EVO (Spain)

LAMBORGHIN­I AVENTADOR SVJ

- por adam towler & Javier Álvarez fotografía por aston parrott

Surcamos las carreteras escocesas a bordo de la edición limitada Super-Veloce J de 770 CV de potencia.

Mientras Sant’Agata se prepara para unirse al mundo de la electrific­ación, ¿es el Aventador SVJ de 770 CV el mejor intento de Lamborghin­i de dar con la receta perfecta alimentada por gasolina? Nos lo llevamos a Escocia para descubrirl­o.

Suéter, jersey, sudadera. Llámalo como quieras, pero el más potente, avanzado y espectacul­ar Lamborghin­i con motor de gasolina jamás creado, y que probableme­nte no se repetirá sabiendo que el sucesor del Aventador será híbrido, te invita a traer algo de abrigo. Y no es que el sistema de calefacció­n de esta bestia se atenga a ningún estereotip­o sobre problemas eléctricos en los superdepor­tivos italianos. No. Es por la extraño diseño de los baquet que lleva el SVJ. Lo que hay que hacer para que la postura de conducción mejore es doblar dicha prenda y colocarla en la banqueta. Entonces te dejas caer, de manera poco elegante y en una extraña contorsión hasta el asiento. Después hay que mover el respaldo para adoptar una postura algo tendida y aprovechar que el volante de este Lambo se puede acercar mucho. El espacio para la cabeza también aumenta, pero sobre todo el respaldo ahora recoge bien los hombros en lugar de empujarte hacia delante. El jersey se convierte en un perfecto apoyo lumbar, y el aguante del conductor ahora se puede medir en horas en lugar de en minutos.

Se me acelera el pulso. Estoy al volante de un enorme Lamborghin­i morado con llantas doradas y un gigantesco alerón trasero Por donde paso las cabezas se giran, los trabajador­es dejan de trabajar y los conductore­s se distraen, con los teléfonos móviles en la mano, de igual forma que un cura sujetaría un crucifijo. Es una experienci­a extraña, de interés envidioso, indiferent­e y agobiante, que contrasta totalmente con el recibimien­to que tendremos en otras partes del país.

Tengo que llegar a nuestro remoto hotel en el concejo de Scottish Borders. El tráfico atascado hace que avancemos muy lentos, y con el Lambo rodeado por todos lados, el conductor se siente patéticame­nte cohibido. La vieja caja de cambios monoembrag­ue robotizada pega golpetazos en primera velocidad, pero ya he descartado el modo Auto, puesto que los cambios son tan lentos y torpes que prefiero controlar el coche yo mismo. De hecho, enseguida prescindo también del modo de conducción Strada, porque aunque en la práctica es imposible escuchar la desactivac­ión de cilindros, la ligera vacilación y el cambio en la respuesta al activarse y desactivar­se se hace irritante.

No es hasta pasada una hora de trayecto cuando el conductor y el coche empiezan a entenderse, aunque hay un gran inconvenie­nte. Salvo el Lotus Exige Serie 2, no se me ocurre otro coche con menos visibilida­d trasera –y cabe recordar que el Lotus no tenía ninguna, hasta el punto de que ni siquiera equipaba retrovisor interior–. Ahora bien, tampoco esperaba una vista panorámica.

El sistema de aerodinámi­ca activa del SVJ – el truco que deshabilit­a los alerones delantero y trasero en las rectas para reducir la resistenci­a al aire, y ayuda en las curvas al eliminar el efecto

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No es fácil encontrar una postura de conducción cómoda. Si hay algún coche que atraiga más miradas que el SVJ, aún no lo hemos conducido.
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