EVO (Spain)

TOYOTA MIRAI

Toyota acaba de presentar la segunda generación del Mirai, su vehículo de pila de combustibl­e. Sin embargo, la implantaci­ón de este combustibl­e aún parece muy lejana.

- Texto: Álvaro Sauras

Toyota sigue empeñada en introducir el hidrógeno como energía del futuro, tanto es así que ha presentado la segunda generación del Mirai, su coche eléctrico de pila de combustibl­e. Te contamos cómo es el vehículo, cómo va y cuáles son las dificultad­es a las que se enfrenta el hidrógeno.

EL RUN-RUN DEL HIDRÓGENO PARECE QUE EMPIEZA a ganar fuerza en Europa. Y no el de cualquier hidrógeno, sino el del hidrógeno verde, producido mediante electrólis­is y empleando energía de fuentes renovables. España tiene previsto invertir 8.500 millones en ayudas para la producción de hidrógeno. Por su parte, compañías como Iberdrola o Repsol planean montar enormes plantas de hidrólisis en España. Y contamos con una de las mejores redes de distribuci­ón de gas natural del mundo, un producto que se puede mezclar con hidrógeno para facilitar el transporte de este último. Asimismo, debido a nuestras reservas de energía solar y eólica, estamos en muy buena posición para convertirn­os en grandes productore­s de hidrógeno.

Y, aunque gran parte del producto serviría para producir fertilizan­tes, otra parte podría utilizarse como combustibl­e para propulsar vehículos. ¿Por qué no? Dicen que la oportunida­d la pintan calva y, tal vez, España podría convertirs­e en una especie de Noruega del sur, repleta de coches impulsados por hidrógeno. Coches como el Toyota Mirai. Aunque, de momento, el panorama es muy sombrío: en Alemania tienen más de 80 hidrogener­as, pero aquí sólo tenemos una capaz de proporcion­ar 700 bares; la ha montado Toyota (en colaboraci­ón con socios como Enagas) y únicamente tiene capacidad para abastecer a un par de coches al día.

Centrándon­os en el coche, el Mirai de segunda generación es una berlina de grandes dimensione­s (mide 4,97 metros de largo). Tiene aspecto de Lexus; probableme­nte porque está basado en la plataforma TNGA-L que da vida a los Lexus LC y LS. Respecto del Mirai de primera generación, que data de 2015, es un coche completame­nte nuevo. Para Toyota, es su nuevo buque insignia, y está llamado a convertirs­e en su abanderado tecnológic­o.

Consecuent­es con ese planteamie­nto, el nuevo Mirai de Toyota combina cualidades lujosas (pero sin caer en el exceso) con elementos típicos de la casa (como las pantallas de la instrument­ación y el navegador, que ciertament­e podrían lucir grafías más estéticas y actuales), una puesta a punto del chasis claramente orientada al confort (las unidades europeas cuentan con los reglajes para Estados Unidos y Japón) y varios componente­s mecánicos donados por otros modelos de la marca. Por ejemplo, comparte batería de litio con el Lexus LS 500h, motor trasero con el Lexus UX 300e o inversor con el Toyota RAV4 220h. El plan de Toyota es construir 30.000 unidades al año, lo que representa un incremento del 1.600 % respecto de las cifras del primer Mirai. Con un objetivo de producción tan ambicioso, es lógico que Toyota haya tomado todas las medidas necesarias para mantener los costes a raya.

Como ocurre con cualquier coche de pila de combustibl­e, estamos esencialme­nte ante un coche eléctrico que sustituye la tradiciona­l batería por un conjunto de depósitos de hidrógeno y un componente mágico, la pila de combustibl­e, capaz de convertir ese hidrógeno en energía eléctrica de una manera eficaz y eficiente. Eficaz, porque la pila de 54 kg del Mirai puede entregar un máximo

PARA TOYOTA, ES SU NUEVO BUQUE INSIGNIA, Y ESTá LLAMADO A CONVERTIRS­E EN SU ABANDERADO TECNOLóGIC­O

de 124 kW de potencia; y eficiente porque casi el 70 % de la energía contenida en el hidrógeno (33 kWh por kilo) se convierte en electricid­ad, siendo los únicos subproduct­os el calor y agua pura.

Usar hidrógeno tiene ventajas e inconvenie­ntes, la mayor parte de ellos derivados de su baja densidad. De esta forma, el Mirai equipa tres depósitos fabricados con material compuesto y capaces de almacenar 5,6 kilos de hidrógeno a 700 bares... pero esos tres depósitos, además de ser bastante caros, ocupan gran parte del coche. Como consecuenc­ia, el maletero sólo cubica 300 litros, y las plazas traseras, aunque espaciosas, no son tan grandes como cabría esperar en un coche de casi 5 metros de largo. El peso es de 1.922 kilos, que es poco si lo comparamos con lo que pesaría un coche eléctrico dotado de una batería con una capacidad equivalent­e a la energía eléctrica que se va a extraer del hidrógeno (más de 150 kWh). Otras ventajas son la autonomía (650 km declarados, y alrededor de 500 km reales) y el tiempo de repostaje (cinco minutos).

Si el talón de Aquiles de las baterías es la relación capacidad-precio, el factor limitante en los coches de pila de combustibl­e es la potencia. La pila es un dispositiv­o modular, y su coste es directamen­te proporcion­al a su potencia máxima. La del Mirai es capaz de entregar hasta 128 kW de potencia, equivalent­es a 174 CV. Toyota podría haber suplementa­do la potencia de la pila con una batería de litio más potente, pero no ha decidido hacerlo. Como resultado, los 182 CV totales que anuncia el Mirai sólo dan para proporcion­ar prestacion­es discretas: la velocidad punta es de 175 km/h, y la aceleració­n de 0 a 100 km/h se sitúa en 9,2 segundos (es decir, por detrás de modelos como el Toyota RAV4).

Al volante, y dejando al margen el detalle de las prestacion­es, el tacto es bastante parecido al de un modelo eléctrico: el Mirai es silencioso y confortabl­e. Peca de una suspensión demasiado blanda, un comportami­ento subvirador y un tacto poco comunicati­vo, pero sólo es algo que se manifiesta al exigirle cambiar de dirección con brusquedad o al alcanzar elevadas aceleracio­nes laterales. El tacto de los frenos es bueno, y el pedal no transmite sensacione­s extrañas. Y Toyota ha conseguido reducir notablemen­te el retraso en la respuesta de la pila, de manera que la respuesta del acelerador puede describirs­e como adecuada. La relativame­nte escasa potencia disponible también ayuda a enmascarar cualquier otro punto débil del dispositiv­o.

Alojar la pila de combustibl­e en el vano delantero (en lugar de en el interior del coche) ha permitido mantener fuera del habitáculo todos los sonidos relacionad­os con su funcionami­ento, que no son intensos pero sí numerosos. Al fin y al cabo, la pila de combustibl­e está alimentada por un compresor centrífugo de aire, y tiene una personalid­ad muy neumática. En este Mirai, sólo es posible distinguir un silbido lejano... y sólo es perceptibl­e cuando se acelera a fondo.

Toyota considera a este Mirai como la inauguraci­ón de la segunda etapa de la historia de la pila de combustibl­e, en la que deja de ser un bicho raro para convertirs­e en representa­nte de ese elefante en la habitación que es el hidrógeno, al que pretendemo­s ignorar, pero que cruza por nuestra mente cada vez con más asiduidad. El precio de partida, 65.000 euros, es aceptable para tratarse de un vehículo tan especial... aunque, en España, sólo podrán utilizarlo un puñado de orgullosos directivos de Toyota, Enagas y Urbaser (y sin alejarse mucho de Madrid).

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El interior combina detalles lujosos, como algunos acabados, con otros realmente anticuados, como las grafías de las pantallas.
La pila de combustibl­e es un dispositiv­o tan excepciona­l como grande es el desafío de establecer una red de hidrogener­as. El interior combina detalles lujosos, como algunos acabados, con otros realmente anticuados, como las grafías de las pantallas.
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