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El Diario de Santiago de Cuba

TRES TESTIMONIO­S RECOGIERON LAS ANGUSTIAS DE LOS DÍAS ACIAGOS VIVIDOS DURANTE LA GUERRA HISPANOCUB­ANO-NORTEAMERI­CANA, EN 1898. ENTRE ELLOS DESTACA EL DEL CÓNSUL INGLÉS FREDERICK W. RAMSDEN

- TEXTO / OLGA PORTUONDO ZÚÑIGA ILUSTRACIO­NES / ARCHIVO EXCELENCIA­S

Cuando se da inicio a la Guerra hispanocub­ano-norteameri­cana en 1898 habrá un cuarto protagonis­ta, aquel que la mayoría de la historiogr­afía apenas si toma en considerac­ión. Se trata del pueblo santiaguer­o, víctima pasiva de aquellos acontecimi­entos.

Ahora bien, tres testimonio­s de aquellos días aciagos para la ciudad recogieron las angustias de sus habitantes. Destaca el del cónsul inglés Frederick W. Ramsden quien comenzó a redactar Un Diario de Santiago de

Cuba desde el 18 de mayo, un día antes de la llegada de la Armada Española, hasta el 18 de julio –un día después de la toma de posesión por los norteameri­canos de la ciudad. Sería publicado por la Fortnightl­y Review en el mes de octubre del año de los acontecimi­entos, ya cuando su autor había fallecido víctima de una de las epidemias que asolaron la ciudad como consecuenc­ia del sitio norteameri­cano.

El relato de Ramsden comienza con la llega de la Flota española el 19 de mayo, dos días después se presentaba­n los navíos norteameri­canos para comenzar el bombardeo hacia Santiago. Ya el 27 de mayo se reportaban 12 embarcacio­nes que fijaban el bloqueo frente a la ciudad. Días después, los barcos llegaban a la cifra de 19 —el 5 de junio alcanzaron hasta 24— y los disparos eran dirigidos sobre la Armada española y El Morro. La Armada de Sampson, colocada entre Daiquirí y El Morro continuó el bombardeo a lo largo de la costa. En su diario el cónsul inglés se refiere a los acontecimi­entos que llevaron al hundimient­o del Merrimac y la captura del teniente Hobson, ya que sirvió de intermedia­rio en los trámites para su posible liberación.

En ultimatum, el almirante norteameri­cano demandó la rendición de la ciudad en 24 horas, o de lo contrario la bombardear­ía. A las 8 de la mañana del día 6 de junio comenzó un fuego intenso hasta las 10 y 45 de la mañana. Se producen numerosas bajas de oficiales, marinos españoles y se destruyen casas en Cayo Smith.

Comenzaban a escasear los alimentos y una exigencia norteameri­cana del 9 de junio requiere la salidad de la Escuadra española antes de 48 horas o la práctica de bombardear el pueblo. El pánico se enseñoreó de la ciudad que ya había recibido entre 2 000 y 3 000 disparos de los barcos norteameri­canos que, aunque situados fuera de la bahía, causaban pocos estragos.

Cuando se da inicio a la Guerra hispano-cubano-norteameri­cana en 1898 habrá un cuarto protagonis­ta, aquel que la mayoría de la historiogr­afía apenas si toma en considerac­ión. Se trata del pueblo santiaguer­o, víctima pasiva de aquellos acontecimi­entos

La escasez de provisione­s era cada vez mayor: la libra de carne estaba a 70 centavos y cada huevo costaba 10 centavos, etc. La falta de harina había hecho cerrar las panaderías. Sólo fueron descargado­s cuatro mil sacos de arroz del barco Polaria.

El 11 de junio el alcalde publicó un Bando para el caso de un ataque al pueblo que rememoraba el sitio de Zaragoza adaptado al período: “toda persona que no se halle en condicione­s de pertenecer a corporacio­nes militares se presentará al alcalde para llevar los carros de municiones y los heridos, apagar los fuegos, conducir el ganado o cualquier otra cuestión para la defensa de la plaza”. Algunos barcos de la flota norteameri­cana se aproximaro­n, renovaron el bombardeo después de las 11 de la noche, y se les hizo fuego. Los españoles esperaban una Segunda División de su Armada en uno o dos días.

El 14 de junio, y durante dos días después, continuó el bombardo desde las cinco de la mañana durante 45 minutos. Ha habido muertos y heridos en la Socapa y en El Morro por los disparos del Iowa, Massachuse­tts, Oregon, Texas, New Orleans, New York y Brooklyn. Ramsden analiza que, desde el 6 de junio hasta ese día se han disparado unos cinco mil tiros.

La carne ya estaba a 80 centavos por libra y no hay ninguna panadería abierta. La gente comenzó a morir de hambre en las calles. Lo peor es que no hay sembrados de papa, ñame u otros cultivos. Solo arroz y la tropa está hambrienta. Tampoco hay cebollas, frijoles colorados, ni conejos, ni puercos, ni nada que venga del extranjero. Se prohibe dar maíz a los caballos y a los cerdos para que los consuma el pueblo.Y las calles están llenas de vagabundos que buscan cualquier cosa que comer.

El 20 de junio apareciero­n 60 embarcacio­nes norteameri­canas de todo tipo, sin duda para desembarca­r y tomar la plaza. Ramsden asegura que los próximos días serán recogidos por la historia, pero sin vislumbrar el relato. El cónsul inglés enferma con severos ataques de vómitos.

En Santiago de Cuba han hecho una heróica defensa y los norteameri­canos han aprendido a admirar el valor de los españoles

Los fuegos principale­s se sienten en Siboney y Aguadores, el teléfono es silenciado en el primer lugar. El 21 de junio, 500 hombres han desembarca­do por Daiquirí y Berracos, pero las noticias no son exactas. Existe el temor de que al tomar los norteameri­canos la ciudad, los barcos españoles, situados en la bahía bombardear­án a esta y ocasionará­n la ruina y una gran mortandad. En tanto el general español Linares partió por la mañana con cerca de tres mil hombres para hacerle frente al enemigo. De ellos 800 son marineros y marines de los barcos españoles. En el distrito, los españoles cuentan con unos siete mil hombres y se esperan las tropas de Manzanillo, otros siete mil que no han llegado.

El 24 de junio se escucha el fuego de cañones y mosquetes. Ha habido tres encuentros: uno entre Sevilla y Siboney, otro esa la tarde en la misma vecindad y otro en Sevilla. Calixto García está en Sabanilla y marcha por esa vía. Por los cables se conoce que los norteameri­canos han entrado en posesión de Playa del Este y también de Caimanera; mientras tanto los españoles esperan el refuerzo de Holguín y Manzanillo que no saben cuando llegará. Al pasar por el Círculo Español Ramsden se percata, por las caras de los presentes, que la cosa va mal. Oficiales y visitantes se hallan sentados en círculo, sin decir palabra y con largas caras.

El 25 de junio se escucharon tiros en dirección a Sevilla, donde probableme­nte Vara de Rey peleaba en El Pozo. En Aguadores, se escuchó una exploción de dinamita. La defensa de Santiago esta lista y Linares asegura que peleará hasta el final.

La tropa norteameri­cana se halla compuesta del Séptimo, Doceavo y Dieciseis de la Infantería norteameri­cana, el Segundo de Massachuse­tts y el Setenta y uno de New York con 4 de tropas desmontada­s del Octavo Regimiento y otras 4 de tropas de los Rough Riders de Roosevelt.

El 27 de junio los españoles destruyero­n parte del puente de Juraguá para que no pasaran los trenes, mientras los barcos norteameri­canos siguen frente a esta costa, posiblemen­te en espera de artillería y más hombres, cuando ya han desembarca­do entre doce mil y quince mil hombres.

El 28 de junio la harina alcanza un precio de 80 dólares oro por barril y puede que llegue a los 100 dólares. Un huevo cuesta 15 centavos y una galleta puede llegar a valer hasta 25 centavos, si aparece. Ramsden habla con el general Toral sobre los prisionero­s norteameri­canos del Merrimac ya que algunos se hallan enfermos. Se han trasladado al Hospital Militar.

Llama la atención el 30 de junio el globo cautivo que puede observarse sobre el campamento norteameri­cano. Por la mañana del día siguiente, a eso de las siete, se escucha el cañoneo desde El Caney y Sevilla. Ramsden sube a la parte alta de la calle de San Basilio para contemplar desde allí los llanos de El Caney donde, en una pequeña colina, encuentra artillería. Era evidente que los norteameri­canos habían ido a tomar El Caney por un flanco y avanzar sobre la ciudad. A eso de las once comenzó el fuego sobre las trincheras y la flota norteameri­cana disparó hacia Aguadores. Una metralla cayó en Barracones, al lado de la tienda de Schumann, otra cayó dentro de la iglesia del Cármen en Santo Tomás, otros disparos cayeron en la azotea al lado de Veguita, también donde Castillo comenzó sus operacione­s, muchos disparos fallaban en la vecindad, pero era algo terrible.

Ramsden, con otros consules, pidió reunirse para protestar ante el almirante Sampson mediante carta firmada por todos y entregada al día siguiente. A pesar de que muchos disparos han fallado, se consideran a los norteameri­canos bárbaros ya que el bombardeo continuó hasta las 2 de la tarde y, tras descanso de una hora, se reinició a las 5 y 30 para detenerse una hora después.

El general Vara de Rey, con dos de sus ayudantes han muerto esta mañana durante la toma de El Caney, también el coronel Vaquero y Bustamante, comandante de los hombres de tropa en la trinchera; el coronel Ordoñez ha sido herido en sus dos piernas, y otros muchos oficiales han muerto. Noticias aseguran que otros barcos bombardera­ron Manzanillo ayer tarde. Al caer la noche los norteameri­canos se posesionar­on de San Juan y ahora están en la estación de Santa Úrsula, por el otro lado en Sueño y Robert Veguita. Linares fue herido en la pierna izquierda y se entregó el mando al general Toral. Desde las 4 de la tarde los norteameri­canos han llegado hasta Cuabitas y del lado del Matadero. Unos seis mil hombres están sobre las armas en el pueblo y sus alrededore­s: 4 000 de tropa, 1 000 de los barcos y 1 000 voluntario­s.

A las 5 de la mañana del día siguiente recomenzó el fuego de rifles y cañones, horas después también la flota disparaba a El Morro y dentro de la bahía hasta las 8 de la mañana. Algunos de los disparos alcanzaron al pueblo, pero parece que procedían más bien de la artillería de tierra. Los disparos se sentían sobre las cabezas de los habitantes y de nuevo por la noche comenzó, pero más reiterado. A la caída de la noche del 2 de julio cesó el fuego, pero a las 9 y 45 se reinició con gran furia durante media hora y luego hasta la media noche.

El cónsul francés pidió a los de su comunidad que salieran al campo, cuando ya los norteameri­canos habían tomado Cuabitas y se hacía imposible salir. El pánico era general y la gente quería saber qué hacer. Ramsden tenía la casa llena de personas pidiendo orientació­n. Los norteameri­canos rodean el pueblo desde el frente de la Beneficenc­ia o estación de Santa Úrsula hasta el Matadero y su bandera ondea ya en San Pedro. El Cobre ha sido abandonado y los fuertes con heliógrafo­s han sido quemados la noche anterior. El refuerzo de Manzanillo con unos 4 000 hombres ya está en San Luis y llegarán al día siguiente. Lo increíble es que los norteameri­canos no hayan tomado ya la plaza. La defensa de los españoles ha sido realmente heroica, mucho más si se considera que todos están medio hambriento­s y enfermos.

A las 9 y 30 del 3 de julio, la Armada española salió de la bahía y después se escucharon los cañones hasta 2 545 tiros en 65 minutos, luego no se oyó nada más. A las 2 y 30 el general Toral envió a Ramsden un mensaje con carta del general Shafter diciendo que había determinad­o atacar el pueblo al día siguiente a las 10 de la mañana y daba la noticia para que salieran antes de esa hora las mujeres y los niños. Posteriorm­ente, concedió 24 horas más al explicárse­le que unos 20 000 niños y mujeres debían salir al campo, mientras se destruían sus hogares. Las aldeas de El Caney, Cuabitas y Dos Bocas se escogieron como los lugares donde podía dirigirse la población: las dos primeras en manos de los norteameri­canos, la última con los cubanos. Por supuesto, no había comida y pocos albergues, alrededor todo era un erial como consecuenc­ia de los tres años de guerra.

Ramsden y su familia se prepararon para salir fuera de Santiago de Cuba, empaquetar­on algunas provisione­s y lo más necesario; su hijo Willie les había enviado una tienda de

Tres testimonio­s de aquellos días aciagos para la ciudad recogieron las angustias de sus habitantes. Destaca el del cónsul inglés Frederick W. Ramsden quien comenzó a redactar Un Diario de Santiago de Cuba desde el 18 de mayo hasta el 18 de julio

El 16 de julio, 17 500 soldados rendidos –medio exhaustos, sin municiones y enfermos– fueron enviados a España. En Santiago de Cuba han hecho una heroica defensa y los norteameri­canos han aprendido a admirar el valor de los españoles

campaña. A las 5 y 30 del día siguiente se dirigieron a El Caney en dos carros con bandera, permanecie­ron unas tres horas y media sobre la carretera. El escenario era terrible: la población marchaba a pie, los enfermos llevados en carro como se podía, había niños perdidos en la vía. A la entrada de El Caney se tropezaban con los cuerpos de hombres y caballos en putrefacci­ón ya que tres días antes allí se había desarrolla­do una tremenda batalla.

Unas 18 000 o 20 000 personas había en El Caney con apenas 300 casas. La mayoría de los recien llegados no tenían habitacion­es, se echaban en el piso y pasaban la noche sentados. El 7 de julio el general Toral decía tener importante­s telegramas para Madrid, se trataba de la capitulaci­ón. El pueblo estaba hambriendo y la Sociedad de Cruz Roja no había conseguido provisione­s ni fórmula alguna para su transporta­ción. Al trasladars­e muchas personas no habían traído recursos y solo había mangos. La plaza de El Caney era una gran cochiquera y muy pronto habría epidemias pues las personas se bañaban y lavaban la ropa en el mismo río de donde se tomaba el agua. Algunas casas tenían hasta 15 personas en una pequeña habitación, entre ellos, los había con fiebres o con diarreas o una mujer tenía un recién nacido. Casi nadie tenía asientos ni utensilios de cualquier tipo. Nada se podía comprar con dinero. La situación era indescript­ible.

El bombardeo sería pospuesto para el sábado 9 por la noche. El 9 de julio Ramsden se enteró que Linares había ofrecido la rendición, si las tropas conservaba­n sus armas. A las 6 de la tarde, se decía que los norteameri­canos entrarían al pueblo al día siguiente.

El domingo 10 de julio hubo distribuci­ón de provisione­s: azúcar, leche y arroz. No eran suficiente­s y en El Caney se incrementa­ba la indigencia. A las cinco de la tarde los norteameri­canos comenzaron a cañonear con sus baterías de tierra o desde la flota hasta la noche. Y entonces comenzó a llover para añadir desdichas a la población. En Cuabitas, Dos Bocas, Siboney y Firmeza también había personas. De Santiago de Cuba probableme­nte habían salido 35 000.

El 12 de julio llovió toda la noche fuertement­e y hasta el siguente día. Los norteameri­canos aceptaron conducir las tropas a España con sus armas y ahora se esperaba la respuesta del capitán general Blanco. Se decía que había 5 000 hombres en el camino de Holguín. El general Miles desembarcó con más tropas y 6 baterías artilladas y llegaría por la tarde al frente. Las fiebres se han extendido después de las lluvias. Algunas mujeres prefieren el regreso a Santigo para morir bajo las balas que en medio de la inanición. Siboney presentaba ya algunos casos de fiebre amarilla. Este día hubo conferenci­a entre los generales norteameri­canos y Toral sobre la capitulaci­ón. Los norteameri­canos perdieron en El Caney 436 hombres, incluídos en el total de 1 800. La depauperac­ión y las enfermedad­es se incrementa­n. Llueve a intervalos.

El 14 de julio se dice que la capitulaci­ón ha sido acordada. 8 000 tropas españolas con Toral al frente van a ser embarcadas a España. Cuba, Guantánamo y Baracoa quedan incluidas en la capitulaci­ón. Al día siguiente, Ramsden se encontraba con fiebre y diarrea. Santiago estaba desierto porque los soldados se hallaban en las trincheras y ninguno en las calles. Algunas casas habían sido objeto de pillaje, otras 59 heridas por la metralla, ninguna tienda estaba abierta, solo se veían trincheras y barricadas en las calles más abajo de la Plaza de Dolores. Madrid había aprobado la capitulaci­ón.

El 16 de julio, 17 500 soldados rendidos –medio exhaustos, sin municiones y enfermos— fueron enviados a España. En Santiago de Cuba han hecho una heróica defensa y los norteameri­canos han aprendido a admirar el valor de los españoles. Linares hubiera rendido la plaza hace una semana, pero Blanco y Madrid estaban en contra. Santiago de Cuba ha sido sacrificad­o por media docena de políticos aventurero­s en la capital, tal y como Sagasta… y así también la Escuadra española.

El 17 de julio por la mañana los generales españoles han entrado en Santiago de Cuba. Al día siguiente, Ramsden tiene 39 de fiebre durante toda la noche, toma quinina pero sigue enfermo.

El cónsul inglés morirá en Jamaica el 10 de agosto de 1898. Es una de las miles de víctimas del bloqueo y sitio norteameri­cano a Santiago de Cuba.

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La Ilustració­n Española y Americana. Año 1871.
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La Ilustració­n Española y Americana. Año 1895.
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La Ilustració­n Española y Americana. Año 1895.

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