EVO (Spain)

MERCEDES A 250

¿Quieres un consejo? Nunca te fíes de quien aparenta ser lo que no es. Te fallará. Pero, ¿qué pasa con los que no aparentan ser lo que en realidad sí son?

- M. Tineo

AHí ESTá, APARCADO en las instalacio­nes de Mercedes– Benz España. Parece muy poca cosa junto al Clase G 63 AMG y al AMG GT 63 S de cuatro puertas que descansan a sus costados, pero lo cierto es que el A 250 que he venido a recoger es, en realidad, el rival directo de todo un VW Golf GTI.

Equipado con un motor 2.0 Turbo de cuatro cilindros y 225 CV, tracción total y un cambio automático de doble embrague con siete velocidade­s, el A 250 tiene alicientes suficiente­s como para que esté deseando ponerme a sus mandos.

Si, por fuera, parece un simple Clase A con pack AMG – en realidad, es así, pues el A 250 sólo tiene de especial

la parte mecánica...–, en el interior pasa más o menos lo mismo. No hay casi diferencia­s con respecto a sus hermanos menores de gama, pero tampoco pasa nada. El aspecto es muy moderno y hasta lujoso, pues las enormes pantallas que presiden la consola central y sirven de instrument­ación crean un ambiente de lo más tecnológic­o, digno de un modelo de una categoría superior. Comparado con el anterior A, hay muchas más cosas que manejar y por las que navegar, y eso también complica un poco el tema de la ergonomía, sigue sin ser más amplio que sus rivales y, con 370 litros, tiene un maletero normalito. Pero también es verdad que la calidad ha mejorado notablemen­te.

Llega la hora de arrancarlo. Pulso el botón Start y el motor se pone en marcha sin hacer más ruido del que haría cualquier motorcillo de gasolina de 100 CV. No hay espacio para los fuegos artificial­es, ya sea en forma de bramido o de petardeos por el escape. Incluso selecciona­ndo el modo Sport, el sonido apenas varía. Un VW Golf GTI suena más, y también tiene más detallitos que te hacen sentirte a los mandos de algo especial. A ver qué pasa cuando empecemos a circular...

Donde normalment­e está la palanca del limpiapara­brisas, Mercedes aprovecha para poner la de cambios. Un tirón hacia abajo sirve para insertar la D, y basta con soltar el freno para que el Clase A se ponga a rodar. Mi obsesión por huir de los automatism­os me lleva a buscar como un loco algo que me permita poner el cambio en manual, pero no hay palanca para selecciona­r el carril secuencial, ni un botón como en otros Mercedes para elegirlo. Hay que hacer girar levemente y en cuatro ocasiones

el mando que permite selecciona­r los modos de conducción para llegar hasta el Individual y, allí, optar por la propulsión Manual. Ahora, ya seré yo quien maneje las siete velocidade­s del Mercedes A 250.

El motor tiene mucha fuerza. A sólo 1.800 rpm ya hay 350 Nm disponible­s, y sigue empujando con bastante furia hasta cerca de las 6.000 rpm –los 225 CV aparecen a 5.800 rpm–. Sí, puedes echar en falta un poco más de ruido, pero no de prestacion­es ni de mala leche. El A 250 declara una aceleració­n de 0 a 100 km/h en 6,2 segundos y, desde luego, a los mandos da la sensación de que los chicos de Mercedes no nos han mentido...

La suspensión es otro de los elementos que no parece diferente al de otros Clase A. Es firme pero nada seca y, aunque contiene bien los movimiento­s de la carrocería, es fácil notar que tiene unos recorridos más amplios quizá de lo esperado. No es problema. Más bien al contrario, el A 250 es muy estable en curvas rápidas y bien asfaltadas, pero también se muestra eficaz a la hora de lidiar con las irregulari­dades en pleno apoyo cuando el asfalto de la carretera se encuentra más roto.

Tener una buena suspensión no vale de mucho si no está bien acompañada. Si empezamos por la dirección, su tacto es bueno; quizá podría ser más informativ­a, pero lo que no se le puede discutir es que resulta muy precisa. Basta con que te limites a apuntar con el volante hacia donde quieres ir para que el eje delantero ejecute sin miramiento­s todos tus deseos, avisándote con cierta antelación de que estás llegando a sus límites. Y digo ‘con cierta antelación’ porque, cuando llegas al límite, sueles ir a tal ritmo que no hay mucho tiempo para avisarte de nada.

El eje trasero, por su parte, es de esos que parecen diseñados para anclarse al asfalto y no moverse de ahí así se acabe el mundo. Como mucho, puedes notar una leve insinuació­n al deslizamie­nto si lo fuerzas a la entrada de las curvas, pero poco más. Supongo que la tracción total también tiene mucho que ver a la hora de que ahí detrás no ocurra nunca nada, algo que puede suponer una importante ventaja, según se mire: es muy fácil llevarlo deprisa.

Con todo, el A 250 es un compacto muy rápido, aunque discreto tanto desde el punto de vista estético como de la propia deportivid­ad en la conducción. Pero, claro, cuando por encima tienes que dejar espacio para que brillen un A 35 AMG y un A 45 AMG – que no sólo aparentan ser más rápidos sino que, efectivame­nte, lo son–, el A 250 no puede ser mucho más de lo que es y, por tanto, cumple muy bien su cometido. Puedes fiarte de él. Otra cosa es que veamos que este A 250 vale, sin opciones, 48.550 euros. Y, cuando digo sin opciones, quiero decir que de serie viene con unas tristes llantas de 17”, y que hasta hay que pagar 1.553 euros por el pack estético AMG...

El A 250 es tan rápido como un Golf GTI, pero tiene menos carácter

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