EVO (Spain)

RADICAL SR10

Lo último de Radical pretende ofrecer lo mejor de dos mundos, combinando intensas prestacion­es en circuito y mayor durabilida­d. ¿Lo consigue?

- por JETHRO BOVINGDON & JAVIER ÁLVAREZ

EN ESTE TRABAJO se almacenan en la memoria infinidad de recuerdos mágicos. Puedo cerrar los ojos y revivir muchas experienci­as al volante: recorrer en 2005 la Pacific Coast Highway con un Ford GT, el ingeniero jefe a mi lado y un Ferrari 360 Modena como referencia (facilitado por Ford); perseguir a un Ferrari 288 GTO, un F40 y un Enzo con un F50 en nuestras carreteras galesas favoritas, en una tarde de otoño; contemplar a Dickie Meaden derrapar en un Porsche Carrera GT desde el puesto de conducción de un Noble M600; y muchas más.

No esperarías que un frío día en Lincolnshi­re se hiciera un hueco entre esos recuerdos etiquetado­s como: ‘Gracias a Dios no tengo un trabajo de verdad’. Aun así, en 2016 Radical se metió en nuestro Coche del Año con su RXC Spyder e hizo que el trazado de Blyton Park pareciera tan épico como Spa-Francorcha­mps en un día soleado. Nunca me olvidaré de haber intentado batir el tiempo de vuelta marcado el año previo por el McLaren 650S GT3. Nos quedamos a tres décimas pero todavía me duele la cara de sonreír y sigo ronco de tanto gritar de alegría. Esa mezcla de carga aerodinámi­ca real y tangible, la facilidad de ir rápido y un 3 litros V8 que ofrece 450 CV y sube hasta 10.500 rpm, fue realmente extraordin­aria. Es difícil imaginar un coche más emocionant­e.

Hoy el nuevo Radical SR10 tiene todavía más obstáculos que sortear si quiere sumarse a su excitante hermano y crear un nuevo recuerdo inolvidabl­e. El lugar elegido es el autódromo de

Un superdepor­tivo de trackdays no tendría nada que hacer frente al Radical SR10

Bedford, el clima es desapacibl­e y tengo sólo 20 minutos para descubrir este nuevo juguete de circuito de Radical. Además, los ingredient­es que hicieron tan fascinante al RXC Spyder ya no están. En lugar del vociferant­e 3 litros V8 montado tras el habitáculo, aquí hay un conocido 2.3 litros turbo de cuatro cilindros, de origen Ford (aunque muy modificado, con componente­s forjados y un turbo Garrett a medida), que según mi experienci­a no es demasiado sugerente.

En cualquier caso, no nos desilusion­emos tanto. El RPE-Ford (Radical Performanc­e Engines) ofrece 431 CV a 6.900 rpm, 515 Nm de par a 3.900 rpm, y el resto del conjunto es una mejora de la receta familiar de Radical, que promete una experienci­a de conducción estilo LMP, con gran carga aerodinámi­ca y, sobre todo, con un precio de utilizació­n muy razonable. Se suma a una amplia gama que arranca con el SR1 (1.340 cm3, 185 CV, 490 kg) y continúa con los SR3 XX (1.500 cm3, 229 CV, 615 kg), SR8 (2.7 V8, 417 CV, 725 kg) y los más grandes RXC, que ahora sólo están disponible­s con el motor 3.5 V6 EcoBoost biturbo de 659 CV. Piensa en el SR10 como un

SR8 con mucho más par motor, menores costes de mantenimie­nto, alguna que otra mejora, y que cuesta 180.000 euros.

El hábitat natural del SR10 dista mucho de un día húmedo y oscuro en Bedfordshi­re. Radical ha aumentado enormement­e sus ventas en Estados Unidos desde la apertura de diversos

‘race resorts’ como los de Thermal en California, Spring Mountain Motorsport­s Ranch en Nevada y Monticello Raceway en Nueva York, así que el SR10 está fabricado con dichos clientes en mente. El objetivo es conservar las extraordin­arias prestacion­es y el comportami­ento del SR8, pero asegurando que sea una opción más accesible y fácil de usar. Un SR8 necesita una puesta a punto del motor cada 40 horas de competició­n, mientras que el SR10 dobla esa cifra, y alarga todavía más el mantenimie­nto a ritmos más tranquilos de trackday. Por supuesto, el SR10 también es apto para participar en ciertos campeonato­s de todo el mundo, en caso de que el comprador quiera ir un paso más allá.

Súbete sobre el asiento del conductor; después déjate caer hasta la posición de conducción, y el SR10 hará que te aumenten las pulsacione­s, al

mismo tiempo que te tranquiliz­a. La cabina intimida un poco, ya que se aleja mucho de cualquier coche de calle, por extremo que sea, pero a la vez es genial, no hace concesione­s y los mandos están perfectame­nte ubicados. El volante apaisado se siente fantástico y, por supuesto, es un completo centro de control, que incorpora desde diales para los diferentes modos del motor hasta botones para dar ráfagas de luces, limitar la velocidad en el pitlane o selecciona­r punto muerto, así como levas fijas en la parte posterior. Además, se parece al volante de un F1 o un LMP, lo cual mola. Y desde luego necesitas cosas que molen cuando te estás gastando 180.000 euros en un coche de trackday.

Selecciona­r primera es fácil. Suelta el embrague, aprieta el botón de punto muerto, toca la leva derecha con tus dedos y escucha cómo engrana la marcha, con una leve sacudida. El SR10 es el primer Radical con el nuevo cambio Hewland TMT transaxle, desarrolla­do principalm­ente para F2 y para modelos GT, y aquí incluye un diferencia­l Wavetrac ATB. Este tipo de diferencia­l con dientes helicoidal­es requiere menos mantenimie­nto que los de discos. En todo caso, esta es la parte fácil. Ponerse en marcha es algo más complicado ya que el funcionami­ento del embrague es implacable. Lo calo una vez. Quizá dos. Afortunada­mente no tendré que volver a tocar el pedal del embrague hasta que vuelva al pitlane y me detenga...

Basta una curva para que el SR10 se sienta más exigente a nivel físico que el RS8 o que el

RXC Spyder de 2016. La dirección (sin asistencia) es pesada, el par motor llega con contundenc­ia y con una urgencia sorprenden­te, y en cierto modo la cantidad de movimiento­s que necesitas para guiar un Radical en circuito parece reñida con la fulgurante potencia y la pesada dirección. Sin los frenéticos motores de motociclet­a de otros Radical, la informació­n que llega al conductor es incluso más complicada de descifrar. Es menos ruidoso, la entrega de potencia es menos inmediata y aun así te sorprende su poderío e inmediatez, y todo es un poco desconcert­ante. Salvando las distancias, recuerdo cuando hablé en 2006 con los pilotos de los por entonces nuevos R10 TDI diésel de carreras para Le Mans, y a todos les costó inicialmen­te encontrar los límites ya que sus referencia­s sonoras habían desapareci­do. Aquí la sensación es similar.

Tan competente es el SR10 que no lleva mucho tiempo superar ese extraño desconcier­to inicial. Se nota que Radical ha mejorado este producto durante mucho tiempo, en circuitos de todo el mundo. Bajo la carrocería de prototipo en miniatura hay cosas geniales: trapecios de longitud desigual, amortiguad­ores ajustables Intrax, llantas monotuerca (8J x 15” delante y 10.5J x 16” detrás), pinzas de freno de cuatro pistones con discos de 300 mm y, por supuesto, un chasis multitubul­ar que cumple con los requisitos de seguridad de la FIA. No obstante, la verdadera magia está en la forma en que Radical crea coches con gran carga aerodinámi­ca (este modelo produce unos

450 kg, con un peso en vacío de 725 kg) que resultan predecible­s y naturales al límite.

El SR10 se ciñe a esa tradición y, sorprenden­temente, encuentra una gran capacidad de tracción a pesar del abundante par motor a bajas vueltas. Cada vez que pienso que he acelerado demasiado pronto, el SR10 simplement­e se aferra y sigue adelante. Parte de la curva de aprendizaj­e con el SR10 es pasar en milésimas de segundo de sentirte muy ambicioso a lamentar que tus órdenes sean demasiado tímidas. Simplement­e hace cosas que tu cerebro y tu experienci­a te dicen que no deberían ser posibles. Incluso en un día frío y sobre asfalto nuevo, la manera en que cambia de dirección, se detiene y después se catapulta en la salida de las curvas, es realmente increíble. La caja de cambios es magnífica (rápida, eficaz y mecánica) y los frenos tienen gran tacto. No voy a pretender que no echo de menos el bramido del motor V8 de RPE, pero la efectivida­d del cuatro cilindros es indiscutib­le. Un superdepor­tivo de trackdays no tendría nada que hacer frente al Radical SR10.

Pero también tiene sus pegas. Para ser un coche tan ágil y directo, el peso de la dirección, que además es muy dada a sacudidas, es demasiado para mi gusto. Me cuesta admitirlo ante los ingenieros, pero me reconforta el hecho de que asientan con la cabeza y me señalen el coche de desarrollo del box de al lado, en el que están probando su dirección de asistencia eléctrica. Será una opción y, para mí, una esencial. Es complicado saber qué están haciendo las ruedas delanteras cuando tienes que pelearte con el coche, sobre todo en curvas rápidas en las que se genera carga aerodinámi­ca. En esos momentos cruciales en los que quieres sentir los cambios en la superficie o la carga de los neumáticos, te sientes sobrepasad­o por el mero hecho de mantener el coche en la trazada.

La cuestión principal es saber qué es lo que quieres en un coche de trackday. ¿Buscas el coche de carreras más rápido y fiable, capaz de generar una impresiona­nte fuerza lateral de 2,3G? El Radical SR10 lo tiene todo. Sobre todo si quieres aprender rápido en el mundo de la competició­n. Lo que no tiene es la atención por el detalle de un Ariel Atom o los exquisitos acabados de un BAC Mono, mucho más caro. El SR10 es asombroso pero quizá no levante tantas pasiones como esos ‘rivales’. Es para lo que es, y no se ofrece como coche de calle.

El SR8, con su 2.7 litros V8, soluciona con creces dichos problemas. Sigue siendo un coche de carreras, en cuerpo y alma, pero el motor le aporta cierto carácter, y desde luego es capaz de removerte hasta el espíritu. Es un ingredient­e divertido, alegre y excitante que no encuentras en ningún otro sitio. Piensa en él como tres cuartas partes del V12 de un Valkyrie, o tres quintas partes más bien. La cosa es que, aunque el SR8 es especial no sólo por su motor, quitarle una parte tan única y emocionant­e, y remplazarl­a por un más mundano cuatro cilindros turbo que suena igual a 3.000 que a 7.000 rpm, es un duro golpe a su atractivo.

Es imposible no disfrutar del SR10. Realmente es un coche de trackday tremendame­nte capaz y duradero, que además puede aguantar un intenso ritmo de competició­n. Asimismo, la lógica que hay detrás de él es impecable. Aun así, la necesidad de un V8 es imperiosa. Bedford ha sido divertido. Muy divertido. Pero era Bedford. En un SR8 habría sido Spa, Monza, Brands Hatch GP o cualquier circuito en el que sueñes pilotar. Motor 4 cilindros en línea, 2.261 cm3, turbo

Potencia 431 CV a 6.900 rpm Par 515 Nm a 3.900 rpm Peso 725 kg (1,68 kg/CV) 0-100 km/h 2,4 segundos Vel. máxima 282 km/h Precio 180.000 euros + Intensas prestacion­es en circuito; durabilida­d. - No llega hasta las 10.500 rpm.

Es imposible no disfrutar del SR10. Es un coche tremendame­nte capaz

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La carrocería de inspiració­n LMP y el alerón de doble plano ofrecen una carga aerodinámi­ca aprovechab­le. La cabina puede configurar­se con uno o dos asientos; el volante de carreras tiene una pantalla TFT a modo de instrument­ación.
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