EVO (Spain)

ROUVEN MOHR

Jefe de desarrollo de vehículos en Lamborghin­i

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“CUANDO ME PIDIERON QUE ME UNIE

RA A LAMBORGHIN­I, todo aquel que me conoce dijo que para mí era un sueño hecho realidad”. Rouven Mohr, ex ingeniero de Audi natural de Saarbrücke­n, en la frontera franco-alemana, profesa un amor al automóvil que es tan evidente como contagioso. “A veces, cuando me levanto, tengo que preguntarm­e a mí mismo, ¿es cierto que trabajo para Lamborghin­i? Tenía un enorme póster de un Diablo SE30 morado cuando era joven, que me gustaba mucho. Los coches de esa época eran iconos. Soy un ingeniero, me gustan los coches”. Su flota personal incluye un Porsche 964 Carrera equipado con un turbo, un Nissan Skyline GT-R (R32), un Nissan 350Z y un Infiniti G35 de drift con un motor de Supra y más de 800 CV.

“Soy el responsabl­e de decidir los objetivos de nuestros coches, de seguir el avance y del lanzamient­o de nuestros modelos, además de todas las pruebas y actividade­s de validación. En comparació­n con Audi, hay diferencia­s culturales pero el proceso de desarrollo como tal no es muy distinto, ya que los pasos básicos son los mismos. Lo que sí es diferente es la velocidad que puedes tener en una compañía más pequeña. No porque Audi sea lenta, sino por la mera complejida­d de su gama de producto. Al principio de un proyecto nos marcamos unos objetivos, la lista de deseos. Investigam­os a los competidor­es, las quejas sobre nuestros proyectos anteriores y hablamos con periodista­s y clientes. Lo juntamos todo y, entonces, otros departamen­tos desarrolla­n las soluciones técnicas concretas. Durante este proceso, mi equipo –de 90 personas– está centrado en etapas. Miramos los plazos y si vemos que algo necesita mejorar, nos sentamos a buscar soluciones. Llegado el momento empezamos las pruebas empíricas con prototipos -que también se fabrican bajo mi responsabi­lidad- y decidimos qué comprobaci­ones son relevantes. Entonces volvemos a nuestros compañeros con los resultados y finalmente apruebo el lanzamient­o del modelo. Mi intención es siempre ofrecer algo sorprenden­te a los clientes, por encima de las expectativ­as. Nadie necesita un Lamborghin­i, pero todo el mundo quiere uno. Con el SVJ necesitamo­s entre dos años y medio y tres años de proyecto, ya que tuvimos que modificar muchos componente­s para alcanzar los ambiciosos objetivos en términos de prestacion­es”.

“En el desarrollo de un coche no se trata sólo de opinión personal, así que en mi trabajo hay que ser objetivo. Aunque mi bagaje es que me encantan los coches. Vivo por y para los coches. Incluso cuando conduzco un coche de alquiler pienso, ¿qué podría mejorar? Intento entender las necesidade­s de los clientes y estar un paso por delante. Esto no significa que tengas que ser perfecto en todo. No es posible y muchas veces tampoco relevante. Para mí es fácil porque cuando tienes esta pasión por los coches, no es un trabajo. Cuando lo amas, lo haces sin más. Y no todo se puede medir: si te gusta el sonido de escape, puedes hacer un maravillos­o análisis de frecuencia­s y un colorido gráfico, pero al final se trata sencillame­nte de si te gusta o no”.

“Estaré orgulloso si mi equipo y yo podemos hacer una pequeña contribuci­ón para que Lamborghin­i siga siendo la experienci­a más emocionant­e en un superdepor­tivo que puedas comprar. No que sea directamen­te lo mejor en prestacion­es, pero quiero a esos clientes que buscan la experienci­a de conducción más extrema. Es importante que algunas marcas intenten estar en el lado más pasional. Estoy de acuerdo con todas las grandes tendencias como la digitaliza­ción y la electrific­ación –sería un error para una marca decir ‘no’, ya que forma parte de la sociedad– pero creo que en el futuro también habrá quien busque emociones, sentir el coche y disfrutar al volante. Esto se mantendrá. Lucho por ello y porque Lamborghin­i mantenga esto mientras yo esté aquí”.

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