El ProCeed GT es 25 kg más pesado que el Ceed equivalente
los movimientos, de modo que con el transcurso de las vueltas genera mucha confianza. En definitiva, no te bajas del coche con el vello erizado por la emoción, aunque sí con la sensación de haber pasado un buen rato.
En carretera abierta es aún más satisfactorio. El motor tiene una respuesta lineal, con un leve aumento del empuje al superar las 4.000 rpm. Recuerda bastante al 1.6 PureTech del Peugeot 308 GT, que tiene más potencia –225 CV–, y resulta bastante más emocionante que el del Opel Astra GSi, también un 1.6 turbo con 200 CV.
Aparco el ProCeed GT para montarme en un Ceed GT –también novedad en la gama– con el cambio DCT, una posibilidad que no se ofrecía en el anterior modelo. En mi opinión, las transmisiones automatizadas de doble embrague ya no son la panacea –algunas de convertidor de par son claramente mejores–, aunque he de admitir que la de Kia resulta convincente en todos los aspectos. No resulta brusca al maniobrar en parado –suele ser uno de sus principales inconvenientes– y el funcionamiento es satisfactorio tanto en modo automático como cambiando con las levas ubicadas en el volante. No se aprecian diferencias importantes en el comportamiento respecto al ProCeed, que es 25 kilogramos más pesado y tiene unos ajustes ligeramente más rígidos de la suspensión. En este sentido, hay que añadir que, pese a su planteamiento deportivo, el ProCeed GT no resulta nada incómodo para los ocupantes.
Después de empaparme bien con ambas carrocerías, me planteo la pregunta de cuál elegiría. Más allá de criterios estéticos, he de admitir que el ProCeed tiene una línea diferente –el Ceed no destaca entre el resto de compactos– y un lado práctico nada desdeñable; como ejemplo, su maletero tiene 594 litros de capacidad, casi lo mismo que la carrocería familiar del Ceed –Tourer–. Las plazas traseras no ganan ni pierden con la mayor longitud, de modo que este aspecto no es determinante. Muy probablemente, sí lo serán los 3.227 de diferencia a favor del Ceed.