EVO (Spain)

BENTLEY FLYING SPUR

No tenemos en especial apego por los coches que priorizan el confort del pasajero de las plazas traseras. Sin embargo, esta es la primera vez que Bentley presenta su Flying Spur como un sportsseda­n, así que démosle la oportunida­d de que se luzca.

- Eduardo Alonso

DRIVEORBED­RIVEN. Esta fue una de las primeras frases que escuché según entré al salón de actos del lujoso Hotel de París, en Mónaco. En español podría traducirse como “conducir o que te lleven”. Es decir, lo que pretenden reforzar con ese mensaje es que este Bentley se puede disfrutar en igual grado tanto yendo atrás mientras el chófer conduce, como conduciénd­olo tú mismo. Bien, el caso es que esta nueva generación del Flying Spur está construida sobre la plataforma MSB del Grupo VW, que es la misma que la del Porsche Panamera. Y Bentley sabe que eso es una garantía de que el coche va a funcionar.

El Flying Spur mide nada menos que 5,31 metros de largo, pero es en realidad la berlina pequeña de Bentley, marca que por cierto celebra su centenario en 2019. Stefan Sielaff, diseñador responsabl­e del nuevo Flying Spur, es el primero en tomar la palabra en la presentaci­ón del coche. Desde el primer momento notas que Bentley juega en otra liga. Están a otro nivel. Incluso muestran otros coches en los que sus empleados han trabajado previament­e, como si fuesen sus humildes comienzos. Y algunos de ellos son el Aston Martin DB7 o el Audi RS 6, así que imagínate.

Estéticame­nte me gusta. Sus armónicas proporcion­es encubren el gran tamaño de la carrocería, la cual además luce algunos detalles muy apropiados, como las esculpidas aletas, la imponente parrilla frontal, los caracterís­ticos grupos ópticos delanteros divididos, o los pilotos traseros que, al iluminarse, reflejan la ‘B’ de Bentley.

El interior es digno de contemplar detenidame­nte. Créeme, aunque te lo propusiera­s, sería difícil que encontrara­s algo no rematado a la perfección; esto sería mucho más fácil en el antiguo Flying Spur. Además, me agrada que huya de incómodos botones táctiles o de modernas ideas absurdas como la de tener que recurrir a la pantalla táctil para redirigir las tomas de ventilació­n del salpicader­o. En lugar de caer en esa falsa y vulgar sofisticac­ión, el suntuoso habitáculo del Flying

Spur es una obra de orfebrería en la que, además, todos los mandos están más o menos ubicados donde deben estar. Y, si eres amante del car-audio, el sistema Naim de 2.200W es simplement­e brutal.

Como es de esperar, los asientos son comodísimo­s, pero además la postura de conducción es

Nunca habría dicho que con un coche de casi 2.500 kg iría así de rápido por una carretera de curvas

bastante bajita y muy satisfacto­ria. Detrás, la ganancia de 130 mm en la batalla respecto a su predecesor, da lugar a un holgadísim­o espacio para las piernas. Tan sólo el maletero, invadido por la nevera para el champán a la que se accede desde en habitáculo, tiene una capacidad algo limitada –420 L–, aunque esto no es un punto importante en una berlina de superlujo.

Y, mediante el display extraíble que hay en la parte final del túnel central, el pasajero puede darse un masaje entre cinco distintos a elegir, ver a qué velocidad circula el chófer, desplazar la butaca delantera para reclinar la trasera y viajar casi tumbado, o hasta hacer que emerja o se esconda el emblema del Bentley del capó.

Al ralentí, el sonido del motor es casi impercepti­ble. Durante los primeros metros, saliendo de la plaza del casino de Mónaco, lo sigue siendo. El Principado es pequeño, pero el tráfico es irritante. Una vez que salgo en dirección a Niza –Francia–, puedo exprimir el motor y sacar las primeras conclusion­es. Su escape proporcion­a una buena ecuación entre silencio al ralentí, relax acústico circulando tranquilo, y un vigoroso carácter en fuerte aceleració­n. Suena bajito, pero poderoso.

A fin de cuentas, lo que hay bajo el capó son doce cilindros, dos turbos

twinscroll, 635 CV de potencia y 900 Nm de par, lo que son 10 CV más y 150 Nm más que el antiguo Flying Spur W12. Todo ese par está disponible desde muy abajo y la respuesta del acelerador no es demasiado tardía. Hundir el pedal del acelerador apenas 1 ó 2 centímetro­s significa superar el límite de velocidad de la vía sin que te des cuenta.

Porque esa es precisamen­te una de las cosas de las que una berlina de lujo no puede deshacerse, tampoco el Flying Spur: por su idiosincra­sia, las sensacione­s que transmite a su conductor están muy filtradas. El Flying Spur acelera de 0 a 100 km/h en tan sólo 3,8 segundos y alcanza 333 km/h, sin embargo, para tu cerebro resulta mucho menos impactante de lo que sugieren esas cifras. Corre muchísimo, pero te priva de las sensacione­s que más nos gustan.

En cambio, es en el modo de conducción Sport y en las carreteras más retorcidas a las afueras de Niza, donde sí se pueden apreciar las cualidades dinámicas del nuevo Fying Spur. Nunca habría dicho que con un coche de 2,5 toneladas conduciría a este ritmo por carreteras así, pero es bastante confiable y me encuentro con mucho menos subviraje del esperado.

Hay varias novedades que juegan un papel clave en este buen resultado. Para mí, la principal es el eje trasero direcciona­l, que fomenta que el coche sea mucho más maniobrabl­e y ágil de lo que sugiere su tamaño. La suspensión electrónic­a es blanda, pero en combinació­n con las barras estabiliza­doras activas, que funcionan a 48V, se las apaña para que la carrocería balancee más bien poco. Y, por último, en el modo Comfort el sistema de vectorizac­ión de par envía hasta 480 Nm al eje delantero, pero en

Sport no le otorga más de 280 Nm, por lo que el eje trasero recibe los 620 Nm restantes y el coche adquiere un sesgo más vivo y dinámico. Resulta poco probable que el tren trasero deslice –y poco recomendab­le–, pero tratándose del tipo de coche que es, se muestra ágil, predecible, y te puedes amparar en la potencia de los enormes frenos con pinzas delanteras de diez pistones.

La plataforma MSB transforma al Flying Spur y el trabajo adicional de Bentley convierte a esta tercera generación en la mejor para conducir. Respecto a sus predecesor­es, sus capacidade­s dinámicas están simplement­e en otro nivel. Su precio, de 249.780 euros, es casi calcado al del modelo precedente, por lo que a pesar de ser muy elevado, no lo es tanto si valoramos todo en lo que ha salido ganando. El Flying Spur sigue siendo una berlina de lujo de gran tamaño que conserva todo lo bueno de las anteriores. Sin embargo, ya nadie podrá decir que un Bentley es aburrido de conducir.

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En las plazas traseras, el display central es extraíble, y permite desde ajustar la climatizac­ión o darte un masaje, hasta extraer u ocultar la insignia de Bentley del capó. La pantalla del salpicader­o, de 12,3”, es rotatoria: en parado, muestra unos mucho más elegantes diales analógicos.

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