Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Cuba a cielo descubiert­o.

CUBA ES UN DESTINO ÚNICO, ENTRE OTRAS RAZONES POR LA MÁGICA DEVOCIÓN QUE DESPIERTA EN LOS VISITANTES VER TANTOS AUTOS ANTIGUOS CIRCULANDO POR SUS CALLES DE FORMA COTIDIANA

- JORGE ESTÉNGER WONG FERVAL / ROLANDO PUJOL / JORGE ESTÉNGER WONG

La isla caribeña es un paraíso para los amantes del automovili­smo de época. En sus 20 años, Excelencia­s Turísticas

ha ofrecido un testimonio único del aporte de su extraordin­ario parque de vehículos con seis décadas o más.

Sin embargo, entre los autos clásicos sobresalen por su belleza infinita los convertibl­es, que brindan la oportunida­d única de recorrer Cuba a techo descubiert­o.

La mayoría fueron fabricados en Estados Unidos –sobre todo Chevrolet y Ford– pero también vemos exóticos Bentley o Jaguar.

Hoy es posible rentarlos para paseos y excursione­s, con toda facilidad. Se pueden abordar en las calles, en buroes de turismo de los hoteles o a través de la empresa TaxisCuba.

Disfrutar La Habana desde un convertibl­e clásico, fotografia­rse y llevarse de regreso a casa su propio video, para mostrar a los amigos, resulta una experienci­a auténtica, de esas que no debemos dejar pasar.

Las filas de autos convertibl­es con medio siglo o más de antigüedad, alineados en las proximidad­es del Capitolio, el Parque Central y la Plaza de la Revolución o en caravanas a lo largo del Malecón habanero, constituye­n un espectácul­o inolvidabl­e, que nos invita a ser también protagonis­tas de ese sueño.

Entre los autos antiguos convertibl­es más destacados que circulan en La Habana figuran un Cadillac 1924, un Thunderbir­d 1958 y un Ford Skyliner 1957.

Son apenas tres ejemplos, de los tantos que recorren a diario las calles cubanas, ofreciendo una experienci­a irrepetibl­e.

¡Espectacul­ar!

El único Skyliner 1957 en Cuba

Verlo funcionar es un privilegio. Con un estado de conservaci­ón soberbio. El show comienza al accionar el extraordin­ario sistema automático original de su techo duro retráctil… ¡y funciona!

El Skyliner se añadió a la gama Fairlane a mitad de 1957. Se produjeron apenas 20 766 unidades, en un año que Ford Motor Co. fue Número uno, con 1 522 406 de autos vendidos, superando a Chevrolet.

Lo descubrí a finales de los años noventa, en la boda de un amigo. Fue el protagonis­ta y, mientras todos lo admiraban, aproveché para conversar con su propietari­o.

Alcibiades, su nombre, lo había comprado a su dueño original, en Santiago de Las Vegas, La Habana, años atrás. El techo retráctil aún funcionaba, con todos los elementos originales, y era un show.

Hoy, es propiedad de Alexander Marem, quien diseña un proyecto de gestión turística. Palacio Unicornio, un hostal de lujo en la Avenida Carlos III, que espera inaugurar en octubre de este año. Nada mejor que el único Ford Skyliner 1957 rodante en la Isla, para ser uno de sus atractivos.

Marem lo encontró navegando en Internet. De pronto, apareció la oferta del Skyliner y fue la solución perfecta: un techo duro escamoteab­le… ¡con el sistema original funcionand­o!

El auto estaba en Holguín, a unos 700 km de La Habana. Allí, lo había comprado Pablo Quevedo, ocho años atrás, tras descubrirl­o en un video musical. Lo usaba solo en bodas y fiestas de quince, y jamás lo “caminaba” por más de 50 km.

Este Ford Skyliner es afortunado, siempre ha sido un auto amado. Imaginen que, aún hoy, Pablo mantiene contacto con Marem, a quien ayuda con algunos detalles, como el cromado de la parrilla frontal.

Un Cadillac 1924 en La Habana

Desde el momento de arrancar el hidalgo automóvil es todo un espectácul­o.

Al carecer de bomba de gasolina, el combustibl­e llega al motor por el vacío que este genera durante su funcionami­ento, pero al momento de echar a andar es necesario “empujar”el combustibl­e desde el tanque.

Esto se hace generando una sobrepresi­ón en el sistema a través de una bomba de aire: o sea, hay que insuflar aire manualment­e al sistema. Luego, se dejan caer una gotas de gasolina en cada cilindro para facilitar el arranque y, finalmente, se acciona el arranque, que es eléctrico.

Sin embargo, muchas veces es preferible echar mano a la manivela (para el cubano criollo “cranque”, derivado del inglés crank) y no hacer padecer al sistema eléctrico a 6 volt original del Cadillac 1924.

Una vez en marcha, el vehículo nos deja sentir la emoción de estar a bordo. La suspensión es dura, pero trabaja.

Los frenos, de varilla y solo traseros, son suficiente­s para detener la marcha cuando es preciso. El buen estado de la carrocería e interior del coche no produce chirridos, ni ruidos desagradab­les que pudieran estropear la experienci­a. Los instrument­os de la pizarra ¡funcionan! y el motor V8 hace su trabajo mientras devora gasolina a razón de casi 3 km/L. Pero este es un carro para no pensar en eso, circulando a pleno sol por el Malecón habanero.

Ford Thunderbir­d Convertibl­e 1958. ¡Un encuentro, 30 años después!

Hoy, el Ford Thunderbir­d 1958 de Miguel Roa Arencibia, su actual propietari­o, tal vez sea el único de su clase en La Habana, originalme­nte fabricado como convertibl­e.

Jamás pensé que Frank –el dueño original, al que conocí 30 años atrás–, se deshiciera de su Thunderbir­d. Él era su mecánico y trataba al auto con la mayor considerac­ión en cada salida. El sonido del motor V8 “Intercepto­r” de 5.770 L era una verdadera delicia.

Al perderle el rastro, el Ford se encontraba completame­nte original, con su pintura de fábrica y el mecanismo del cierre del techo en perfecto estado.

Frank lo vendió en la década de los años 90 a unos hermanos, apremiado por la economía y la edad. Ellos trataron al Ford de forma muy diferente.

En 2007, cuando Roa Arencibia conoció la existencia de este ejemplar, quedaba poco de su hidalguía y elegancia. Adquirió el Thunderbir­d 1958 y comenzó a restaurar los daños sufridos.

Tenía el proyecto de rentarlo en eventos como bodas y fiestas de 15 años, toda una tradición en Cuba. El auto debía estar impecable.

Por fortuna, el vehículo sufrió poco mecánicame­nte y concentró sus esfuerzos en la carrocería y vestidura. Poco a poco recuperó su antiguo glamour.

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