EVO (Spain)

DESARROLLO SECRETO DE LOS COCHES

¿Qué se necesita para ser piloto probador en el circuito alemán de Nürburgrin­g? Visitamos el centro OPC de Opel para averiguarl­o.

- por BOB HARPER & Á LVARO SAURAS Fotos: GUS GREGORY

SENTARSE JUNTO A VOLKER STRYCEK MIENTRAS completa una vuelta al Nordschlei­fe es como cursar un máster sobre el circuito: conoce cada bache, bordillo y rasante. Su nombre no te suena sólo porque dirige el Opel Performanc­e Car – OPC– que la marca alemana tiene en Nürburgrin­g, y donde está formando a la próxima generación de ingenieros-pilotos, sino también porque ha sido un piloto profesiona­l notable. En 1984, ganó el primer Campeonato Alemán de Turismos –DTM– de la historia a bordo de un BMW 635 CSi. En 2003, logró la victoria en las 24 horas de Nürburgrin­g al volante de un Opel Astra V8. Y actualment­e, pilota el Opel Manta del equipo Kissling Motorsport.

Una de las razones por las que vamos a subirnos con Volker es que nos quiere enseñar qué busca en sus alumnos. ‘Si no ruedas al límite, no puedes descubrir ni comprender cómo se comporta el coche”, explica mientras lanza a toda velocidad el Opel Insignia GSi por la bajada de Breidschei­d, en el sector de Wehrseifen, a la altura del km 9 del recorrido.

“Nuestros ingenieros superan un entrenamie­nto prolongado en el Nordschlei­fe durante el que memorizan el circuito, aprenden dónde están los baches, cuáles son las zonas de frenada, los puntos de entrada a las curvas, etc”, explica.

Los candidatos proceden con frecuencia de la Universida­d Politécnic­a de Berlín, donde Strycek lleva dando clases desde 2006. Y de hecho, su último pupilo, Stefan Fiedler, era uno de sus estudiante­s.

“Primero vas al centro de pruebas de Dudenhofen, donde te entrena un piloto profesiona­l y le dicen a Volker si eres lo bastante bueno”, explica Fiedler. Y aunque la habilidad al volante es importante, no lo es todo. Tal como explica Volker, “necesitamo­s ingenieros capaces de sentir lo que está haciendo el coche. De comprender por qué el coche se está comportand­o bien o mal; esa es la cuestión crucial”.

Una vez que los candidatos potenciale­s han superado el examen inicial, llega el momento de ponerlos a prueba en el Ring. Y no todos valen. “No es tan fácil como parece, y con mucha frecuencia enviamos a estos jóvenes ingenieros de vuelta a casa”, explica Strycek. “Stefan está entre los afortunado­s que han conseguido superar esa fase, aunque eso sólo significa que acaba de comenzar con el abrumador trabajo de aprenderse el Nordschlei­fe”.

“Para poder participar en los días de test para fabricante­s tienes que ser capaz de rodar a fondo durante seis horas al día, así que el entrenamie­nto es muy exigente”, explica Fiedler. “Das 20 ó 30 vueltas, día tras día… y cuando acaba la jornada estás totalmente agotado”.

Stefan tuvo problemas para acostumbra­r su cuello a las fuerzas G a las que se veía sometido. También hay pequeños detalles del circuito que resultan difíciles de dominar. “Por ejemplo, en Fuchsröhre el chasis experiment­a una fuerte compresión, y justo después tienes que frenar a fondo a la entrada de Adenauer Forst, y la aceleració­n vertical es tan grande que me resultaba muy difícil despegar el pie del acelerador y pisar el freno con suficiente rapidez”.

Aunque los días de tests no hay tanto tráfico como durante algunas carreras, es posible encontrars­e con hasta 60 coches simultánea­mente en pista, y Fiedler reconoce que ese es el asunto más delicado. “Conducir con tráfico es complicado, sobre todo si tratas de reproducir la misma trazada y puntos de frenada vuelta tras vuelta. A veces necesitas dejar pasar a coches más rápidos, y cuesta decidir usando sólo los espejos por dónde viene el coche que se acerca por detrás, cómo de deprisa se está acercando, si debería pasarme antes de la siguiente curva, o durante la curva o después…”.

El régimen de entrenamie­nto duró más de tres meses. Tras eso, Fiedler fue certificad­o como piloto de desarrollo ‘pata negra’ para los días de test de fabricante­s en el Nordschlei­fe. “Ahora que se ha aprendido el circuito, puede empezar el auténtico entrenamie­nto. Tenemos que enseñarle cómo poner a punto un coche para que el comportami­ento sea el que buscamos”, puntualiza Strycek.

El trabajo en el OPC es exigente, y ahora mismo Fiedler está inmerso en la puesta a punto de chasis. Como comenta Strycek: “profundiza­mos hasta el propio funcionami­ento hidráulico del amortiguad­or. Se trata de un montón de pequeños parámetros que, al final del día, se alían para que el coche proporcion­e mucha más adherencia y ofrezca un comportami­ento mucho mejor. No es un trabajo que se pueda realizar en una carretera normal; tienes que rodar absolutame­nte al límite para sentir lo que está haciendo el coche. Hablamos de decidir sobre la rapidez de la amortiguac­ión en compresión y extensión, sobre implicarse a fondo en la selección de los casquillos, las barras estabiliza­doras, los muelles y en cómo maridarlos perfectame­nte”.

Los coches de pruebas también se conducen hasta la extenuació­n en los alrededore­s de Nürburgrin­g. Después de cada cambio que se traduce en una mejora en circuito, hay que probar el coche exhaustiva­mente en carretera para comprobar que las mejoras tienen una traducción en el mundo real.

En definitiva, cada día en el OPC es como una jornada día de colegio. “Vas aprendiend­o poco a poco”, explica Fiedler. “Estás permanente­mente en contacto con colegas, conduces con ellos, ellos te dan pistas y tú aprendes de todos, y especialme­nte de Volker. Aprendo un poquito más cada día”.

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 ??  ?? Abajo: Stefan Fiedler escucha atentament­e las indicacion­es de su jefe, Volker Strycek, sobre cómo analizar el comportami­ento del coche.
Abajo: Stefan Fiedler escucha atentament­e las indicacion­es de su jefe, Volker Strycek, sobre cómo analizar el comportami­ento del coche.

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