Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

La más colada de las piñas

AHORA QUE POR DOQUIER SE HABLA DE LAS MÁS ATRACTIVAS COMBINACIO­NES DE BEBIDAS A PARTIR DE LA DECLARACIÓ­N DE LA HABANA COMO CAPITAL IBEROAMERI­CANA DE LA COCTELERÍA, EXCELENCIA­S SE ACERCA A LOS SECRETOS DE LA QUE MÁS ENORGULLEC­E A PUERTO RICO Y EMBRIAGA TO

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Ahora que por doquier se habla de las más atractivas combinacio­nes de bebidas a partir de la declaració­n de La Habana como Capital Iberoameri­cana de la Coctelería, Excelencia­s se acerca a los secretos de la que más enorgullec­e a Puerto Rico y embriaga todo el mundo: la Piña Colada. Comencemos, entonces, por los orígenes. El auge comercial de la llamada coctelería tiki tuvo sus inicios a mediados de la década del 30 y principios del 40 del siglo XX. Fueron precursore­s Don the Beachcombe­r y Victor Jules Bergeron, un emprendedo­r estadounid­ense que abrió su primer bar-restaurant­e en su natal California y continuó fomentando por diversas partes del mundo un peculiar tipo de establecim­ientos con diseño, ambientaci­ón y gastronomí­a que recreaban las culturas polinesias.

Tal fue su expansión que se constituyó en la franquicia Trader Vic's y llegó a contar con alrededor de 40 instalacio­nes en diferentes países. Componente­s caracterís­ticos de esta gama de cócteles son los rones –como ingredient­e principal– combinados con frutas y jugos, así como otros licores. Entre los más famosos, y que prevalecen en el tiempo, se encuentran Aku-Aku, Honolulu, Mai-Tai (se atribuye a una franquicia Trader Vic's de Oakland, California, en 1944) y Zombie. Posteriorm­ente surgieron Coconut Grove, Blue Hawaiian (su primera versión se le adjudica al barman Harry Yee del hotel Hilton Hawaiian Village, en Waikiki, 1957, por demás conocido como Piña Colada Azul), Coco Linda, Love Potion 69 y Pantera Rosa, todos con piña y licor de coco.

DETRÁS DE LA PATERNIDAD

Cuentan que un pirata de origen puertorriq­ueño nombrado Roberto Cofresí y Ramírez de Arellano (1791-1825), infundía ánimo en su tripulació­n suministrá­ndole una bebida a base de ron, coco y piña. Luego varias versiones históricas coincidier­on en reconocer la autoría del cóctel Piña Colada a Ramón «Monchito» Marrero, barman del hotel Caribe Hilton de Puerto Rico, en el año 1954, aunque dicha paternidad fue disputada por el español Ramón Portas Mingot, del restaurant­e Barranchin­a (ubicado hasta nuestros días en el Viejo San Juan), quien alegaba haberla creado en 1963. Lo afirma hasta una placa conmemorat­iva empotrada en una pared de dicho establecim­iento que así lo atestigua (vale acotar que el empleo del coco en comidas y bebidas es típico de las naciones caribeñas. De hecho, en Puerto Rico también existe el Coquito como trago de celebració­n: se elabora dentro de medio coco seco con ron y varios tipos de leche).

Por su parte, el barcelonés Ricardo Gracia también entra en la porfía, fundamentá­ndose en haber concebido la composició­n del Coco Loco (vodka, tequila, ron y piña, vertida en un coco fresco como recipiente natural). Todo coincidió con una interesant­e época para el desarrollo de la coctelería a nivel mundial, quizá a modo de continuida­d del contemporá­neo boom de la tiki.

En 1978, la Piña Colada fue declarada bebida nacional de Puerto Rico. Y un año después el cantautor británico-norteameri­cano Rupert Holmes colocaba en las listas de éxito de Billboard (el último hit número

1 de la década del 70) su antológica Escape, más conocida como La canción de la Piña Colada, probableme­nte por la reiteració­n del nombre de este cóctel en cinco de las siete estrofas que componen dicha pieza pertenecie­nte a su quinto álbum, Partners in Crime, y que dice en una de sus partes:

EMBLEMA DEL BUEN BEBER

Es la Piña Colada, en suma, emblema del buen beber que identifica a los contextos geográfico­s y culturales del Caribe insular, y al mismo tiempo señal de hospitalid­ad otorgada por quienes lo habitan. Porque ese inseparabl­e adjetivo colada no solo debe ser interpreta­do como acción de tamizar partes sólidas –que, lamentable­mente, no pocas veces son considerad­as molestas al paladar, restando nutriente naturalida­d a las preparacio­nes–, sino también tomarse en su sentido más humanament­e figurado y sin temor a hiperboliz­ar. La expresión colarse, en el habla coloquial de Cuba, equivale a calar sentimient­os y convertirs­e en algo afectivame­nte imprescind­ible, una vez conocido. ¿Qué espera, entonces, para probarla? Ah, y no se asombre si le proponen añadirle a su trago canela o granadina, al gusto: hasta para amar, los cubanos son pródigos y exagerados.

Vale acotar que el empleo

del coco en comidas y bebidas es típico de las naciones caribeñas. De

hecho, en Puerto Rico también existe el Coquito como trago de celebració­n

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Si te gustan las piñas coladas, y que te sorprenda la lluvia. Si no te gusta hacer yoga, si tienes medio cerebro, si te gusta hacer el amor a medianoche, entre las dunas de un cabo, eres el amor que he estado buscando, vente conmigo, y fuguémonos.
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TEXTO / JORGE MÉNDEZ RODRÍGUEZ-ARENCIBIA, PRESIDENTE EJECUTIVO. CÁTEDRA CUBANA DE GASTRONOMÍ­A Y TURISMO FOTOS / ARCHIVO EXCELENCIA­S

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