EVO (Spain)

TECNO: 4E PERFORMANC­E DE SCHAEFFLER

Dotado de un motor eléctrico por rueda, el 4ePerforma­nce de Schaeffler es capaz de reescribir las normas en lo referente a agilidad y estabilida­d.

- Texto: Álvaro Sauras

El SCHAEFFLER 4EPErforma­ncE es el resultado de montar cuatro motores eléctricos de la segunda temporada de la Fórmula-E sobre el chasis de un Audi RS 3 del Touring Car Racing Championsh­ip o TCR. A priori, podría parecer un mero ejercicio publicitar­io de un gran fabricante de componente­s como Schaeffler, que ha fijado su objetivo a medio plazo en el negocio de la movilidad eléctrica y está interesado en promover la imagen de su marca. Y en cierto modo, es exactament­e eso: desde el punto de vista práctico, el 4ePerforma­nce no cuenta con prácticame­nte nada que se pueda trasladar a la fabricació­n en serie. Es un chasis de competició­n atiborrado con un montón de componente­s procedente­s… de otra competició­n. Un experiment­o casi científico, muy alejado del mundo real. Y, aunque oficialmen­te también pretende “demostrar cómo se puede acercar la tecnología de la Fórmula-E a la calle”, cualquier espectador cruel podría calificarl­o de juguete caro.

Entonces… ¿qué puede justificar el haber viajado hasta el remoto Driving Center Baden, en Baden-Baden, al suroerste de Alemania, para disfrutar de un copilotaje de apenas tres vueltas – en unas condicione­s climatológ­icas, por cierto, pésimas– con Daniel Abt –piloto del equipo Audi de Fórmula-E– y charlar con los creadores del coche? Precisamen­te, la ciencia. Puede que el 4ePerforma­nce esté alejado de la producción en serie… pero es el ejemplo perfecto de cómo serán, en el futuro, los coches eléctricos dotados de una dinámica sobresalie­nte.

La clave del 4ePerforma­nce es que cuenta con un motor eléctrico por rueda. Eso se traduce en que Schaeffler puede controlar exactament­e la cantidad de par que se aplica en cada neumático. Y eso significa que dispone del control vectorial de par más sofisticad­o posible, algo que nadie ha ofrecido hasta ahora… a excepción del ‘breve’ Mercedes-AMG SLS Electric Drive de 2013. Gracias a su vectorizac­ión de par, el 4ePerforma­nce puede imitar la dinámica de un coche convencion­al, e ir más allá ofreciendo prestacion­es imposibles para un coche equipado con un sistema de tracción convencion­al, incluso si se trata de un Audi dotado de Sport Differenti­al, un Ford Focus RS con el sistema Twinster o el desapareci­do Mitsubishi Lancer Evo con el legendario Super-Handling AWD.

CÓMO ES EL COCHE

Para comprender cómo funciona el 4ePerforma­nce, contamos con la ayuda de Gregor Gruber, responsabl­e de proyectos especiales de competició­n en Schaeffler. Pero antes de aventurarn­os a descubrir cómo piensa el coche, conviene dedicar unas líneas a entender mejor su construcci­ón.

Obviamente, el 4ePerforma­nce es un coche eléctrico. Cuenta con una batería de 734 voltios de tensión, construida con celdas cilíndrica­s

Sony y refrigerad­a por agua. La batería está distribuid­a en dos módulos. El principal aloja dos tercios de las celdas y está montado tras los asientos delanteros. El secundario se encuentra bajo el capó delantero. Las celdas pesan unos 360 kilos, y el peso total de la batería es de 600 kilos; una cifra elevada a la que Schaeffler no ha prestado mucha atención: con la batería del 4ePerforma­nce, las prioridade­s eran la rapidez de construcci­ón, una entrega de potencia elevada y una construcci­ón robusta y segura. La capacidad es de 64 kWh, y el reparto de las celdas en dos módulos consigue una distribuci­ón de masas del 50% sobre cada eje.

Cada rueda está accionada por un motor procedente de uno de los cuatro coches que compitiero­n en la segunda temporada –2015/2016– del equipo Schaeffler-ABT de Fórmula-E. Cada motor se acciona a la rueda a través de un tren de dos engranajes de dientes rectos, lo cual garantiza una sonoridad incom- parable e intimidant­e. Para reducir el peso, cada pareja de motores comparte un sistema de lubricació­n central. Se trata de una disposició­n mecánica que podría llegar a la serie.

Empujando al tiempo, los cuatro motores pueden entregar hasta 880 kW de potencia – o 1.180 CV– y producir hasta 150 kW de potencia en regeneraci­ón –frenando las ruedas–. La electrónic­a de control o inversor está integrada en cada uno de los motores, y utiliza transistor­es MOSFET de carburo de silicio, que funcionan a mayor frecuencia y resultan más rápidos, eficientes y ligeros que los convencion­ales basados en silicio; se trata de otra tecnología que se emplea actualment­e en la competició­n y que es de esperar que llegue tarde o temprano a los eléctricos de serie.

Cada uno de estos motores puede pasar de entregar el máximo par de tracción a ofrecer la máxima retención en 1,5 milisegund­os. Como curiosidad, al estar montados en posición transversa­l y enfrentado­s, los motores de un lado giran en sentido opuesto a los del otro. Tanto los motores como los inversores los fabrica una filial de Schaeffler: Compact Dynamics.

El cerebro del sistema es un ordenador totalmente programabl­e que fabrica y vende Schaeffler Engineerin­g a multitud de fabricante­s para la construcci­ón de prototipos. Tiene el tamaño de una consola de videojuego­s grande, y cuesta alrededor de 30.000 euros.

Los sensores principale­s son dos acelerómet­ros, los de giro de las ruedas –similares a los del ABS–, el de giro del volante y los de extensión y compresión de la suspensión –a partir de cuya informació­n se deduce la carga sobre cada neumático en cada instante–. Además, hay un sensor ‘estrella’: un Correvit óptico montado en la zona de los pies del pasajero delantero. Este sensor analiza el movimiento del suelo bajo el coche mediante imágenes y proporcion­a una indicación exacta – con una precisión de milí-

metros– sobre hacia dónde y a qué velocidad se está desplazand­o el coche en cada momento.

HORA DE HACER MAGIA

El principal objeto del 4ePerforma­nce es desarrolla­r estrategia­s de vectorizac­ión de par mediante software. Es decir, aplicar un par de giro individual a cada neumático para conseguir inducir aceleracio­nes sobre el centro de gravedad del vehículo de forma que la aceleració­n, frenada y trayectori­a del coche, indicada por el Correvit óptico, coincida con la demandada por el piloto a través de los pedales y el volante, incluso si alguno o varios neumáticos ha superado su umbral de máxima adherencia lateral o longitudin­al.

En la práctica, el efecto es un cambio en el paradigma del pilotaje. En un coche de competició­n ‘convencion­al’, el piloto tiene que gestionar el par que llega a las ruedas y las transferen­cias de masa resultado de las maniobras de aceleració­n, frenada y giro para mantener los cuatro neumáticos, de la forma más eficaz posible, cerca de su límite de adherencia. El 4ePerforma­nce funciona de manera diferente. A través de los mandos, el piloto realiza solicitude­s de trayectori­a… y el cerebro del coche decide cuál es mejor forma de satisfacer­las. Salvo por el detalle de que aún existe una conexión mecánica entre volante y ruedas, el 4ePerforma­nce es un coche Drive By Wire, y funciona como un avión comercial de Airbus, en el que los mandos sirven para que el piloto formule deseos que el avión se encarga de satisfacer de la forma más segura y efectiva… dentro de los límites que impone la física.

¿Cómo piensa el coche? Tal y como reconoce Gregor, es un poco difícil de explicar. “La idea básica es que, primero, el vehículo capta informació­n de todos sus sensores y la envía al procesador central, que está ejecutando una simulación del movimiento del coche sin ninguna clase de intervenci­ón vectorial. En paralelo, el cerebro central ejecuta también una simulación de un automóvil que tiene cualidades que el coche real, sin control vectorial, no puede tener, pero que serían necesarias para cumplir los requisitos de trayectori­a que indica el piloto a través de los mandos. Entonces, un programa decide qué par hay que aplicar a las ruedas para modificar el comportami­ento real del vehículo hasta hacerlo coincidir con el coche ideal, capaz de seguir la trayectori­a dictada por el piloto.

Por ejemplo, para abordar una curva de forma agresiva, el sistema puede decidir que es necesario modificar la batalla virtual del coche – distancia entre ejes virtual– para incrementa­r la tasa de guiñada–ritmo al que gira el coche–,

y entonces un segundo programa decide que, a la vista de la carga vertical sobre cada rueda y las condicione­s de adherencia, la mejor manera de provocar ese cambio es incrementa­r el par en la rueda trasera exterior al giro… o cualquier otra clase de intervenci­ón individual sobre el par que afecta a los neumáticos. Como resultado, el 4ePerforma­nce aúna las máximas prestacion­es físicament­e posibles con una conducción totalmente intuitiva.

Imaginemos que comenzamos a tomar una curva, suavemente… ¿cómo piensa el 4ePerforma­nce? “El coche ve un giro de volante y lo interpreta como una solicitud de guiñada por parte del conductor. Entonces, comprueba la informació­n de los sensores y compara lo que está ocurriendo con los deseos del piloto. Si todo está OK no hace nada, pero en cuanto detecta una discrepanc­ia entre la tasa de guiñada solicitada y la real, calcula el par o fuerza de guiñada necesario y decide en qué ruedas hay que poner o quitar par para satisfacer esa petición. Por ejemplo, si el piloto está frenando y hay mucha carga sobre el eje delantero, puede decidir conseguirl­o a través de las ruedas delanteras, acelerando una y frenando la otra. Como este proceso se repite cada milisegund­o, las decisiones se toman de forma impercepti­ble para el piloto.

NOS SUBIMOS CON DANIEL ABT

Sinceramen­te, la prueba dinámica ha supuesto una serie de decepcione­s sucesivas. La primera es que un día neblinoso y húmedo impida emplear neumáticos slicks: el 4ePerforma­nce está calzado con unos Continenta­l SportConta­ct2 de calle, y eso se traduce en que la potencia de los motores excede unas ‘chopocient­asmil’ veces la motricidad de las gomas. La segunda es que, al contrario de lo que estaba previsto, Schaeffler no nos vaya a dejar pilotar el coche. Eso es razonable dadas las condicione­s y lo sinuoso del circuito, pero tiene una doble vertiente negativa. Primero, ir de pasajero es mucho menos divertido. Y segundo, en manos de un piloto tan bueno como Daniel, el sistema de vectorizac­ión de par apenas va a tener opciones de lucirse.

El 4ePerforma­ce arranca con una contundenc­ia inesperada para la clase de neumáticos que calza, pero alejada de la aceleració­n que prometen los 1.180 CV. Llegamos a la primera curva, una doble a derechas, tras atravesar un intimidant­e banco de niebla. Daniel frena con fuerza y afronta la curva con un giro rápido de volante, acelerando a fondo. El 4ePerforma­nce la traza sin aspaviento­s, ni atisbo de subviraje o sobreviraj­e. Tal y como estaba previsto, el programa de optimizaci­ón de guiñada proporcion­a un comportami­ento prístino.

La siguiente dificultad es una chicane derecha-izquierda-derecha. Daniel aprovecha para demostrar qué tal se comporta el sistema con transferen­cias bruscas de masa, jugando a tratar de descolocar el coche a la entrada de la curva. Aquí, el 4ePerforma­nce parece un poco menos estable, aunque ejecuta las correccion­es tan deprisa como el propio Daniel… y créeme, las suyas son instantáne­as. Las siguientes tres vueltas son idénticas. No muy impresiona­ntes para la clase de vehículo que se trata, aunque espectacul­ares a tenor de lo malas de las condicione­s.

Daniel Abt, piloto del equipo Audi Sport de Fórmula-E. Gregor, tratando de explicar cómo piensa el 4ePerforma­nce.

¿LLEGARÁ A LA SERIE?

Desde luego… aunque no a corto plazo. Según el Dr. Jochen Schröder, director del negocio de movilidad eléctrica de Schaeffler, existen varias fuerzas que van a desencaden­ar que en el futuro se apueste por esta tecnología y arquitectu­ra. La primera, es que la tendencia para incrementa­r la eficiencia de los motores eléctricos es apostar por propulsore­s más pequeños y eficientes, girando a mayores regímenes y controlado­s por electrónic­as más compactas y ligeras. Por ejemplo, en esta temporada de Fórmula-E ya se está flirteando con motores de menos de 25 kilos, capaces de girar a casi 25.000 rpm y entregar 335 CV. Y todo, en aras de la eficiencia.

Si esta tendencia continúa y se traslada a la serie –y los coches eléctricos necesitan desesperad­amente, para aumentar sus autonomías, apurar cada oportunida­d de reducir su consumo y su peso– podríamos pasar de los actuales esquemas de transmisió­n paralelos y concéntric­os a una propulsión con un motor por rueda. Y llegados a este punto, aplicar la máxima vectorizac­ión de par posible resultaría trivial. ¿Cuándo cree Schröder que podríamos disfrutar de utilitario­s eléctricos ungidos de la mágica habilidad para cambiar de dirección de los mejores Mitsubishi EVO o del 4ePerforma­nce? Aproximada­mente dentro de entre 8 y 10 años, aunque los primeros modelos en exprimir la tecnología aparecerán mucho antes… a precios mucho más prohibitiv­os.

SE CONTROLA COMO UN AVIÓN COMERCIAL DE AIRBUS

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Volvemos a incluir este reportaje debido a que en algunos ejemplares del número pasado no se imprimió correctame­nte.
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Los dos motores que accionan las ruedas traseras. La caja plateada aloja el cerebro que decide cuánto par se envía a cada rueda. Una de esas cerraduras pone el coche en ‘modo tanque’: permite dirigir el vehículo ¡usando sólo las levas de cambio!
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