora de ponerte las cosas fáciles. Giras y gira. Justo lo que quieres. Y, si te equivocas, no pasa nada, porque todo es controlable con facilidad. No hay lugar para las imperfecciones ni para las reacciones bruscas o inesperadas. Y eso, la verdad, acaba por convertirle en un coche un tanto anodino.
Es ahí donde está el gran punto fuerte del Golf GTI, y por eso mismo tiene tantos adeptos. Es un modelo capaz de agradar a un amplísimo espectro de conductores. Y, además, lo hace con un nombre mítico y la imagen de una marca con algo más que aires de premium. Por si fuera poco, también cuenta con las versiones Performance o con el R, por si alguien necesita un poco más. Digamos que, sin duda, el Golf sabe muy bien cuál es su negocio y conoce cómo sacarle todo el jugo posible.
Por eso mismo, quien quiera un Golf GTI, o lo que representa un Golf GTI, se va a comprar un Golf GTI, no otro modelo, y acertará de pleno. Y, por eso mismo, las demás marcas tienen que ofrecer algo distinto que ocupe los huecos a los que no llega el Golf GTI. Por ejemplo, en el caso del Mégane que nos ocupa, estoy convencido de que en Renault podrían haberse ahorrado esta versión del R.S. para centrar todos sus esfuerzos en un cliente más deportivo. Tienen coche y tecnología para ello.
El Mégane R.S. más básico ya debería llevar de serie el chasis Cup, porque ese plus de deportividad y las posibilidades que le aporta al R.S. es lo que convierte en algo muy especial al modelo fabricado en Palencia. Y, si el cambio automático no es compatible con el diferencial autoblocante – que, en este caso no lo es por una simple cuestión de costes-, adiós caja automática. Porque, quien quiera una cosa como el Golf GTI, no es un cliente tipo de Mégane R.S.; lo será de un Golf GTI.
Este argumento es el que me hace dar como ganador de esta comparativa al modelo alemán. Pero, ojo, porque si en lugar de este R.S. se hubiese enfrentado a uno con chasis Cup y cambio manual, el resultado habría sido muy diferente.
CON EL CHASIS CUP Y UN AUTOBLOCANTE DE SERIE, ESTE MéGANE S í SERíA UN R . S .