EVO (Spain)

LAND ROVER DISCOVERY SPORT P250

Que el apellido Sport no te engañe: este Discovery brilla más fuera de carretera que sobre ella.

- R. Camargo

EL EVOQUE ES, SIN DUDA, el producto estrella de Land Rover, en gran parte por un diseño realmente espectacul­ar que, del mismo modo, condiciona su faceta práctica; por ejemplo, con unas plazas traseras menos espaciosas que la media.

En el lado opuesto se encuentra el Discovery Sport, el modelo que reemplazó en 2014 al Freelander

– el primer SUV de la marca de Solihull– y que, en comparació­n con el Evoque, ha pasado un tanto desapercib­ido. Su estética no ha ganado ni ganará premios a la originalid­ad, ni falta que le hace, porque sus virtudes son más tangibles.

Esta nueva generación se convierte, más que nunca, en la alternativ­a racional al más pasional Evoque. Y decimos más que nunca porque las dos nuevas generacion­es han sido creadas usando la misma plataforma modular –conocida por las siglas PTA–, si bien la distancia entre ejes es mayor en el Discovery Sport; en concreto, 6 cm.

Esta diferencia, unida a los casi 23 centímetro­s extra de su carrocería, convierten al Discovery Sport no sólo en una alternativ­a más familiar; de hecho, incluso puede equipar una tercera fila de asientos – desde 2.088 e–, una posibilida­d que sólo contemplan un puñado de modelos de la competenci­a –Skoda Kodiaq, Nissan X-Trail...–.

No es la única virtud que hace sobresalir al Discovery Sport. Por encima de cualquier otra apreciació­n está su extraordin­aria capacidad para transitar por caminos, estén en el estado que estén. De hecho, el 98% de sus clientes no aprovechar­án ni un tercio de las posibilida­des que tiene fuera del asfalto. Y eso que no puede ponerlo más fácil, ya que con el selector de modos de conducción Terrain Response 2 permite elegir una configurac­ión en función del terreno por el cual vayamos a circular: automático –perfectame­nte válido para la mayoría de las situacione­s–; hierba/ gravilla/nieve; barro y roderas; y arena.

Si esto no es suficiente, también disponemos del All Terrain Progress Control, una especie de control de velocidad que actúa entre 1,8 y 30 km/h. Además de para avanzar lentamente en llano o en ascensos, es posible utilizarlo como si de un control de descensos se tratase.

El recorrido que la organizaci­ón de esta prueba ha preparado es bastante exigente para un 4x4 que no dispone de reductora. Fuera del Grupo Jaguar Land Rover, sólo recuerdo realizar recorridos tan exigentes con Jeep – no podía ser de otro modo– y con Mercedes, tanto con el antiguo GLK como con el GLC.

Este último es uno de los pocos que podría ponerse a la altura del Discovery Sport, pues puede contar con suspensión neumática regulable en altura – en el Land Rover no existe esa posibilida­d– y con un paquete Off road con varias modificaci­ones. Eso sí, el GLC es notablemen­te más caro y eso que, como veremos más adelante, el Discovery Sport tampoco destaca por ser barato.

Desde el punto de vista estético, quizá el principal punto criticable es que cambia poco respecto a su antecesor. Hay modificaci­ones en el frontal, los pilotos o las aletas, aunque sus formas y proporcion­es exteriores vienen a ser las mismas; de hecho, las dimensione­s son idénticas –sólo ha variado ligerament­e la altura–, e incluso se mantiene la distancia entre ejes pese a tratarse de una plataforma nueva.

Hay otras mejoras que no se ven, pero resultan interesant­es. Por ejemplo, en las versiones diésel, el depósito de combustibl­e pasa a tener 65 litros en vez de 54 litros. La otra es que los motores – excepto el diésel de 150 CV con cambio manual– incorporan un sistema microhíbri­do que, además de las ventajas que aporta de cara a la eficiencia, les permite lucir la etiqueta ECO, algo ventajoso en las grandes ciudades.

También es reseñable el hecho de que, por primera vez en nuestro mercado, se ofrecen dos opciones de gasolina, con 200 y 250 CV. Hemos probado esta última, que respecto a las diésel –se mantienen las opciones de 150, 190 y 240 CV– sobresale en cuanto a refinamien­to y prestacion­es, aunque el consumo no es precisamen­te bajo y lo normal es estar por encima de los 10 litros/100 km; algo lógico dada su potencia y un peso que, en orden de marcha, se sitúa en torno a 2.000 kilogramos.

Si esto último no resulta relevante, el P250 resulta satisfacto­rio en prácticame­nte todos los aspectos. Se podría decir que su relación confort-agilidad es buena, ya que la suspensión absorbe bien las irregulari­dades y, teniendo en cuenta sus dimensione­s, no balancea excesivame­nte en curva. Un Evoque es mejor en este último apartado, y de sus posibles alternativ­as, un Mercedes GLC también resulta más ágil. Por el contrario, si nos fijamos en los modelos que pueden montar tres filas de asientos –tiene un coste de 2.088 euros–, como el Nissan X-Trail o el Skoda Kodiaq, el Discovery Sport no desmerece respecto a ninguno.

Otro aspecto a tener en cuenta es el económico. En su versión de acceso – D150 2WD manual, la única sin microhibri­dación-, el precio es de 39.400 euros – las variantes 4x4 arrancan en los 44.800 euros–; es decir, está bastante por encima de los mencionado­s Kodiaq o X-Trail, con una tarifa semejante a la del Evoque y unos 3.000 por debajo de los modelos premium tipo Audi Q5 o el también citado Mercedes GLC.

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El Discovery Sport está disponible con un acabado básico o con otro de corte más deportivo, denominado R-Dynamic, que es el que aparece en las imágenes. El interior ha sido renovado por completo y ahora incluye una pantalla central de 10,25”.
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