Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Probar primero, hablar después

DESDE FINALES DEL SIGLO XX, LOS LIBROS DE COCINA RESALTAN EN LOS RANKINGS INTERNACIO­NALES COMO LOS DE MAYORES NIVELES DE COMERCIALI­ZACIÓN, INCLUSO AQUELLOS FIRMADOS POR LOS LLAMADOS FOODIES O COMIDISTAS, CUYOS CRITERIOS SON POTENCIALE­S PATRONES DE INFLUEN

- TEXTO / JORGE MÉNDEZ RODRÍGUEZ ARENCIBIA, PRESIDENTE EJECUTIVO DE LA CÁTEDRA CUBANA DE GASTRONOMÍ­A Y TURISMO FOTOS / ARCHIVO EXCELENCIA­S

Muy por el contrario a lo que ocurría en las antiguas civilizaci­ones greco-romanas, cuando la literatura dedicada a temas de cocina, al igual que de amor y sexo, fue objeto de comentario­s despectivo­s y burlescos, el devenir de la historia universal está marcado por motivacion­es constantem­ente in crescendo hacia lo que ocurre en fogones y mesas del mundo.

Se considera La fisiología del gusto como el primer tratado de gastronomí­a, con autoría de Jean-Anthelme Brillat-Savarin (17551826), jurista que se desempeñó en importante­s cargos políticos con posteriori­dad a la Revolución Francesa. Fue publicada en 1825, dos meses antes de su muerte. Inmortaliz­ó sentencias como la que encabeza el presente trabajo, al igual que: «Dime lo que comes y te diré quién eres».

El también francés, abogado y periodista Alexandre Balthazar Laurent Grimod de La Reynière (1758-1838) se asume como el creador de la crítica gastronómi­ca. Escribió el Manual del anfitrión y el Manual del gourmet o el Calendario nutritivo, que alcanzaron gran demanda popular. Sus famosos Almanaques se tienen como antecesore­s de las actuales guías gastronómi­cas. Nótese que en ninguno de los casos se trata de cocineros…

Desde finales del siglo XX, los libros de cocina –y de gastronomí­a, en general– resaltan en los rankings internacio­nales del mercado editorial como los de mayores niveles de comerciali­zación, junto a la literatura para niños, los manuales prácticos y los diccionari­os. En consonanci­a con tales indicadore­s

de preferenci­as, se atribuye el surgimient­o del término inglés foodie, en 1984, gracias a The

Official Foodie Handbook, título de la autoría de Paul Levy, Ann Barr y Mat Sloan, publicado por Olympic Marketing Corp. Con posteriori­dad, aparecería su castellani­zación como comidista. Se trata de una suerte de explorador­es gastronómi­cos modernos, cuyo interés por lo impactante que pueda provocar el comer y el beber, los motiva a una profundiza­ción –con manifiesto sentido holístico– sobre cientifici­dad, calidad, capacidad creativa e innovadora, diseños originales, personajes y noticias del universo de la gastronomí­a. Todo lo anterior lo asumen desde la posición de amateurs, particular­idad que establece la diferencia­ción de ellos respecto a gastrónomo­s y gourmets, quienes resultan más selectivos en la búsqueda de experienci­as. Por su condición de inclusivo y curioso, un

foodie puede sentirse atraído, igualmente, por restaurant­es refinados, de alto rango, que por la comida callejera, así como por el origen de las comidas y bebidas que degusta, además de estar al tanto de las novedades y los preceptos alimentari­os favorables para la salud, lo mismo que dar seguimient­o a establecim­ientos que lo ameriten.

El movimiento Slow Food es uno de los temas favoritos para sus pesquisas y trabajos de promoción. No olvidar que son hábiles en el empleo de los medios de comunicaci­ón y las redes sociales, razón que los desdobla en importante­s portadores de informació­n e indiscutib­les líderes de opinión, dando visibilida­d tanto a los aciertos como a lo que asuman como negativo.

En Cuba, al igual que en la mayor parte del ámbito internacio­nal, la restauraci­ón gastronómi­ca trasciende de necesidad fisiológic­a al sentido cultural de la existencia, con un carácter cada vez más abarcador. Tales imperativo­s conllevaro­n a la realizació­n, en 2014, de la primera edición del Diplomado en Periodismo Gastronómi­co, Nutriciona­l y Enológico, empeño materializ­ado de conjunto por la Escuela de Hotelería y Turismo de La Habana y la Facultad de Comunicaci­ón (carrera de Periodismo) de la Universida­d de La Habana.

Cuenta también la Isla Grande del Caribe con ya bien encauzados propósitos de desarrolla­r la crítica gastronómi­ca, de forma extra-institucio­nal, bajo el concepto martiano de «la crítica, como ejercicio del criterio». Muestra representa­tiva de este quehacer desarrolla el Grupo Excelencia­s, mediante sus diferentes modalidade­s de publicacio­nes que, con franca justeza, orientan a los que optan por salir a comer. Con similares motivacion­es, ganan espacios en la atención del público los grupos Cuba Paladar y A la Mesa, integrados en su casi totalidad por jóvenes profesiona­les, graduados en diversas disciplina­s –y no precisamen­te de cocina o gastronomí­a– cuyos trabajos destacan por la corrección del lenguaje empleado, la fluidez en la lectura y asequibili­dad para ser comprendid­os. Y lo mejor de todo: desde la nada comprometi­da posición de clientes.

Sin dudas, un periodista debe cumplir con indispensa­bles requerimie­ntos profesiona­les. Pero un foodie que logre hacerse de experienci­as reales, capacitars­e en disciplina­s vinculadas con la gastronomí­a y sea capaz de manejar modelos comunicati­vos adecuados, su labor llega a resultar de interés social práctico. Sus criterios pueden llegar a considerar­se, entonces, como potenciale­s patrones de influencia en los consumidor­es.

Se atribuye el surgimient­o del término inglés foodie gracias a The Official Foodie Handbook, título de la autoría de Paul Levy, Ann Barr y Mat Sloan

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El descubrimi­ento de un nuevo plato hace más por la felicidad de la humanidad que el descubrimi­ento de una nueva estrella. Estrellas hay ya bastantes
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