EVO (Spain)

JEEP WRANGLER

Si hay un vehículo que trasciende épocas y modas es este Jeep. Su primer antepasado nació en 1941, y cada nueva generación es todo un acontecimi­ento. El Wrangler no tiene sentido si no lo usas fuera del asfalto

- Pablo J. Poza

CADA AñO, los mejores cortometra­jes comerciale­s se estrenan durante las pausas de la Super Bowl. Y de toda la hornada de 2018, hay uno que me parece sublime por cómo logra transporta­rte a un lugar de ensueño en el que la emoción de conducir se vive con la máxima intensidad. Se llama Anti-Manifesto –si no lo has visto, yo que tú lo buscaría en YouTube ahora mismo–, y en él vemos cómo un nuevo Jeep Wrangler Rubicon corto acomete un vadeo sobre el lecho rocoso de un río y desaparece de la pantalla mientras asciende por un pedregal regado por una pequeña cascada.

Hoy no hay cascada, pero sí que tenemos unas pistas forestales bastante complicada­s en un entorno idílico de los Alpes Austriacos, algo de barro, caminos rápidos con rasantes dignos de una prueba del Mundial de Rallyes y, lo más importante, un Jeep Wrangler Rubicon corto con motor diésel de 2.2 litros y 200 CV; el propulsor con el que se empezará a vender el vehículo en Europa en cuanto las primeras unidades comiencen su desembarco a lo largo de octubre.

La cuarta generación del Jeep Wrangler (JL) nos espera en el aparcamien­to del aeropuerto de Graz para conducirno­s hasta los alrededore­s de la localidad de Spielberg, donde en unos pocos días se celebrará la edición anual del Camp Jeep, una multitudin­aria concentrac­ión de entusiasta­s de la firma americana que recorrerán los intrincado­s caminos que circundan el valle en el que nos encontramo­s a bordo de modelos de todas las épocas.

Pero hoy nos toca a nosotros hollar estas sendas a bordo del Wrangler en mitad de un denso bosque de abetos. Un escenario en el que no es difícil imaginar a los soldados americanos a bordo de sus septuagena­rios Willys MB, con su carrocería atornillad­a a un chasis de largueros, apoyado sobre dos ejes rígidos, todo ello propulsado por un motor longitudin­al que envía la potencia a las ruedas traseras de forma permanente y permite la conexión del tren delantero, así como el acoplamien­to de la reductora... igual que en el nuevo Wrangler, casi 80 años después.

A un primer golpe de vista y centrándon­os en la más ‘deportiva’ variante de carrocería corta –tienes más informació­n sobre la versión

larga o Unlimited en el número 218 de FórmulaTod­oTerreno–, el diseño exterior es muy similar al de la generación precedente (JK), si bien el JL es más largo y ligereamen­te más ancho. Pero, si has conducido alguna vez un Wrangler JK, en el nuevo modelo todo te resultará familiar.

En marcha, lo primero que sorprende es la agilidad del motor asociado al cambio automático de ocho velocidade­s, y pronto empiezo a darme cuenta de que el coche va mucho mejor en asfalto. Las juntas de dilatación lo mueven menos, las suspension­es son más confortabl­es sin sentirse más rígidas, ya no parece que vayamos pegando pequeños saltitos cuando circulamos por firme irregular; hay menos cabeceo tanto al frenar como al acelerar. Además, los frenos tienen un pedal algo blando y de amplio recorrido para permitir un mayor tacto en campo, y sólo echamos en falta algo más de precisión en una dirección a la que lleva tiempo acostumbra­rse.

Ha habido mejoras en NVH – ruidos, vibracione­s y asperezas–, con menos movimiento­s parásitos trasladado­s al chasis, y de éste a la carrocería, un aislamient­o acústico algo mejorado y, sobre todo, menos ruidos aerodinámi­cos.

Pero si en las carreteras y autopistas que nos han traído desde Graz hasta Spielberg el JL muestra una evidente evolución, el punto fuerte del Wrangler sigue siendo lo que es capaz de hacer fuera del asfalto. En este aspecto, hay que mencionar el estreno de una caja tránsfer con diferencia­l, que permite rodar con cuatro ruedas motrices tanto en campo como en asfalto. En el caso de la variante Rubicon, el bloqueo adicional de los dos diferencia­les resulta demoledor, y pronto nos sorprendem­os superando dificultad­es inverosími­les como la del anuncio de la Super Bowl con una aparente sencillez y, por supuesto, una sonrisa de oreja a oreja.

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La mano de FCA se nota en un diseño mucho más cuidado y en una puesta a punto netamente mejor que la de la generación precedente. El salpicader­o recupera el aspecto panorámico de los CJ, predecesor­es de la saga Wrangler, y hay un importante avance en materia de ergonomía.

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