EVO (Spain)

Jean-Pascal Dauce

El responsabl­e del último A110 nos habla de su obsesión por Renault y de qué otros coches han representa­do una gran influencia en su vida.

- por a . towler & j. arús

DESDE QUE TENGO DOS O TRES AñOS colecciono miniaturas de especialis­tas como Matchbox o Dinky. Me gustaban los coches y sólo los coches. A esa edad también tenía un par de coches de Scalextric; un Porsche 906 blanco y un Ferrari P2 o P3. Recuerdo jugar con ellos muchísimo. En la actualidad no hago más que comprar miniaturas de Alpine, Porsche o Ferrari; mi esposa tiene miedo de que esta obsesión nunca acabe.

La primera vez que recuerdo haber visto un deportivo fue en Marrakesh, en el Rallye de Marruecos (todavía era una prueba del Mundial por aquel entonces). Cuando los participan­tes llegaron a la ciudad por la noche, los equipos tuvieron que hacer algunos arreglos y los llevaron a cabo en los garajes del centro. Lo que queda en mi mente de verlos allí son los enormes focos que empleaban los mecánicos y los coches circulando de un lado al otro. Aquellos mecánicos estaban realizando una labor encomiable y que se antojaba imposible. Fue ese lado de la ingeniería lo que más me sedujo. No soy piloto, soy ingeniero. Aquel es un gran recuerdo que ha marcado mi desarrollo personal.

Conduje el coche de mis padres a una edad muy temprana. En aquel momento ellos no lo sabían, ya que lo hacía cuando se ausentaban. Esto es algo absolutame­nte impensable hoy en día, pero cuando tenía ocho o nueve años mi madre me autorizó a arrancar nuestro Renault 4 en invierno para que estuviera caliente cuando ella se fuera; de esta manera sabía perfectame­nte donde estaban las llaves y me dejaban arrancar, por lo que después de unas semanas di un paso más.

Cuando estaban fuera de casa no sólo arrancaba el motor, sino que metía primera y circulaba unos 5 metros. Después, retrocedía al mismo lugar para que no se dieran cuenta de mi maniobra.

El primer automóvil que tuve, y del que estaba muy orgulloso, fue un Alpine A110, ya que desde que tenía 15 años quería uno. Para mí este modelo era el coche perfecto (pequeño y ágil), y así se lo hice saber a todo el que me cruzaba en mi adolescenc­ia, además de guardar en una caja cada céntimo que me daban en Navidad o mi cumpleaños. Estaba constantem­ente mirando los precios de los Alpine, sin importar su estado, y oscilaban entre 25.000 y 30.000 francos.

Cuando tuve la edad suficiente para trabajar en verano, hice todo lo que pude; estuve en un hospital, una tintorería y de encargado de la lectura de contadores (en este último empleo tuve mi primer coche de empresa). Cuando tenía 20 años, me di cuenta de que poco a poco los Alpine se estaban convirtien­do en un clásico y que podían quedar fuera de mi alcance económico si no me compraba uno de inmediato. Percibes cuando un automóvil empieza a ser interesant­e cuando salen buenas críticas en las revistas especializ­adas. Entonces, obtuve un préstamo cuando todavía era estudiante (no fumaba, no bebía, no iba a discotecas...). Sólo me movía mi pasión por conseguir ese Alpine. El banco me dio 10.000 francos, puse el resto de mis ahorros y conseguí mi propio Alpine con 21 años. Era el año 1988.

Tenía el motor pequeño de 1.300 cc y era del año 1971. Contaba con todos los cromados del capó, las puertas... Era justo como lo quería y todavía lo

conservo. Nunca me he planteado venderlo. De hecho, fue mi coche de boda, lo he restaurado por completo... y aunque alguien me lo cambiara por un 1600S, diría que no (lo podría pensar si estuviera completame­nte nuevo, salido de fábrica). Mi unidad se expuso en la presentaci­ón del último Alpine A110 y ha estado mucho tiempo en las oficinas centrales de Renault, en Francia. Lo he prestado para tantos eventos del Grupo, que no hay ningún otro Alpine igual para mí en cuanto a emociones.

La restauraci­ón fue muy larga; la quise hacer yo mismo. Me encargué de todo excepto de la pintura; reconozco que tuve un par de momentos de debilidad y me planteé venderlo durante el proceso, pero mi mujer me dijo: “Tenemos que conservar este coche. Nunca lo venderemos”. Al final tardé nueve años en dejarlo terminado.

Mi formación era matemática, por lo que para mí fue un desafío vincular esa formación tan técnica a un trabajo relacionad­o con el mundo del automóvil. Siempre sentí predilecci­ón por Renault; si Peugeot me hubiera ofrecido un trabajo, no lo hubiera aceptado. Era un auténtico apasionado de Renault y les enviaba cartas todos los meses. Después de la universida­d, me mudé a París y comencé a trabajar para Airbus. Fue divertido, pero no me gustaban los aviones. En mi lugar de trabajo tenía fotos de Renault 5 Turbo y Alpine, por lo que todo el mundo sabía quién era el tipo adecuado para tener una conversaci­ón sobre coches. Algunos se acercaban a verme el lunes para hablar sobre la Fórmula 1; otros venían para saber si se compraban un Renault GT Turbo o un Peugeot 205 GTI...

En 1990, después de 18 meses en Airbus, me contrataro­n en Renault. Comencé a trabajar con ellos en el sudeste asiático, luego pasé al departamen­to encargado de chasis para, después de diez años, recalar en el de vehículos deportivos (Renault Sport). Más tarde, trabajé en la escudería de F1 durante tres años, creo que porque me pasaba cada semana por las instalacio­nes de TWR (siglas de Tom Walkinshaw Racing, que colaboró en el desarrollo del Clio V6), que estaban al lado de la fábrica de nuestros monoplazas de F1.

El último coche de Renault Sport del que fui responsabl­e fue el Mégane R26.R. Después estuve al frente del departamen­to carreras-cliente casi diez años para pasar a Alpine en 2012, cuando establecim­os una jointventu­re con Caterham.

Algunos me tildaron de loco cuando propusimos hacer el R26.R. ¡Y es que ese punto de locura era fundamenta­l! Tuvimos un año para hacer aquel proyecto; la intención era tener nuestro propio GT3 RS. Para mí, lo más importante es que la gente sea feliz cuando conduce su coche. Pero es que, además, si se trata de un deportivo como es el Alpine A110, también tiene que disponer del nivel adecuado de prestacion­es y rendimient­o. El estrés que pasamos antes del lanzamient­o del nuevo Alpine fue muy alto; el coche contaba con menos de 300 CV, neumáticos del tamaño justo (no los estrechos que realmente quería)... pero la principal duda era: “¿El mercado entenderá lo que pretendemo­s con este coche?

Con el ADN de Alpine no teníamos otra opción: prestamos atención a cada detalle de los elementos mecánicos del coche para garantizar que la gente lo identifica­ra rápidament­e como un Alpine. Queríamos una máquina que hiciera feliz a los clientes, y que generara entusiasmo a pesar de no contar con 500 CV ni estar repleto de dispositiv­os electrónic­os. Creo que tuvimos éxito a la hora de cumplir nuestro objetivo de que fuera ligero, pero supuso una batalla diaria el conseguirl­o.

Mi principal problema con los actuales deportivos es que siempre queremos mejorarlos. Sé que esto es algo bueno, y todos queremos obtener un mejor rendimient­o pero... no necesitas 700 CV para disfrutar. Creo que esta obsesión con la potencia y la velocidad es un error. En cuanto al peso, al ser un entusiasta de los Alpine y teniendo en cuenta que mi A110 clásico pesa 700 kg, todos los coches de ahora (incluidos nuestros propios modelos) me parecen demasiado grandes y pesados.

Mirando hacia atrás, mi mayor influencia ha sido Renault. Me encantaba la marca incluso antes de que mis padres tuvieran uno de sus modelos. Personalme­nte tengo dos marcas que son icónicas para mí: Ferrari y Porsche. Sé que es común de muchos entusiasta­s, pero en mi caso es una creencia seria y profunda. Ferrari representa lo caliente y Porsche lo frío. Desde el punto de vista profesiona­l, después de Renault ha sido Porsche en la marca que más me he fijado, porque todo lo que hacen es

TODAVíA TENGO EL A110 QUE COMPRé EN 1988

perfecto. Cuando miras su forma de trabajar, cuando realizan una de sus ediciones limitadas... Son un modelo a seguir.

En el garaje tengo un nuevo Alpine A110, el número 1.300. Esta es la cilindrada del otro coche de mi casa, mi Alpine antiguo... que tiene como número de matrícula el 110. Para mí estos detalles son muy importante­s. Después de ser propietari­o de la mayoría de los modelos de Renault Sport, incluido un Spider, necesitaba saber qué estaban haciendo en otras compañías... por lo que tuve un Porsche 991 Carrera S o un Ferrari 328. En la actualidad, también soy propietari­o de un Porsche 912 de 1968 (el de batalla corta).

En el garaje de mis sueños tendría un Dino 246. Para mí, el Dino es mi coche por encima de cualquier otro, porque es como un Alpine pero con el espíritu ardiente de un Ferrari. Realmente es mi sueño. Todavía no he conducido uno, pero incluso la espera antes de hacerlo es un momento del que disfruto.

Sin embargo, si tengo que elegir un coche y una carretera, diría el Col de Turini al volante de un A110. Tal vez hacer el puerto de subida con el viejo y bajar con el nuevo... tomando una buena taza de café entre medias.

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 ??  ?? Arriba izda.: Firme admirador de los métodos de trabajo de Porsche, Dauce es un orgulloso propietari­o de un Porsche 912 de 1968 (batalla corta), y antes tuvo un Porsche 911 (997) Carrera S. Arriba: El Mégane R26.R (el último coche de Renault Sport del que Dauce fue responsabl­e) se desarrolló tan sólo en 12 meses y estaba inspirado en el concepto del 911 GT3 RS.
Arriba izda.: Firme admirador de los métodos de trabajo de Porsche, Dauce es un orgulloso propietari­o de un Porsche 912 de 1968 (batalla corta), y antes tuvo un Porsche 911 (997) Carrera S. Arriba: El Mégane R26.R (el último coche de Renault Sport del que Dauce fue responsabl­e) se desarrolló tan sólo en 12 meses y estaba inspirado en el concepto del 911 GT3 RS.

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