MUSTANG BULLITT
El último Bullitt, a años luz tecnológicamente del Mustang Fastback de 1968 de la película del mismo nombre, intenta trasladarnos al pasado y hacernos sentir como el famoso actor Steve McQueen.
FORD HA QUERIDO CELEBRAR el 50 aniversario de la mítica película Bullitt por todo lo alto, con el Mustang más potente de toda la gama. En verde, por supuesto.
Hemos viajado a California, EE.UU., para probar la versión americana de este deportivo, cuya variante europea se presentó en el pasado Salón de Ginebra con el mismo propulsor... pero con algunos caballos menos.
Esta versión a la que hacemos referencia es la tercera edición Bullitt en la que ha trabajado el equipo Mustang, y también la más potente. El motor 5.0 V8 produce 480 CV – es decir, 30 CV más que el Mustang GT–, y permite al Bullit alcanzar una velocidad máxima de 262 km/h.
Al igual que en las ediciones Bullitt de 2001 y 2008, Ford dice que este nuevo Bullitt es “minimalista”, ya que el mítico Mustang GT 390 Fastback de color verde que aparecía en el largometraje no contaba con ningún emblema. Así, desaparecen el caballito de la parrilla –pintada en negro brillo– y los emblemas 5.0 de los laterales.
Los que no son minimalistas son los frenos Brembo, pintados en color rojo brillante, que asoman entre los radios de las llantas retro de 19 pulgadas. El diseño exterior se completa con detalles cromados alrededor de las ventanas y la parrilla.
Abrimos la puerta y nos da la bienvenida un logotipo Bullitt en el umbral. Nada más subir al habitáculo nos encontramos arropados por cuero negro con costuras verdes y detalles en aluminio y plateados. Para que no nos olvidemos del coche en el que estamos, el volante cuenta –una vez más– con el logotipo de Bullitt. Y sobre el salpicadero, frente al asiento del copiloto, nos saluda una placa con el número de unidad correspondiente –en nuestro caso, el Bullitt MP007–.
La palanca de cambios, decorada con una bola de billar blanca como la que tiene el Bullitt original de 1968, nos invita a despertar a la bestia. Apretamos el botón de arranque y el V8 ruge sin piedad. Para quienes no quieran molestar a sus vecinos, se puede escoger un modo de arranque silencioso, pero quien compra este coche desea que suene como debe hacerlo un buen V8. Nuestro Bullitt está programado para tronar.
Al igual que el Mustang GT, cuenta con distintas entonaciones accesibles a través de un botón en el salpicadero –GT, Track y Drag Strip–. Pero, a diferencia del GT, el Bullitt tiene una música especial, más gutural. Los ingenieros de Ford han hecho del sonido su verdadera prioridad. La subida de vueltas viene
acompañada de un bramido que siempre pide más, que ruega que lleguemos a la velocidad máxima de 262 km/h.
Pero vamos por la autopista 1 de California y por aquí no se puede correr tanto. Nos dirigimos a San Francisco para visitar la misma calle Taylor donde se rodó la principal escena de la persecución de la película Bullitt. Bajamos por Taylor Street y giramos a la izquierda por Filbert Street. Entonces, empiezan a sonar las alarmas de otros coches a nuestro paso. Por suerte, el 5.0 es capaz de mover al coche a virtualmente cualquier régimen, de manera que podemos abusar de las marchas largas mientras abandonamos la ciudad como también hiciera McQueen en la película. Cruzamos el Golden Gate hacia Sausalito. Una de las escenas de Bullitt se iba a rodar en el puente, pero las autoridades de la ciudad lo pensaron mejor y no otorgaron la licencia necesaria para hacer una persecución sobre la ba- hía. Acabaron filmando al norte, por donde conducimos ahora nuestra bramante bala verde.
Una dirección con asistencia eléctrica muy bien puesta a punto, los frenos Brembo de seis pistones y la amortiguación adaptativa MagneRide – opcional, pero casi imprescindible para mantener a raya los 1.680 kilos de peso– convierten al Bullitt en un dispositivo ideal para conducir a alta velocidad por carreteras de montaña no demasiado reviradas.
Le pregunto a Carl Widmann, ingeniero jefe de Mustang, cómo será el Bullitt dentro de otros 50 años, pensando que entonces es posible que cuente con alguna clase de hibridación. Carl deja claro que, sea lo que sea, tiene que tocarnos el alma desde un punto de vista emocional. “Este coche tiene que ver mucho con el sonido, que le da al coche esa personalidad que te dice. ¿Estás seguro de que quieres dejar de acelerar?”.