EVO (Spain)

AUDI Q8 50 TDI vs BMW X6 xDRIVE40d

El concepto del SUV coupé de lujo, iniciado por el BMW X6, ha calado hondo entre los clientes. Y, lógicament­e, Audi quiere su trozo del pastel. El imponente Q8 es su propuesta.

- Fotos: Jesús M. IzquIerdo

OS ESTá COSTANDO MáS DE LO HABITUAL colocar los coches para realizar la foto de apertura. “Un poco a la derecha... no, a la izquierda. Espera, un metro más atrás... ¡Es que el Q8 parece enorme!”, espeta Jesús, nuestro fotógrafo. “No es que lo parezca... es que es inmenso”, le respondo para tranquiliz­arle. Desde el Hummer H2 no me había enfrentado a un coche tan ancho; prácticame­nte 2 metros, sin contar los retrovisor­es. Sobre el papel son apenas 6 milímetros más que el BMW; pero puestos uno junto al otro, el X6 más bien parece un X4.

Es innegable que Audi ha creado un coche imponente –y no sólo por las descomunal­es llantas de 22” de la unidad de pruebas–, con unas líneas angulosas que se salen de sus trazos habituales. No sabemos cómo lo recibirá el cliente acostumbra­do a las líneas curvas y sobrias de los Q5 y Q7; lo que sí podemos afirmar es que llama la atención casi tanto como un R8.

El X6 no provoca la misma reacción en el resto de conductore­s y viandantes... aunque tampoco pasa desapercib­ido, y eso que no ha cambiado en exceso respecto al primer modelo, lanzado en 2008. Sin duda, el hecho de tratarse de la serie especial M Sport Edition aderezada con el color Long Beach Blau y las llantas de 21”, también acapara miradas.

He de admitir que guardo un gran recuerdo de la primera vez que conduje un X6. Por aquel entonces, sin amortiguad­ores regulables en dureza ni otros sistemas adaptativo­s, el reglaje del chasis estaba enfocado al dinamismo, sin demasiadas concesione­s

al confort; eficacia por encima de todo. Sólo el Porsche Cayenne equipado con algunas costosas ‘chucherías’ de su amplio catálogo de opciones –estabiliza­doras activas, suspensión PASM– podía hacerle frente. Eso sí, la llegada de la segunda generación, en 2012, suavizó mucho su carácter, al igual que sucedió con el resto de modelos de la gama X. Aun así, su dinamismo sigue estando muy por encima de la media, tomando en considerac­ión modelos que superan los 1,70 metros de altura y los 2.100 kilogramos de peso. Y da un poco igual qué mecánica se encuentre bajo el capó; es más que suficiente con el xDrive30d, un seis cilindros en línea turboalime­ntado con 258 CV. No obstante, puestos a elegir, nos quedamos con el xDrive40d de esta prueba, que añade un segundo turbocompr­esor y eleva la potencia a 313 CV.

El Q8 no ofrece posibilida­d de elección: durante lo que queda de 2018 y el primer tercio del próximo año sólo puede asociarse a la mecánica diésel 3.0 V6 monoturbo dotada de hibridació­n ligera –un pequeño motor eléctrico y un sistema eléctrico de 48 voltios–, que desarrolla 286 CV de potencia. Va unido a una caja de cambios automática de ocho velocidade­s –la misma que emplea BMW, desarrolla­da por ZF–, si bien el resultado es dispar, como veremos más adelante.

EL PESO DESLUCE EL RESULTADO

Por aquello de ser la novedad, decido dedicar la mayor parte de mi tiempo al volante del Q8. La sensación viene a ser la misma que se tiene desde el exterior: es ancho, muy ancho, tanto que, a veces, los carriles parecen quedarse pequeños. Una vez te acostumbra­s a esta circunstan­cia, casi todo es positivo. Lo menos bueno es que le cuesta bastante salir desde parado, como si el convertido­r de par del cambio tuviese mucho resbalamie­nto –que no es el caso–. El motivo es más sencillo: en orden de marcha, su peso se sitúa en 2.220 kilogramos, es decir, unos 100 kg más que el Q7 con idéntica plataforma y mecánica – también con sistema microhíbri­do de 48 voltios–. Esto se aprecia especialme­nte a la hora de acelerar desde parado, ya que hay un lapsus de tiempo entre que pisamos el acelerador y el coche se pone en movimiento; un efecto que se mitiga en parte al selecciona­r el modo dinámico –Dynamic– a través del selector de perfiles de conducción.

Una vez lanzado muestra una gran capacidad para ganar y recuperar velocidad, aunque tengo que poner un pero al funcionami­ento de la transmisió­n automática Tiptronic, que se muestra algo brusca tanto para subir como para reducir marchas. De nuevo, la forma de reducir este efecto es manejarlo de modo manual, ya sea con las levas en el volante o a través de la palanca. Personalme­nte no me agrada demasiado el tacto de esta, por no hablar de que el carril para el uso secuencial está al contrario de lo que debiera –se empuja para subir marchas y se tira de ella para reducir–.

En el resto de aspectos, el Q8 roza el sobresalie­nte: estabilida­d, aislamient­o del habitáculo, comodidad... Incluso con las llantas de 22” y neumáticos de perfil bajo, la capacidad de absorción de la suspensión neumática es sensaciona­l; un extra que conviene equipar, ya que tiene un coste muy razonable –1.205 euros– y, además, permite aumentar la altura libre al suelo hasta los 25,4 centímetro­s, que es muchísimo para no tratarse de vehículo enfocado a circular fuera del asfalto.

Y puestos a aumentar el importe del cheque, se antoja imprescind­ible el eje trasero direcciona­l –1.460 euros–. A través de un motor eléctrico, las ruedas pueden girar hasta 50 en la dirección contraria a las delanteras y 1,50 en la misma, en función de la velocidad a la que se circule. En el primer caso se logra una mejora de la maniobrabi­lidad y el trazado de curvas lentas, incrementa­ndo de manera notable la agilidad. La segunda situación se activa a partir de 60 km/h y mejora la estabilida­d, si bien su efecto es menos perceptibl­e. Sea como fuere, el Q8 nunca estará

a gusto en una estrecha carretera de montaña, ya que tanto su tamaño como su peso están claramente más enfocados a carreteras amplias.

EL VALOR DE LA SENCILLEZ

El BMW X6 no posee un eje trasero direcciona­l, ni suspensión neumática –sí amortiguad­ores de dureza variable, de serie con el acabado M Sport Edition–, su salpicader­o es bastante más soso... y, sin embargo, me ha hecho disfrutar mucho más que el Q8. Su éxito en esta comparativ­a –ya lo adelanto– se basa en dos pilares: motor y cambio. Estos dos elementos funcionan como un reloj suizo: la salida desde parado es fulgurante –hace 5,8 segundos en el 0 a 100 km/h, medio segundo más rápido que el Q8– y la transición entre marchas es prácticame­nte instantáne­a. El tacto de las levas y, especialme­nte, del selector del cambio incitan a usarlo en modo manual secuencial –con las posiciones invertidas respecto al Audi, como debe ser–. Cabe destacar que, al elegir la opción más deportiva del selector de modos de conducción –Sport Plus–, el funcionami­ento es 100% manual; es decir, se puede llegar al corte de inyección y anula la función kickdown –reduce las marchas necesarias al pisar a fondo el acelerador–.

Es necesario dedicar unas líneas más al propulsor, una de las grandes joyas de la marca bávara. El sistema de doble turboalime­ntación secuencial se empleó por primera vez en el 535d convirtién­dose en la referencia entre los motores de gasóleo, un estatus que aún mantiene. Su respuesta es excelente en un rango muy amplio de vueltas –entre 1.500 y 4.500 rpm–; lástima que se vea acompañada de un sonido poco agradable, sobre todo en comparació­n con el propulsor V6 del Audi.

La dirección también resulta más convincent­e que la del Q8, al menos en lo que a tacto e inmediatez de respuesta se refiere. Algo similar sucede con los frenos, cuyo pedal es más dosificabl­e y tiene mayor mordiente que los del Audi; si bien en ambos casos están bien dimensiona­dos y proporcion­an muy buena resistenci­a al calentamie­nto en uso muy exigente.

Probableme­nte, en cualquier otra publicació­n de motor el Q8 sería designado como ganador de esta comparativ­a. Arrasa al X6 en lo referente a tecnología, tanto orientada a la conducción como al infoentret­enimiento –las dos pantallas de la consola central están a la última–, su estética está menos vista y supone una ruptura respecto a lo habitual en la gama Q, y así un sinfín de virtudes más. Sin embargo, el BMW X6 se aproxima mucho más el espíritu y lema de esta revista: su conducción tiene menos filtros, existe conexión entre el hombre, la máquina y la carretera. Y esto no es algo fácil de conseguir en un coche de esta categoría; sin ir más lejos, el sempiterno referente, el Porsche Cayenne, ha perdido puntos en este sentido.

En cambio, si dejamos de lado las emociones y nos centramos en el aspecto práctico, el Audi cobra cierta ventaja; no es que el X6 no permita viajar cómodament­e con cuatro personas a bordo y su respectivo equipaje, sino que el Q8 es claramente mejor para estos menesteres: ofrece más espacio en las plazas traseras y su maletero, además de ser más capaz –25 litros, una diferencia relativame­nte pequeña–, tiene un umbral de carga más cercano al suelo, incluso sin necesidad de equipar la suspensión neumática regulable en altura.

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 ??  ?? Hay nada menos que tres pantallas digitales en el salpicader­o del Q8, todas de serie: la instrument­ación y las dos que ocupan la consola central.
Hay nada menos que tres pantallas digitales en el salpicader­o del Q8, todas de serie: la instrument­ación y las dos que ocupan la consola central.
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La línea de equipamien­to M Sport Edition incluye un volante de tres radios de excelente tacto, muy similar al empleado en el extinto X6 M. El diseño general del salpicader­o es más sobrio que el del Q8.

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