EVO (Spain)

EL TOYOTA GANA. . . S I EMPRE Y CUANDO NO QUIERAS UN DESCAPOTAB­LE

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Sencillame­nte no puedes aprovechar­te al máximo del hecho de que sea un deportivo de tracción trasera y relativame­nte ligero. Por el contrario, se siente como un coche normal disfrazado para parecer un deportivo. Lo cual es decepciona­nte llevando el logotipo que lleva. Si este fuera el Fiat 124 Spider corriente, esa ausencia de chispa sería mucho más fácil de entender y de perdonar, porque en muchos sentidos el Spider es un coche con el que es sencillo llevarse bien. Está bien fabricado, bien equipado, es refinado en vías rápidas, etc. Pero con ese logotipo en el morro y la trasera, esperas que cobre vida en carreteras como estas, pero por diversas razones esto no llega a ocurrir nunca.

Conduzco el MX-5 justo después, e inmediatam­ente te hace más partícipe, como un deportivo de verdad, a pesar de que hay muchas similitude­s entre el Mazda y el Abarth, tales como la postura de conducción, la instrument­ación y, de hecho, todo el interior, logo arriba o logo abajo. Pero en marcha el MX-5 tiene una presteza de la que el Abarth carece. Su suspensión es un poco más firme –aunque permite, como siempre, mucho balanceo de carrocería–, lo que aporta precisión, especialme­nte al inscribirs­e en las curvas. Esto también aporta una mayor respuesta y tacto a la dirección, mientras que el pedal de freno del Mazda tiene una fabulosa inmediatez que, de nuevo, en el Spider brilla por su ausencia.

Como resultado, y a pesar de la nefasta falta de par a medio régimen del MX-5 en relación con el Abarth, con el Mazda conectas de una manera que el 124 Spider no puede igualar. Necesitas subirlo más de vueltas, lo que ya de por sí hace al MX-5 más interesant­e de condu- cir, a lo que se suma que su caja de cambios es más agradable y precisa que la del Abarth. Esto supone que cuando llegas al final de la carretera te gustaría volver a hacer el tramo de nuevo, esta vez quizá con el techo plegado, para escuchar un poco mejor la decente nota de escape.

Tampoco diré que llegues nunca a alcanzar el nirvana de la conducción al volante del MX-5 –no es lo suficiente­mente rápido para eso, y no se nota más potente que antes a pesar de los caballos extra–, aunque puedas apoyarlo con fuerza y derrapar con facilidad en la mayoría de curvas. Pero es un coche del que te bajas con una gran sonrisa tras una ruta por una buena carretera. Cumple con el trabajo que se le presupone y lo hace muy bien además, y tras el Abarth desmuestra lo importante­s que son los detalles aparenteme­nte pequeños cuando se trata de ofrecer una experienci­a de conducción de auténtico deportivo.

El GT86 es el único coche aquí que pone toda la carne en el asador en cuanto a atractivo de cara al conductor. Es verdad que su bóxer de cuatro cilindros necesita ser exprimido con fuerza todo el tiempo si quieres aprovechar al máximo su dirección, chasis y frenos, pero en cierto modo esto contribuye al disfrute general al conducir el Toyota, porque cuando lo maltratas sin piedad, es mejor y mejor. Y se siente más natural cuanto más intensamen­te lo intentes. Hasta el punto de que ya no estoy tan de acuerdo con la filosofía que hay detrás de sus neumáticos tamaño Toyota Prius y su deliberado poco agarre. Es una pena ponerle unos amortiguad­ores Sachs mejorados y, después, calzarlo intenciona­damente con gomas que generan poca adherencia. No estoy muy convencido.

Y, a pesar de todo, el GT86 es el más entretenid­o de conducir de los tres, así que... ¿quién soy yo para discutir contra esta lógica? En cualquier caso, el GT86 sigue siendo el coche a elegir en este segmento, y con bastante ventaja. Su chasis juega en otra liga en cuanto a dejar que te recrees en carretera abierta. Es preciso pero indulgente, de respuestas claras pero también infinitame­nte corregible. La dirección del Toyota es también mucho más agradable y ofrece un mejor tacto a través del volante que los otros dos, y la caja de cambios es una gozada. Necesitas recurrir mucho más a ella que en el Abarth, sí, pero es parte del juego en el GT86, y es un juego que te catapulta a otro nivel en carreteras como esta. Y a todo esto hay que sumar que tiene asientos traseros y un maletero mucho más grande que los de ambos rivales.

Al final, el Toyota gana... siempre y cuando no quieras disfrutar de una conducción a cielo abierto; mientras, el MX-5 sigue siendo tan bueno como siempre y el Abarth es quizá un poco decepciona­nte. Algunos no estarán de acuerdo, pero el GT86 siempre ha sido, es y será un gran coche.

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