TOYOTA YARIS GRMN
Su origen es humilde, pero el pequeño Toyota es algo especial, asegura Antony Ingram
Rebobina mentalmente hasta 1996, antes de que Toyota concibiera el primer Yaris. No son las vacaciones mentales más sugerentes, lo sé, pero aguanta un momento. El pequeñajo de Toyota en la época era el Starlet, un vehículo pequeño de lo más genérico. Un coche lo más alejado que puedas imaginar del concepto de utilitario deportivo. Más allá del intento de Toyota Reino Unido de mejorarlo mediante una versión SR con llantas Speedline y una decoración inspirada en Castrol, tenía el encanto de un puesto de melones y la agilidad de un submarinista con neopreno.
Y, aun así, como es habitual, las cosas fueron de otra manera en Japón. Allí, junto a los Starlet normalitos, había uno llamado Glanza V. El nombre suena totalmente extraterrestre y, teniendo en cuenta su escaso parecido con el Starlet convencional, el coche también podría serlo. Atrás quedó el anémico motor 1.3 litros de 75 CV, y en su lugar se instaló un 1.3 litros turbo con doble árbol de levas en cabeza que enviaba 140 CV a las ruedas delanteras. Además, la carrocería estaba repleta de tomas de aire, aletines, faldones y el Glanza aceleraba hasta 100 km/h en poco más de 8 segundos.
¿Por qué te cuento esto? Porque el Toyota Yaris GRMN de 2018 está tan lejos del producto en el que se basa como aquel Glanza lo estaba a mediados de los noventa. De la crisálida de un modelo conocido por sus respetables pero insulsos híbridos, era casi inconcebible que saliera uno de los deportivos más estimulantes y entretenidos del año.
Este era un coche hecho con retales, en el mejor de los sentidos, con componentes elegidos para que el conjunto fuera mejor que la suma de sus partes. El motor 1.8 litros de cuatro cilindros (2ZR-FE) nació en coches familiares como el Corolla y después pasó a Lotus, donde equipó un compresor. En su destinatario final en forma de Yaris, el 2ZR ofrecía 212 CV y 250 Nm de par, a través de una caja de cambios manual de seis marchas y un diferencial Torsen.
Las llantas de aleación de color negro fueron forjadas por BBS, los amortiguadores desarrollados por Sachs y el pequeño volante de tres radios lo heredó del GT86. Los asientos deportivos completan un interior que por lo demás es un simple Yaris, y cambian la manera en que se siente el habitáculo, a pesar de que la postura de conducción es demasiado alta.
Es cierto que el GRMN no podía igualar el refinamiento del también especial Peugeot 208 GTi by Peugeot Sport, pero conducirlo era entender el nombre. GRMN significa Gazoo Racing Maestros de Nürburgring, y Toyota sólo utilizará esta denominación en modelos que hayan pasado allí el suficiente tiempo como para ganárselo. El Yaris GRMN, juguetón y maleable, y que sube de vueltas con alegría, desde luego se merece el nombre, y es un deportivo más digno que los Starlet de la época del Gran Turismo.
Hay otra cosa que distingue al GRMN del Glanza V. A diferencia de aquel coche, Toyota vio bien vender el modelo en Europa, aunque en edición limitada. Sólo se fabricaron 600 ejemplares del Yaris GRMN y lo cierto es que se vendieron enseguida, a pesar de un precio de 29.990 euros.
Además de por su comportamiento y sus grandes soluciones a nivel técnico, la exclusividad del GRMN también garantiza su estatus de futuro icono. Y si esto es lo que pueden conseguir los ingenieros de Toyota usando un Yaris como base, la credibilidad de la marca y el valor como coleccionable del Yaris GRMN deberían únicamente ir para arriba cuando Gazoo Racing eche el guante al nuevo Corolla.
ESTE ERA UN COCHE HECHO CON RETALES, EN EL MEJOR DE LOS SENTIDOS