Hay esperanza
RECIÉN ATERRIZADO DEL SALÓN INTERNACIONAL DE FRANKFURT, tengo perfectamente claro el panorama que se avecina en la industria del automóvil. De hecho, todos los corrillos en los que he participado con personas influyentes de marcas muy diferentes versaban sobre una misma temática: la electrificación de los vehículos. Existe la necesidad imperiosa de bajar las emisiones contaminantes, y la manera que proponen prácticamente la totalidad de actores de este sector es poner un enchufe y baterías a todo lo que se moverá por nuestras carreteras en los próximos años.
Como amante de los deportivos, me preocupa cómo pueda afectar esto a los coches que supuestamente deben transmitirnos emociones al conducirlos. Y he de deciros que tenemos argumentos para la esperanza. Al menos desde el punto de vista dinámico. De hecho, las prestaciones están garantizadas, y parece que los vehículos electrificados nos van a dejar con la boca abierta en cuanto a cifras de aceleración, potencia o par motor – baste el ejemplo del inminente Porsche Taycan, con hasta 760 CV, un paso de 0 a 100 km/h 2,8 seg. y una velocidad máxima de 260 km/ h–. Sin embargo, pienso que también nos vamos a quedar ojipláticos con datos relacionados con el peso – si queremos autonomía, la cantidad de baterías tiene que ser alta; el mencionado Taycan llega a los 2.370 kg– o consumo real en autopista o en conducción exigente –veremos si los deportivos eléctricos llegan tan lejos como prometen–.
Algunos ingenieros con los que he hablado, como los responsables de Audi Sport, técnicos de Cupra o el product manager del Taycan, me tranquilizan diciendo que los próximos deportivos eléctricos ofrecerán un comportamiento dinámico igual o superior a lo que conocemos; con un mejor centro de gravedad por concentrar el peso del coche más abajo o una mayor rigidez gracias al empleo de materiales como la fibra de carbono y sofisticadas aleaciones de metálicas... Aunque hasta que no lo probemos, me cuesta creerlo. He de reconocer que ya me hecho a la idea de la pérdida de cosas como el sonido de un motor de combustión o el funcionamiento de una buena transmisión manual. Pero creo que no sería capaz de digerir que los automóviles deportivos ya no contaran con atributos como la agilidad, la ligereza o la transmisión de sensaciones entre la máquina y el conductor.