TOYOTA RAV4 PHEV
Hay muchos híbridos enchufables en el mercado. Pero que resulten realmente convincentes no son tantos. El Toyota RAV4 Plug-in Hybrid es uno de ellos.
CON AQUELLO DE SER LA referencia en la hibridación convencional, Toyota ha podido tomarse su tiempo para entrar en el mundo de los enchufables. Lo hizo, tímidamente, en 2012 con el Prius de tercera generación, del que sólo se comercializaron 137 unidades en España. Y desde finales de 2020 está a la venta el Prius Plugin, si bien su presencia es también bastante marginal.
De este modo, podríamos decir que el RAV4 es el PHEV de volumen que fabrica Toyota, con el que va a competir en un segmento muy poblado: Opel Grandland X, DS 7 Crossback E-Tense, Land Rover Discovery Sport P300e, Audi Q5 50 TFSI e... Una alineación de mucha calidad.
A priori el RAV4 promete mucho, tanto como 75 kilómetros de autonomía eléctrica, que en ciclo urbano pueden alcanzar los 98 km. La mayoría de sus alternativas rondan los 60- 65 km teóricos y, en algunos casos, la realidad dista mucho de este dato.
Al comenzar la prueba dinámica, con la batería cargada por completo, el indicador de autonomía marca 77 kilómetros; buen comienzo. Lo cierto es que el recorrido de pruebas no va a ser demasiado exigente: estamos en Valladolid, donde el terreno apenas presenta desniveles, la temperatura exterior es agradable, de unos 16oC, y voy a viajar sin más carga que mi propio peso.
Durante los primeros kilómetros, aún por la ciudad, el Plug-in no presenta diferencias respecto al RAV4 híbrido convencional. Me gusta especialmente la postura de conducción, más propia de modelos alemanes por las amplias regulaciones de asiento y volante y por lo fácil que se adapta a tu fisonomía.
En estos compases el protagonista es el motor eléctrico, que en el modo por defecto es siempre el que desplaza el coche. Y ya que hablamos de modos, el RAV4 Plug- in presenta cuatro: EV, HV, Auto EV/ HV y Charge. Traducido, el primero usa la propulsión eléctrica; el segundo se denomina modo híbrido; el tercero es muy parecido al anterior; y el último permite cargar la batería en marcha usando el motor de combustión.
El problema, más allá de que no se entiendan del todo las dife
rencias entre algunos de ellos, es que no se seleccionan, como es habitual, mediante un mando giratorio o un selector. Toyota ha dispuesto dos botones, cada uno para dos funciones; no cabe duda de que su integración en la consola central es perfecta, pero desde el punto de vista práctico es la peor solución posible porque no es nada intuitivo.
Dejado atrás ese punto, este híbrido enchufable no da más que satisfacciones. Y la primera aparece cuando un camión se interpone y he de dar rienda suelta a los (teóricos) 306 CV que es capaz de desarrollar en plenitud (si la batería está completamente descargada, se reducen a unos 240 ó 250 CV). La capacidad de aceleración o recuperación no se corresponde a esta cifra, sino a modelos mucho más potentes; es más, hay compactos con una potencia semejante y 500 kilos más ligeros que no dan esa sensación de empuje. No sabría decir qué ha hecho exactamente Toyota para conseguir esta cualidad, que le sitúa por encima de sus principales rivales, pero apuesto a que está relacionado con su peculiar sistema de transmisión de fuerza; recordemos que los híbridos de Toyota no llevan caja de cambios como tal, sino unos engranajes que cumplen esta función. Sea como fuere, lo cierto es que el resultado, por ahora, es sorprendente.
No menos agradable resulta la insonorización del habitáculo, mucho mejor que en el RAV4 convencional, gracias al uso de más material aislante y de unas ventanillas laminadas. Puedo asegurar que la mejora es enorme, ya que uno de los aspectos negativos más señalados del RAV4 hace referencia a este aspecto.
¿Más ventajas? La posición de la batería (debajo del chasis) ha permitido reducir el centro de gravedad 20 mm, que no es poco, y no ha afectado en exceso al maletero, que pierde 60 litros y se queda en unos notables 520 litros.
En lo que se refiere al precio, en la categoría tenemos modelos claramente más baratos (Opel Grandland X, por ejemplo), aunque la gran mayoría se mueven en unas cifras similares, cada uno con sus fortalezas y puntos débiles. Sin embargo, de una cosa estoy seguro: ninguno es claramente mejor que este Toyota.
El empuje de este RAV4 es superior a lo esperado, dado su nivel de potencia