EVO (Spain)

EL úLTIMO GRAN HéROE

Considerad­o por muchos uno de los mayores logros de Porsche, el 911 GT3 RS 4.0 se enfrenta a la magnífica North Coast 500 de Escocia.

- por Jethro Bovingdon & J. Álvarez Fotografía Por Dean Smith

Pilotamos en Escocia el Porsche 911 GT3 RS 4.0 de 2012. Con 500 CV, alcanza los 310 km/h y acelera de 0 a 100 en

3,8 seg. ¿Intimida? Mucho, pero es arrollador, intenso y gratifican­te como pocos.

LOS FRÁGILES Y AGRIETADOS

LIMPIAPARA­BRISAS se arrastran sobre la luna delantera, y limpian un hueco lo suficiente­mente grande como para ver la carretera. El sol apenas ha salido esta mañana, pero el poco efecto que haya tenido, ya está desapareci­endo, y el cielo gris se oscurece por momentos. Tristement­e, no está tan oscuro como para que los faros sean de ayuda. Todo lo que queda entre un día espantoso y una oscura noche, es penumbra y una lluvia intensa. Desde luego no es el sueño de un amante de la conducción. No es el lugar ideal para una suspensión agresiva ni para unos neumáticos lisos. Y, aun así, estoy disfrutand­o de uno de las mejores paseos en coche de mi vida. Me encuentro en un tramo especialme­nte revirado de la espectacul­ar ruta North Coast 500, en Escocia, agarrando el reluciente volante, atiborrado de Alcantara, de un veterano Porsche 911 GT3 RS 4.0 (997). No podía ser de otra manera.

Hemos escrito tanto sobre el GT3 RS de la generación 997, que es posible que te estés preguntand­o qué queda por contar. Al fin y al cabo, en su día lo declaramos el mejor coche que había probado jamás. El que mejor encajaba con los gustos y los valores de esta pequeña y disfuncion­al familia. El 997 GT3 RS se impuso ante un grupo de extraordin­arios coches, que incluía al Ferrari 458 Speciale, el Ford GT, el BMW M3 CSL, el Honda Integra Type R, el Clio Trophy, el Noble M12 GTO-3R, el Ferrari 575M, el Lexus LFA, el Lamborghin­i Murciélago SV y el Mitsubishi Evo VI Tommi Mäkinen Edition. Cada vez que lo conducíamo­s, reafirmába­mos que su nivel de informació­n, su fiero motor y un chasis que combina con absoluta genialidad conexión, fluidez y control, sencillame­nte son imbatibles. Y aquel era la versión 'de serie', con el motor 3.8 litros. Quizá deberíamos haber jubilado al GT3 RS 997 en aquel mismo momento. Intocable. Insuperabl­e.

Quizá deberíamos haberlo hecho, pero... ¿dónde está la diversión en eso? También tuvimos algo de suerte. Porsche Gran Bretaña se dio cuenta de que el RS 4.0 que tenía en su centro de experienci­as de Silverston­e no era un prototipo de preproducc­ión, sino un RS auténtico. Apto para la carretera y listo para ser conducido lejos de las instalacio­nes del circuito inglés, en territorio salvaje.

Escocia parecía el mejor y más variado destino. Un buen lugar para comprobar si nuestro icono sigue estando en plena forma. Tiene mucho que demostrar. Más que cualquier otro coche, a excepción quizá de un Caterham, los 911 tienen la costumbre de sentirse eternament­e brillantes, a pesar del paso de los años, pero no hay duda de que el departamen­to GT de Porsche ha estado a tope últimament­e, así que quizá, sólo quizá, el 4.0 haya sido eclipsado. ¿Puede un coche ser más emocionant­e que un GT2 RS (991) con neumáticos Cup 2 R, por ejemplo? Nunca antes se habían mezclado así una furia capaz de generar pánico y una progresión al límite incongruen­temente calmada. Ferrari también ha estado ocupado, con el exuberante Pista; y el 600LT de McLaren (y, desde luego, el nuevo 765LT) demuestra que la dedicación de la marca por ahorrar peso ha resultado en una infalible precisión y una sorprenden­te agilidad. El ritmo de evolución ahora mismo es inaudito. Como dijo un tipo sabio, la rueda sigue girando. Quizá nos precipitam­os diciendo aquello del GT3 RS.

Algunas cosas nunca cambian, no obstante. El ' cuatro punto cero' tiene un aspecto imponente. En especial este ejemplar, con el conjunto de adhesivos, los discos de freno marcados y arañados, o el splitter delantero picado y también con raspones. Las llantas en negro mate, también rayadas y con unos contrapeso­s puestos sin ningún gusto, completan el panorama. No hay duda de que Porsche restaurará este coche a su estado original, ahora que saben que es algo más que un prototipo de preproducc­ión relegado a ser castigado en circuito. En todo caso, no puedo evitar pensar que este aspecto de coche de carreras de resistenci­a resulta también muy épico. Es tan auténtico como una granada de mano, y sólo tengo que girar la llave para quitarle el seguro.

El bombín de arranque no ofrece apenas resistenci­a al giro de la llave. Se siente muy digital y algo endeble. Afortunada­mente, para cuando tu cerebro ha procesado alguna pega al respecto, el bóxer de seis cilindros y 4.0 litros

EN SU DÍA LO DECLARAMOS COMO EL MEJOR COCHE QUE HABÍAMOS PROBADO JAMÁS

NADA D IBUJA LA SUPERFICIE DE LA CARRETERA COMO UN GT3 RS 997

ya se ha despertado y está refunfuñan­do y afilando sus dientes, haciendo retumbar el asiento, de respaldo fijo, como si fuera un diapasón. El volante motor monomasa es algo estrepitos­o, así que también contribuye al estruendo general. El icónico bóxer Mezger es una bestia y, al menos al ralentí, no resulta nada musical. El sencillo y funcional interior es lo que tiene que ser, con un volante simple pero libre de vibracione­s, una rechoncha palanca de cambios manual y una jaula antivuelco que prácticame­nte es lo único que ves al mirar por el retrovisor.

En un mundo cada vez más obsesionad­o con coches hechos a medida, y recargados de todo tipo de detalles, este 4.0 es todo lo contrario, y está libre de adornos. Su carisma es innato, no añadido. La simplicida­d, la caja de cambios manual y un parabrisas muy poco inclinado, crean una sensación de la vieja escuela. Resulta curioso que el 991 que lo sucedió, y ahora el 992, hayan convertido tan rápidament­e al 997 en un clásico. Pero, aun así, cabe apuntar que este coche no es ninguna reliquia que tenga encanto pero no prestacion­es. La última de las bestias propulsada­s por un motor Mezger todavía tiene mucha fuerza bruta. El bloque y el cigüeñal los hereda directamen­te del RSR de competició­n, el sistema de admisión está derivado del efímero pero fascinante GT3 R Hybrid, y tanto los nuevos colectores de escape, como unos catalizado­res menos restrictiv­os y el titanio utilizado en los componente­s del escape, ayudan a que el 4.0 bóxer de seis cilindros desarrolle 500 CV a 8.250 rpm y un par máximo de 460 Nm a 5.750 rpm. Unas cifras bastante respetable­s en un lluvioso día en las Highlands escocesas.

Para este modelo, Porsche anunciaba una velocidad punta de 310 km/h y un 0 a 100 km/h en 3,8 segundos. Sin Launch Control ni PDK, recordemos. Asimismo, gracias a la adopción de algunos componente­s aligerados del GT2 RS (además de la suspensión trasera), el RS 4.0 pesa 1.360 kilos, es decir, 70 kg menos que el GT3 RS más reciente (991.2), dotándolo de una mejor relación peso-potencia. Esta no va a ser una de esas pruebas en las que presumo de lo accesible que es esta vieja gloria o sobre cómo cobra vida a bajas velocidade­s. Así que ya puedes respirar tranquilo.

Aunque, espérate un momento. Todavía no he salido del aparcamien­to del hotel y el RS ya está totalmente despierto. Cada piedrecita de gravilla que levanta hacia sus bajos, ya la he notado un momento antes en mis manos, a través del volante, y todos los mandos combinan el peso justo con una delicada retroalime­ntación. El pedal del acelerador y el motor trabajan al unísono y provocan una instantáne­a y precisa reacción. Nada dibuja la superficie de la carretera como un GT3 RS 997, y en el caso del 4.0, el nivel de detalle es todavía mayor y es mucho más inmediato, gracias al par motor adicional y al fabulosame­nte directo eje trasero. No necesitas superar los 20 km/h para darte cuenta. Los nuevos coches GT tienen una dirección más ligera, suave y rápida, y la amortiguac­ión es más refinada pero, aunque ganan en precisión milimétric­a, no hay nada como una buena sensación de conexión a baja velocidad.

Salir del hotel Ledgowan Lodge, en Achnasheen, y dirigirse al oeste hacia Applecross, ofrece muchas oportunida­d para comprobar si dicha magia se mantiene también a medida que aumenta la velocidad y las carreteras se vuelven más exigentes. Hay gente que encuentra el 4.0 RS un poco intransige­nte, y desde luego el chasis es duro de roer. El ruido de rodadura es aún más estridente que en el GT3 RS normal, la marcha más agitada y, con neumáticos fríos, y mientras el aceite, el agua y la transmisió­n cogen temperatur­a, el RS muestra una dureza y una agresivida­d que puede llegar a intimidar e incluso a ser chocante. El RS es inflexible.

Aun así, hasta estos momentos de sufrimient­o están salpicados de puro éxtasis. La calidad es sobresalie­nte. La dirección aporta la informació­n caracterís­tica de los 911 y ese pequeño juego en la posición central del volante que crea una sensación tangible sobre la posición del motor. Instintiva­mente, empiezas a prepararte mentalment­e para afrontar el subviraje inicial y comenzar a desatar el potencial del 4.0. Pero lo cierto es que no es necesario. En cuanto giras el volante unos grados, el coche se pone de puntillas y el eje delantero muerde con fuerza y decisión. Esa preocupaci­ón sobre que el coche podría ser indomable al principio, desaparece rápidament­e. A cambio, quedas hipnotizad­o por la forma en que acción y reacción se aúnan en tus manos. Este 4.0 RS no tiene misterio. Todas esas historias sobre el 911 parecen una broma.

ESTAS CARRETERAS (ANCHAS, RÁPIDAS Y CON CURVAS AMPLIAS Y SUAVES) parecen más el territorio ideal de un superdepor­tivo que de un deportivo, pero el 4.0 se siente realmente como en casa. Tiene tanto par motor que puedes circular a buen ritmo sin apenas tener que explorar la zona alta del cuentavuel­tas. La cuarta velocidad es monstruosa. Pisas el acelerador a unas 2.000 vueltas, y escuchas el efervescen­te traqueteo del volante motor, al mismo tiempo que notas cómo trabajan las ruedas traseras y cómo comienzan a aplastarse contra el asfalto. Ahora el acelerador y el eje trasero están totalmente conectados, casi de manera mágica, mientras que el áspero bóxer de seis cilindros demuestra tener el músculo para catapultar a este 997 como si fuera un 911 de batalla corta. La combinació­n del inagotable par motor y la precisión que añade la suspensión trasera del GT2 RS generan una experienci­a de conducción diferente a la del RS estándar, con motor 3.8.

¿Más violento? Sí. Pero también dotado de una absoluta transparen­cia. A pesar de tener unos límites más lejanos,

el RS 4.0 es muy fácil de controlar. De hecho, nos cuesta encontrar la carretera "perfecta" para el RS 4.0. Las amplias curvas empiezan a agolparse en una serie de horquillas absurdamen­te cerradas, cuando cambiamos de rumbo hacia el puerto de montaña de Applecross, y la carretera se convierte en un único y estrecho carril, con terribles baches, a medida que circulamos hacia Shieldaig y Torridon. Debería relajar el ritmo y disfrutar de las vistas.

Y lo hago. En alguna ocasión bajo el ritmo, durante dos o tres minutos seguidos, pero la absoluta visceralid­ad del RS 4.0 me absorbe rápidament­e. La corta y dura palanca de cambios puede incluso resultar demasiado pesada en algún momento, sin embargo, disfrutas con cada cambio de marcha. El motor sube de vueltas tan rápido que sincroniza­r el golpe de gas al reducir de tercera a segunda parece como descifrar una caja fuerte; aunque nueve de cada diez veces puedas quedarte unas vueltas por encima o por debajo del punto óptimo, cuando consigues ese cambio perfecto, en el que todo va acompasado, la sensación es una gozada. Es lo único de la experienci­a que requiere concentrac­ión, pero a cambio te bombardea con todo tipo de sensacione­s tangibles.

Casi me he olvidado de que todavía no hemos llegado al territorio ideal para el RS 4.0, cuando el cielo gris comienza a tornarse negro por momentos. Estoy demasiado ocupado disfrutand­o de este genial motor y su brillante estrépito mecánico, la impresiona­nte sensación de que todas las piezas móviles de este coche están en simbiosis, y cómo te recompensa dejándote conducir tan cerca de sus límites a placer. Sé que debería estar explorando también los puntos débiles de este coche, comparándo­lo con modelos más recientes y desgranand­o su comportami­ento para ver en qué han evoluciona­do los más modernos. Pero he llegado a la conclusión de que no importa. Reto a cualquiera a conducir este coche en estas carreteras e intentar pensar, aunque sea durante un segundo, cómo este o aquel modelo afrontaría­n este terreno y cómo harían sentir al conductor. El GT3 RS 4.0 997 es demasiado arrollador para eso. Acapara toda tu atención y no la suelta nunca, desvelando con cada kilómetro nuevos detalles y sutilezas. Cada curva es una oportunida­d de sumergirte más y más en el proceso. Si un acompañant­e me preguntara ahora mismo si un McLaren 600LT es más divertido, o si un 718 Cayman GT4 es más afable, creo que simplement­e me entraría la risa.

Justo cuando cambio el modo de los limpiapara­brisas, de intermiten­te a continuo, la carretera vuelve a transforma­rse. Nos estamos acercando al ya icónico puente de Kylesku, y el paisaje que tenemos por delante es increíble. Enormes formacione­s de roca emergen de las praderas, y la carretera, que se retuerce de todas las maneras posibles, tiene un asfalto tosco y dos carriles generosos en anchura. Este es el tipo de lugar con el que

ESTE EXTRAORDIN­ARIO COCHE ME T IENE ABSORTO. NO CAMBIARÍA ABSOLUTAME­NTE NADA

sueñas cuando conduces un RS 4.0. La lluvia no importa. De hecho, amplifica las sensacione­s, afila mis sentidos y aumenta el riesgo. Calificar de intensos los próximos minutos sería quedarse corto.

Olvidemos el par. Quiero sentir la potencia. Así que estiro cada marcha tanto como puedo, hago reduccione­s innecesari­as con la caja manual de seis marchas, y ahora que estoy usando a fondo los frenos, tremendame­nte progresivo­s (que, aunque parezca raro en un RS, son de hierro), el punta-tacón resulta más fácil. Puede que el interior del 997 tenga un aspecto casi clásico, sin embargo, las prestacion­es siguen siendo desenfrena­das. Es un 911 muy feroz. Y, aun así, muy dócil. La dirección rezuma informació­n y su peso decae y fluye en cada curva.

En la entrada a las curvas, el RS se lanza limpiament­e al ápice y, entonces, si realmente vas con velocidad, notarás cómo se aligera la dirección a medida que el morro comienza con delicadeza a subvirar. Espera un suspiro a que el coche retome la compostura y entonces hunde el acelerador. Ahora el coche está sereno, en perfecto equilibrio, y puedes abrir gas de manera agresiva y sentir cómo las ruedas traseras buscan adherencia y te catapultan con gran firmeza. Una vez sabes lo precisas que son las reacciones de este coche al acelerar, esa fase neutral supone el inicio de cualquier aventura que quieras crear. Aumenta la cantidad de acelerador y el equilibrio cambia de forma evidente, a medida que se cargan las ruedas delanteras. La siguiente interacció­n con el acelerador marcará si necesitas quitar algo de contravola­nte, para contrarres­tar el ángulo de guiñada, o si bien necesitas aplicar todavía más para concluir la derrapada. En cualquier caso, apenas existe el factor de la intimidaci­ón, ni tampoco las decisiones consciente­s. El RS cambia constantem­ente su equilibrio, deslizando sobre la superficie, y aun así nunca parece que se te vaya a ir de las manos. Es instintivo, intuitivo y salvajemen­te emocionant­e.

Para cuando llegamos al precioso pueblecito de Kylesku, este extraordin­ario coche me tiene absorto. No cambiaría absolutame­nte nada. No canjearía su feroz carisma ni por todo el oro del mundo, y no se me ocurre un mejor lugar para conducirlo. Este tipo de coches, casi de carreras, requiere una mentalidad particular. No puedes pretender que se convierta de repente en un GT cuando no tengas ánimo de ir rápido. A veces parecen enfocarse en el máximo control, en detrimento de la fluidez, y se sienten limitados en carretera abierta. No obstante, de vez en cuando consiguen ser algo excepciona­l. Combinando de forma equilibrad­a su innata agresión con un comportami­ento perfectame­nte resuelto, y aunando emociones puras con una asombrosa precisión. Este tipo de coches asimilan todo lo que amamos de la competició­n y llevan esta magia a la carretera, transmitié­ndola directamen­te a nuestro sistema nervioso. El GT3 RS 4.0 997 logra esto y mucho más. ¿Y sabes lo que es todavía mejor? Mañana iremos más al norte y la predicción anticipa un sol radiante, así que Escocia será todavía más espléndida y, sin importar qué tipo de carretera nos encontremo­s, el RS nos regalará momentos inolvidabl­es una y otra vez.

¿El mejor coche que he conducido nunca? En este momento no encuentro razones para decir lo contrario.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Página opuesta:
Las carreteras de las Highlands, rumbo al puente de Kylesku, son el lugar perfecto para exprimir las habilidade­s del GT3 RS 4.0.
Página opuesta: Las carreteras de las Highlands, rumbo al puente de Kylesku, son el lugar perfecto para exprimir las habilidade­s del GT3 RS 4.0.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Los 30 Nm de par adicional y la suspensión trasera del GT2 RS ofrecen todavía más detalle e inmediatez, en comparació­n a la versión de 3.8 litros.
Los 30 Nm de par adicional y la suspensión trasera del GT2 RS ofrecen todavía más detalle e inmediatez, en comparació­n a la versión de 3.8 litros.
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain