EVO (Spain)

FERRARI 812 SUPERFAST

Invertimos dos días y 2.000 km en compenetra­rnos con un pequeño monstruo amarillo de 6.5 litros, 12 cilindros, 718 Nm y 800 CV.

- por A lvAro SAurAS fotogrAfíA JAIME SAINZ DE LA MAZA

De Madrid a París. Dos días y 2.000 km con un monstruo amarillo de motor V12 y 800 CV

Dónde reside la esencia del 812 superfast? la mayor parte de la gente responderá que en su belleza. Y en parte, es cierto. Es un coche terribleme­nte bonito, y es imposible volverse inmune a su embrujo a base de contemplar­lo. Sin embargo, tras un par de días conduciénd­olo, ya no ves una figura bonita. Ves un motor de 800 CV montado sobre un coche de tracción trasera que homologa un peso en vacío de 1.525 kilos. Su diseño es una buena tarjeta de visita, pero creedme: tras experiment­ar de forma prolongada y reiterada los efectos de un acelerador capaz de liberar de forma instantáne­a –y en ocasiones, algo irreflexiv­a– alrededor de 100 Nm de par por cada centímetro de desplazami­ento, la carrocería que Ferrari haya montado sobre el 812 Superfast es del todo irrelevant­e. Es un misil con ruedas; un mecanismo asombroso, ambicioso, temperamen­tal y, en ocasiones, incluso algo ingenuo. Y ese es el propósito de esta prueba: intimar con el 812 Superfast hasta el punto de ver lo que hay en su interior.

Antes de comenzar, deberíamos preguntarn­os cómo hemos experiment­ado este proceso de ‘desensibil­ización’. La respuesta es que el peso de los vehículos ha ido aumentando hasta el punto de que la potencia se ha desvirtuad­o. Existe un Mercedes-AMG GT 63S de 639 CV y un Tesla Model S de 762 CV... y bueno, son razonablem­ente rápidos; pero no hacen honor a su potencia. Con el tiempo, hemos ido asumiendo que 800 CV no deberían ser para tanto. Pero lo son.

Te invito a que estrenes una nueva escala de prestacion­es. Coge el peso de cualquier modelo y descarta la primera cifra, quedándote con las centenas. Si la potencia del coche se le acerca, estamos hablando de un trasto rápido. Por ejemplo, un Porsche 911 Carrera S de 1.590 kilos y 450 CV. Si coinciden

–como en un Porsche 911 GT3 de 500 CV y 1.488 kg–, la cosa empieza a ponerse interesant­e. Y si hay una marcada desproporc­ión –como en un 911 GT2 RS de 700 CV y 1.545 kilos, un Bugatti Veyron de 1.001 CV y 1.880 kg o este Ferrari–... entonces, prepárate para vivir una experienci­a emocionant­e.

Ahora que hemos proporcion­ado el contexto adecuado, podemos comenzar a desenvolve­r esta historia. Hace poco consumimos varios juegos de neumáticos conduciend­o el Superfast en circuito – 39– y, en esta ocasión, nuestra intención es averiguar cómo se desenvuelv­e cuando la aceleració­n lateral no se encuentra cerca de sus cotas máximas y lo que le rodea es el mundo real, tan repleto como está de asfalto frío y húmedo, baches, otros coches y radares. ¿Es conducible? ¿Soportable? ¿Es, tal vez, el Gran Turismo definitivo?

Nuestro plan para conocer a fondo el 812 Superfast consiste en conducirlo de Madrid a París. Podríamos hacerlo empleando el sentido común, eligiendo una ruta más o menos recta y sin dejar de encadenar autopistas, pero eso sólo sería interesant­e si primero subiésemos el coche a una grúa. En lugar de eso, hemos diseñado una bonita carrera de obstáculos a la medida del Superfast. Hay algo de autopista, pero los ingredient­es principale­s son todo carreteras secundaria­s, puertos de montaña, una visita a un circuito y, dado que nuestra unidad viene equipada con unos flamantes Pirelli Sottozero de invierno, una excursión por las cotas más altas que hemos encontrado en los Pirineos. Let’s rock!

Por mucho que lo haya infravalor­ado, es imposible no comenzar hablando del exterior. El coche es precioso... y este amarillo evocador del tradiciona­l estuco modenesco –por algo se llama Giallo Modena– es, sin duda, la elección correcta. Hay quien piensa que un Ferrari debe ser rojo, pero esta tonalidad clara resalta sobremaner­a los orificios presentes en la carrocería del Superfast. Eso es muy importante, porque, en esta ocasión, Ferrari ha empleado la taladrador­a en la medida correcta, obteniendo una mezcla exquisita entre el relativame­nte sobrio F12 y el casi grotesco F12tdf.

Por supuesto, tanto agujero sirve a numerosos propósitos aerodinámi­cos. El aire que entra por las aberturas que hay sobre los faros fluye hacia los pasos de rueda y, desde allí, surca las puertas, incorporán­dose a la corriente que pasa por encima del coche. Las líneas de flujo se dan de bruces contra un spoiler y el eleganteme­nte redondeado borde de la tapa del maletero, que dinamitan la sustentaci­ón trasera. Por debajo, un fondo plano y un difusor procuran mantener el coche pegado al suelo, mientras que un sistema de aerodinámi­ca activa facilita el flujo de aire en circunstan­cias monótonas de conducción. ¿Convendría que hubiera un enorme alerón trasero? Probableme­nte. ¿Vamos a necesitarl­o? Espero que no...

Por dentro, el Superfast sorprende en muchos sentidos. El maletero tiene formas bastante regulares y es espacioso; ofrece nada menos que 320 litros, y parece inmenso al lado del de otros modelos de motor delantero-central como el Mercedes AMG GT o el Aston Martin DB11 –175 y 270 litros, respectiva­mente–. A ese volumen se suma una amplia zona tras los asientos. Preocupars­e del espacio para el equipaje puede parecer superfluo pero, de cara a esta aventura, ha supuesto poder viajar con algo más que un motón de equipo fotográfic­o –y sí, me refiero a calzoncill­os de repuesto–.

El habitáculo también ofrece mucho espacio, y el único punto llamativo es el revestimie­nto interior del techo, en el que se nota con claridad cómo se han tratado de ganar centímetro­s de espacio a toda costa... – o también podría ser que Ferrari se planteara ofrecer un techo de cristal opcional–.

El puesto de conducción es magnífico. Cuentas con dos pantallas multifunci­ón dotadas de menús organizado­s de for- ma lógica, que son sencillos de recordar, por los que se navega con facilidad y que están repletos de informació­n. Incluso el navegador funciona más o menos bien, y dispones de CarPlay. Podría no parecer para tanto, pero es realmente difícil encontrar interfaces con el usuario decentes en coches de pequeña producción –y el de McLaren es un buen ejemplo–. Es un enorme paso adelante para Ferrari, y cualquiera que haya experiment­ado con el ordenador de a bordo de, digamos, un venerable 599, asentirá sonriendo condescend­ientemente.

El tema de los asientos es delicado. Esta unidad trae los de serie, que ofrecen un nivel de confort fantástico. Sin embargo, creo que cualquier cliente debería atreverse a dar el salto a los baquets monocasco de carbono –cuestan 7.500 €–, que están disponible­s en tres tallas y pueden incorporar arneses de cuatro puntos, porque, sinceramen­te... cuando llegue el momento de sacar partido a semejante nivel de prestacion­es, vas a necesitar ir amarrado al coche como un piloto de verdad.

Suprimir las palancas de la columna de dirección y concentrar todas las funciones en el volante –limpiapara­brisas, luces, intermiten­tes y demás– me parece una idea tan buena como sexy resulta la apariencia del manettino. No voy a decir que te acostumbre­s en seguida – de hecho, he estado dando ráfagas accidental­es al tratar de accionar el intermiten­te izquierdo hasta el último puñetero minuto–, pero es una solución que te enfoca perfectame­nte en la conducción... y un guiño exquisito a los auténticos volantes de competició­n.

Algunos plásticos grises – en el volante y el pedestal del selector de marchas– tienen un aspecto poco suntuoso – por decirlo de manera delicada– e imagino que lo mejor es optar por el interior en carbono.

Finalmente, que el pasajero pueda contar con una pantalla adicional táctil –por 3.500 €– desde la que puede controlar algunas funciones multimedia –siempre que no esté actuando sobre él alguna clase de aceleració­n brutal– es una genialidad. También es capaz de mostrar parámetros como las revolucion­es del motor, la marcha insertada, la velocidad y el modo selecciona­do en el manettino, de manera que supongo que los pasajeros más aprensivos acabarán por desactivar­la.

El pequeño monstruo V12 arranca tras una pulsación prolongada al botón Start, que por supuesto también está en el volante. Cuando el motor está frío, la operación viene acompañada de una ráfaga de revolucion­es capaz de alertar a un perro a kilómetros de distancia. Aunque si de verdad quieres experiment­ar una bofetada sonora, lo mejor es que tires de las dos enorme levas de cambio para selecciona­r punto muerto en la caja y le pegues un pisotón decidido al acelerador. La aguja del cuentavuel­tas pegará un respingo parecido al de Uma Thurman cuando le inyectan adrenalina en el corazón en aquella escena de Pulp Fiction, y experiment­arás

LOS INGREDIENT­ES PRINCIPALE­S DEL RECORRIDO SON CARRETERAS SECUNDARIA­S, PUERTOS DE MONTAñA Y UN CIRCUITO

un latigazo melodioso, algo rasgado, terribleme­nte agudo y muy intenso que te dejará petrificad­o. Recomiendo apretar los dientes antes de hacerlo, porque la primera vez yo me mordí la lengua –y no, no estoy bromeando–.

InIcIar la marcha resulta sencIllo. Basta tirar de la leva derecha para selecciona­r primera y acariciar el acelerador para autorizar al Superfast a avanzar. Maniobrand­o, el comportami­ento de la caja es un poco trastabill­ante, sobre todo marcha atrás. Transmite la imprecisió­n justa para recordarte que no se trata de ningún artilugio dotado de convertido­r de par y engranajes epicicloid­ales, sino de una Getrag de doble embrague y siete relaciones. Ocurre algo similar con las cajas del Audi R8, el Mercedes-AMG GT o – en menor medida– la PDK de Porsche... y me encanta, porque ese toque de tosquedad brinda la sensación de una conexión mecánica entre motor y cambio.

Una vez en marcha, te asaltan muchas sensacione­s, pero no os voy a engañar: mi primera preocupaci­ón es el consumo. ¿Cuánto gasta el 812 Superfast? El ordenador de a bordo no indica el consumo medio –según Ferrari, no es algo que preocupe a sus clientes–, pero podemos hacernos una idea en base a la autonomía restante estimada. Llenando a tope el depósito de 92 litros, hemos obtenido cifras que oscilan entre los 510 y los 390 km... equivalent­es a una horquilla de entre 18 y 23 litros/100 km. Son cifras elevadas, pero razonables para la conducción que hemos realizado.

La segunda inquietud se refiere a los neumáticos de invierno... ¿en qué medida van a afectar los Pirelli Sottozero a nuestra aventura y a las sensacione­s de conducción? La cuestión práctica no admite discusión. Los neumáticos de invierno son como Santa Bárbara... te acuerdas de ellos cuando truena. Y entonces, los agradeces muchísimo. Porque te garantizo que si te encuentras una rampa helada o levemente nevada conduciend­o un 812 Superfast con unos neumáticos de verano de 315 mm de sección, se avecinan momentos embarazoso­s, angustioso­s... e incluso algún parte al seguro.

En cuanto a las sensacione­s, sería un error subestimar a los Sottozero desde los confortabl­es 23 grados de tu salón. Un neumático de altas prestacion­es requiere calentar la banda de rodadura hasta unos 60 ó 70 grados para funcionar bien. Y con asfalto frío, hace falta algo más que simplement­e circular a velocidade­s legales. Podríamos hacer este viaje con Pirelli PZero Corsa – o incluso con unos PZero Trofeo–, pero te voy a explicar lo que pasaría la mayor parte del tiempo. Sobre asfalto seco, la adherencia va a ser mayor... sin embargo, esos enormes y rígidos bloques de goma sin dibujo van a flirtear con frecuencia entre la adherencia y el deslizamie­nto... y cuando comiencen a escurrir, no lo van a hacer de forma mansa y progresiva; va a ser como cuando a un alpinista se le

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 ??  ?? Al margen de las prestacion­es y la dinámica, en la última década nada ha progresado tanto en Ferrari como sus interiores. Aún les falta un punto de suntuosida­d – que se puede resolver optando por el interior rematado en carbono–, pero los ajustes, la ergonomía, la presentaci­ón de la informació­n y el interfaz con el usuario ha dado un salto brutal.
Al margen de las prestacion­es y la dinámica, en la última década nada ha progresado tanto en Ferrari como sus interiores. Aún les falta un punto de suntuosida­d – que se puede resolver optando por el interior rematado en carbono–, pero los ajustes, la ergonomía, la presentaci­ón de la informació­n y el interfaz con el usuario ha dado un salto brutal.
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El motor 6.5 V12 y el flamante diseño compiten continuame­nte por acaparar el protagonis­mo. Llegar a París ha supuesto 250 litros de combustibl­e. Cuando le coges la medida, circular en Race es divertido y emocionant­e. Al final, dejamos al 812 en compañía de su familia...
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Abajo: Los orificios sobre las aletas forman un túnel que permite ‘atajar’ al flujo del aire. Los flaps que reducen la resistenci­a aerodinámi­ca se encuentran justo debajo del difusor amarillo, y se despliegan a partir de 180 km/h.

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