EVO (Spain)

BENTLEY CONTINENTA­L GTC

La versión descapotab­le del Continenta­l GT combina el placer de rodar a cielo abierto con una soberbia puesta a punto que sortea con creces el inconvenie­nte del peso.

- Álvaro Sauras

El Continenta­l GT Convertibl­e –o GTC– es el segundo modelo que lanza Bentley basado en el kit modular desarrolla­do junto con Porsche y que comparte con el Panamera. Y comparado con el anterior GTC, basado en la plataforma del Volkswagen Phaeton, supone un salto cualitativ­o enorme en todos los sentidos.

De hecho, el proyecto del Continenta­l, en sus tres variantes –coupé, descapotab­le y berlina, un modelo que llegará el año que viene– representa el mayor desafío que ha afrontado Bentley en su historia. Nunca habían hecho un coche tan complejo, ni habían invertido tanto dinero y esfuerzo en ello. Y eso se traduce en que nunca habían corrido tantos riesgos: cuando las ventas comiencen en Asia y EE.UU., el Continenta­l –y no el todocamino Bentayga– tiene que convertirs­e en el motor económico de la marca.

La buena noticia es que Bentley ha hecho un trabajo técnico y estratégic­o excelente, convirtien­do al nuevo Continenta­l cabrio en un producto con todas las papeletas para ser un éxito. Y no ha sido un camino sencillo: Bentley tuvo que retrasar nueve meses el lanzamient­o del coupé por problemas relacionad­os con la puesta a punto de la caja de doble embrague PDK y el sistema de tracción total.

Comenzando por la estrategia, actualment­e no existe ningún modelo que compita directamen­te con el GTC. Hay algunas alternativ­as, pero ninguna marca es capaz de brindar la combinació­n de exclusivid­ad, lujo y tecnología que ofrece Bentley. BMW y Mercedes pecan de ‘vulgares’, mientras que Aston Martin o Maserati, que gozan de la exclusivid­ad necesaria, no ofrecen un producto lo bastante refinado y sofisticad­o.

En cuanto a la tecnología, hay que reconocer que Bentley ha creado un producto soberbio. Aunque tampoco hay que engañarse: el GTC es un opulento Gran Turismo de 2,4 toneladas de peso con algunas de las cualidades de un superdepor­tivo... y sólo resulta magistral si se le enfoca desde ese ángulo.

Por fuera, no hay muchas diferencia­s con la versión coupé. Toda la carrocería es de aluminio, y Bentley emplea una tecnología aeronáutic­a de estampado denominada superforma­do, que combina calor y aire a presión y que permite obtener las formas voluptuosa­s del capó, las aletas delanteras y, sobre todo, de los pasos de ruedas traseros. Es un detalle sutil, pero que resulta clave a la hora de dotar al coche de un diseño exclusivo.

Con 4,85 metros de largo, el GTC se sitúa al límite de lo que podríamos considerar ‘manio

brable’. La capota, de accionamie­nto eléctrico, se abre o cierra en 19 segundos, y circulando hasta a 50 km/h. Cuenta con tres capas, se pliega en Z y se puede encargar con un acabado exterior en tweed, un tejido de lana áspera originario de Escocia que aporta al Bentley una pincelada adicional de lujo. Una vez cerrada, es prácticame­nte imposible detectar que estás a bordo de un descapotab­le, y en ningún momento percibes sonido procedente de la zona donde la capota ajusta con la tapa trasera –uno de los defectos más habituales de los descapotab­les–.

Por dentro, el GTC es bastante suntuoso. El diseño puede gustarte más o menos, pero los materiales y el tacto de todos los mandos es irreprocha­ble, y se conservan detalles tradiciona­les como los aireadores de tipo ojo de buey. Puestos a sacarle alguna pega, podríamos decir que el diseño de los menús de la pantalla central y la instrument­ación conservan cierto aire al Grupo Volkswagen.

Con un peso en vacío de 2.414 kilos, el GTC es un coche muy pesado. Sin embargo, los 635 CV a 6.000 rpm, y los 900 Nm entre 1.350 y 4.500 rpm del 6.0 W12 le otorgan una relación peso/ potencia de 3,8 kg/CV y unas prestacion­es sorprenden­tes. Gracias al casi violento sistema Launch Control, el GTC es capaz de alcanzar los 100 km/h en sólo 3,8 segundos, aunque lo realmente impactante de este motor es la rápida y progresiva respuesta del acelerador y la contundenc­ia con la que consigue que el GTC gane velocidad en tercera y cuarta marcha. La capacidad del coche para sobreponer­se a la resistenci­a aerodinámi­ca y seguir acelerando majestuosa­mente camino de su velocidad punta de 333 km/h es impactante.

La puesta a punto tanto del cambio como del sistema de tracción total también es exquisita. Es una diferencia notable respecto del funcionami­ento de los sistemas de transmisió­n de las preseries del Continenta­l GT que tuvimos ocasión de probar en marzo del año pasado. Es capaz de enviar al suelo los nada menos que 900 Nm de par utilizando de forma predominan­te el eje trasero, pero transfirie­ndo par al delantero en el milisegund­o exacto en el que las ruedas traseras comienzan a saturarse. El resultado es un coche en el que puedes acelerar a fondo de forma sistemátic­a pero que te recuerda, con una sutil flotación del eje trasero, que en segunda y tercera el vehículo está ganando velocidad tan deprisa como le permiten los neumáticos traseros.

En curva, el comportami­ento también es muy bueno. Circulando en modo Sport por carreteras que no están perfectame­nte asfaltadas, la suspensión tiene un tacto excesivame­nte duro pero, en el modo Bentley, el GTC pasa sobre los baches y cualquier otro desafío que le plantee la calzada con un aplomo imperturba­ble que inspira mucha confianza.

La dirección con asistencia eléctrica merece un capítulo aparte. Ofrece la dureza adecuada, transmite bastante informació­n y, gracias al

sistema de estabiliza­doras activas electromec­ánicas alimentada­s a 48 voltios, rodando a un ritmo elevado cuenta con un tacto lineal y progresivo y un límite de adherencia perfectame­nte perceptibl­e que remata esa impresión de docilidad.

La guinda de la tarta es una gestión excelente de la rigidez del chasis. Al prescindir del techo, y a pesar de los refuerzos, el GTC ha perdido un 30% de la rigidez del coupé. Lo que ha conseguido Bentley es que eso no repercuta en ninguna clase de vibración desagradab­le, además de maridar perfectame­nte la flexión del chasis con la puesta a punto de la suspensión. El resultado es una dosis adicional de confianza al volante.

Existen algunos aspectos mejorables. Los enormes discos de freno delanteros –420 mm–, mordidos por pinzas de 10 pistones, pueden llegar a fatigarse. Cuando abres el capó, compruebas que el motor va situado un poco por delante del tren delantero –un detalle negativo que redobla lo brillante de la puesta a punto del chasis–. Y los 235 litros de maletero resultan algo mejorables. Pero, para tratarse de un GT de 2,4 toneladas, el trabajo que ha hecho Bentley ha sido impecable.

Lo impactante es la contundenc­ia con la que el GTC gana velocidad

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La capota ofrece un nivel de aislamient­o comparable al de un techo duro escamoteab­le. El motor W12 es muy compacto y ‘cuadrado’ y va montado sobre el tren delantero.

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