Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Y luego... hasta Santiago a pie

La Ruta E UNA PEREGRINAC­IÓN QUE DEBEMOS HACER POR LO MENOS UNA VEZ EN LA VIDA. AHORA DE CAMAGÜEY A GIBARA, CON UNA ESCAPADA HASTA LA CAPITAL DEL CARIBE; EN LA PRÓXIMA EDICIÓN, DE LA CIUDAD DE HOLGUÍN A MAISÍ

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Entre giros con retornos y caminos rectos, hemos dejado atrás unos 2 000 km. Ahora vamos por centenares más. Larga y estrecha, así es la Isla Grande en los mapas. Ignota e inconmensu­rable, así brota Cuba en el corazón. Excelencia­s inicia hoy la penúltima temporada de su aventura por el «lomo del Caimán». Lo hemos hecho «pedacito a pedacito» por el Circuito Norte, vial de varios nombres que desanda sin escalas a la Mayor de las Antillas por su límite septentrio­nal, desde el Levante al Poniente. Y viceversa.

Comenzamos la expedición meses atrás, en el Cabo de San Antonio, el extremo occidental del país, y terminarem­os en Punta de Maisí, el canto oriental, donde en días claros, muy azules, a veces podemos observar en lontananza las montañas de la isla La Española en la parte correspond­iente a Haití.

Constituye una peregrinac­ión que debemos consumar por lo menos una vez en la vida. Lleva tiempo, es difícil hacerla de una sola «tirada», pero merece la pena dedicar uno o varios momentos de nuestra existencia a materializ­arla. El tour ha de ejecutarse a la vieja usanza: por cuenta propia, con agenda particular y en vehículo rentado o propio.

En la primera temporada recorrimos el occidente de la Isla; en la segunda, el centro; y ahora vamos a por el oriente. Como cada etapa ha requerido de unos cuatro días, sin contar la llegada, el regreso a nuestros lugares de origen y el tiempo para «escapadita­s» e intereses individual­es de unas y otros, los tres periplos han sido divididos en dos momentos.

La parte inicial de este ciclo comienza en la ciudad patrimonia­l de Camagüey y concluirá el tercer día en la Villa Blanca de Holguín, Gibara, ruta que estaremos narrando en la presente edición. En la segunda fase, la que contaremos en el próximo número, viajaremos desde la ciudad de Holguín hasta la Punta de Maisí, con rituales en Baracoa, la Villa Primada.

LISTA DEL MUNDO

Del Cabo de San Antonio –nacimiento de la peregrinac­ión– a Camagüey, donde ahora estamos, hemos visitado tres lugares declarados por la UNESCO Patri-

monio Cultural de la Humanidad: 1) La Habana Vieja, investida como tal en 1982; 2) el Valle de Viñales, Paisaje Cultural del Mundo desde 1999; y 3) la parte más antigua de esta ciudad, antes conocida como Villa de Santa María del Puerto del Príncipe (galardonad­a en 2008).

Exploramos al mismo tiempo hábitats poseedores de amplios relictos naturales que gozan de la categoría internacio­nal de protección y manejo de Reserva de la Biosfera: 1) la Sierra del Rosario, en la provincia de Artemisa; 2) Guanahacab­ibes, en Pinar del Río; 3) la Ciénaga de Zapata, en Matanzas; y 4) Buenavista, parque que se extiende por las provincias de Villa Clara, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila.

Zapata y Buenavista son a la vez sitio Ramsar, renombre que también ostenta el Humedal del Norte avileño. En todos, la explosión de vida es única para la región del Caribe.

Hemos estado igualmente en asentamien­tos intrincado­s, pequeños pueblos y grandes ciudades donde disfrutamo­s de dos manifestac­iones artísticas Patrimonio Mundial Inmaterial: 1) la rumba cubana, a la que la UNESCO le otorgó esa hidalguía en el año 2016, y 2) el punto cubano o punto guajiro (2017).

En lo que queda de Circuito Norte atravesare­mos el delta del río Máximo, Sitio Ramsar, y el Patrimonio Natural de la Humanidad Parque Nacional Alejandro de Humboldt, en las provincias de Holguín y Guantánamo, cuyo centro administra­tivo y científico son las Cuchillas del río Toa, ecosistema que también posee la categoría Reserva de la Biosfera.

Ha sido una oportunida­d señera para los ojos, pero también algo más hondo para el alma, porque la gente sencilla que nos hemos ido encontrand­o por el camino es lo intangible, la «cubanidad» en su más amplia y franca expresión. Hablar con la gente «de a pie» en medio de sus dolores y alegrías, lastimadur­as y sueños, pesares y triunfos, nos ha permitido tener en nuestras manos el más fiel testimonio.

EMPIEZA LA AVENTURA

En la primera jornada, de la capital agramontin­a nos dirigiremo­s a Esmeralda para retomar el Circuito Norte por unos kilómetros y luego subir hacia Jaronú, en busca del pedraplén Jigüey–Cayo Romano–Cayo Cruz, este último es la lengua de tierra más

al norte de la provincia camagüeyan­a, allí pernoctare­mos.

El segundo día, de Cayo Cruz bajaremos nuevamente al Circuito Norte para de ahí continuar hasta la playa de Santa Lucía, donde dormiremos. En la tercera, desandarem­os desde allí hasta Gibara, aunque antes visitaremo­s la playa de Covarrubia­s, en Las Tunas.

Como hemos insistido desde el comienzo de la excursión, el vial norte y sus carreteras aledañas no están en las mejores condicione­s técnicas. El tránsito a través de ellas puede volverse muy accidentad­o, tanto por el mal estado de la capa de rodamiento como por el flujo vehicular: abundan los equipos agrícolas, los artefactos tirados por animales, las bicicletas y hasta ganado suelto. ¡Cuidado! Conduzcamo­s con cautela.

1ER. DÍA

ADIÓS, CAMAGÜEY

Camagüey es una de las ciudades patrimonia­les de Cuba mejor conservada­s. Algunas de sus singularid­ades las relatamos en el viaje anterior. Fue fundada el 2 de febrero de 1514 por Diego de Ovando, teniente del Adelantado Diego Velázquez, quien lideró la colonizaci­ón del Archipiéla­go tras su «hallazgo» por el Almirante de la Mar Océana, Cristóbal Colón.

La constituci­ón de la Villa del Puerto del Príncipe se ofició en Punta de Guincho, en la actual Nuevitas. Cuenta la historia que el 18 de noviembre de 1492 el Descubrido­r de América ya había sembrado allí una cruz cristiana.

Por ataques de corsarios y piratas, el asentamien­to terminó siendo una ciudad mediterrán­ea, rodeada por las grandes sabanas que caracteriz­an al territorio desde hace siglos.

Según las Crónicas de Indias, a la llegada de Colón, Cuba podía recorrerse de punta a cabo bajo la sombra de los árboles. No es una descripció­n exacta. Estudios indican que la Isla disponía de amplias sabanas. No obstante, primero para hacer barcos, luego para la ganadería y más tarde para la caña, mucho «palo de monte» se tumbó. Casi quedó «desnuda».

En 1959, triunfo de la Revolución, las áreas boscosas en la Isla apenas cubrían el 14% del territorio. Hoy abarcan el 31,3%. La meta es llegar, a mediano plazo, al 40% de las tierras del país nuevamente arboladas.

Por su geografía e historia, Camagüey es una provincia llana y pastoril, con grandes áreas de pastos para el ganado. Su cultura es pecuaria y patricia. Su idiosincra­sia, también.

Parte de los mejores y más bravos jinetes que cargaron a machete contra las huestes imperiales en las guerras por la independen­cia, eran camagüeyan­os, en especial su ícono egregio, el mayor general mambí Ignacio Agramonte y Loynaz.

Los camagüeyan­os «originales» son gente ilustrada, tienen la cultura que dan los libros y la tradición oral. Dicen que son los que mejor pronuncian el idioma español en la Isla, no les gusta tanto «cubaneo».

Son personas muy apegadas a los valores y a la exaltación de su región. El esmero arquitectó­nico y artístico de la ciudad capital muestra su afán por la diferencia, ideal que buscaron con mayor o menor acierto en los pueblos y caseríos que construyer­on con ímpetu moderno entre el siglo XIX y la mitad del XX. Deseos fructuosos o fracasados (según los tiempos económicos de auge y crisis) que ahora recorremos.

Dejada atrás La Vallita, Florida y Macarabomb­a, llegamos a Esmeralda, pueblo típicament­e republican­o o neocolonia­l (1901-1959) que floreció al influjo del desarrollo de la industria azucarera en la primera parte del pasado siglo.

Las obras públicas y privadas, incluidas las de asociacion­es fraternale­s y religiosas, reflejan la arquitectu­ra provincian­a del siglo XX cubano en lugares donde inicialmen­te predominab­a la pequeña y mediana propiedad agraria y luego los grandes latifundio­s estadounid­enses.

Los edificios administra­tivos y habitacion­ales del batey Jaronú, el más importante de la comarca, y que tras el triunfo de la Revolución se rebautizó como Brasil, es un exclusivo hito arquitectó­nico de la franja norte del antiguo Camagüey.

Erigido entre 1918 y 1921, fue rehabilita­do tras los severos daños provocados por el huracán Irma y recibió la condición de Monumento Nacional. La historia de Cuba es la de la caña de azúcar. Los 156 centrales azucareros que existían hasta el año 2002 son heredad tangible e intangible de la República, pero pocos poseen esa categoría.

Ostentan el mérito el batey esmeraldeñ­o y Cunagua (central Bolivia, Ciego de Ávila), ambos construido­s por la American Sugar Refining Company. El Jaronú histórico tiene un área de 600 m de largo por 300 m de ancho y está dividido en 18 cuadras de 100 m x 100 m, la típica manzana estadounid­ense.

El ingenio y el caserío fueron levantados por empresas cubanas, pero su estilo correspond­e al de los asentamien­tos agroindust­riales del sur de EE.UU., con mansiones, viviendas y barracones a habitar según el rango y raza de la empleomaní­a, además de las obras sociales exigidas para la época.

En la urbanizaci­ón se combinaron madera, mamposterí­a y zinc en los techos, materiales traídos del «Norte». El decorado de las fachadas muestra arcos ciegos y arcas abiertas de medio punto y frontones con el escudo local. El trazado incluye amplias calles, aceras, parterres y abundante jardinería.

La brújula nos lleva ahora al pedraplén (carretera sobre rocas vertidas en el fondo del mar) Jigüey–Cayo Romano–Cayo Cruz. Nace a 6 km de Jaronú. Cuenta con 12 puentes que favorecen el intercambi­o de las corrientes marinas y minimizan el impacto antrópico al frágil ecosistema.

La autopista da acceso a playas de Cayo Romano y Cayo Cruz. En el futuro llegará a los islotes de Ciego de Ávila, que también forman parte del polo turístico Jardines del Rey.

El principal pedraplén camagüeyan­o es la base del progreso de la industria del ocio en el norte de la provincia, donde en los

Esta constituye una peregrinac­ión que debemos consumar por lo menos una vez en la vida. Lleva tiempo, es difícil hacerla de una sola «tirada», pero merece la pena dedicar uno o varios momentos de nuestra existencia a materializ­arla

próximos años deben levantarse más de 20 000 habitacion­es, con centro en los cayos Cruz, Guajaba y Sabinal.

Nuestro destino es Cayo Cruz, un islote de 26 km2 con un sistema de dunas fósiles que alcanzan alturas de casi 5 m. La parte norte se extiende por unos 25 km cubiertos en cerca del 90% por playas de arenas blancas y finas. Destacan las nombradas como Cara, Onda, Sigua y Dorada.

2DO. DÍA

OTRA NOCHE; OTRA PLAYA

El segundo día de la peregrinac­ión será otra bella jornada en carretera que nos trasladará hasta la playa de Santa Lucía. Temprano en la mañana decimos adiós a Cayo Cruz y retornamos al Circuito Norte. Ya en nuestra ruta, repasaremo­s a lo largo de la margen derecha del vial el más importante paisaje montañoso de Camagüey, el grupo orográfico Sierra de Cubitas, ubicado entre el río Jigüey por el oeste y el Máximo por el este, aunque son nueve las abras que lo cortan.

Como el Mirador de Limones y el cerro Tuabaquey (la elevación más alta de la provincia, con apenas 330 m), la mayoría de las cimas del conjunto montañoso son aplanadas.

Muchas singularid­ades paisajísti­cas tiene la zona, pero nuestra atención la pondremos en los canjilones del Máximo. Un baño de río tras horas de playa es gratificad­or, y si se hace donde el cauce talló en el mármol de la caliza como especies de piscinas naturales muy blancas (canjilones), ¡qué decir!

La ciudadela de Cubitas es la cabecera del municipio que abriga a la mayoría de este lomerío y sus fértiles valles, en el que se cultiva parte importante de los alimentos agrícolas y pecuarios que se consumen en la provincia. Nota significat­iva es el imponente desarrollo citrícola que se desató allí entre los años 70 y 80 del pasado siglo. Las toronjas, naranjas, limones y mandarinas de estos lares tienen un dulzor agrio muy caracterís­tico, muy oceánico.

Las plantacion­es vinieron a menos tras el azote de una plaga que a inicios de los años 2000 empezó a diezmar las de las Antillas Menores y luego subió por Puerto Rico, República Dominicana y Cuba, hasta entrar en La Florida, EE.UU.

Cubitas, Solas, Mola, Gurugú... pueblos y caseríos quedan atrás. Le damos la bienvenida a Nuevitas y su anchurosa bahía, en cuya panza hay tres «ballenatos» plácidamen­te dormidos: islotes que desde la altura de la ciudad parecen pequeños cetáceos coleando. Pueden disfrutars­e en lancha, una travesía en la que casi nunca faltan tres o cuatro delfines que al parecer se burlan de nosotros por comparar a esos cayos con sus primos «gordos»... a menos que les arrojemos muchas sardinas.

«Ciudad industrial», así también se conoce a Nuevitas. Debido a su formidable puerto y entramado ferroviari­o, los planes de desarrollo tras 1959, impulsados por el Comandante Ernesto Che Guevara cuando era ministro de Industrias, hicieron de la villa una plaza manufactur­era relevante.

Su maquinaria se resintió bastante y descapital­izó demasiado durante el llamado período especial, la crisis económica desatada en la Isla tras la implosión de la URSS y el campo socialista europeo, mas ya regresa por sus fueros.

Nuevitas no es una «ciudad mecánica», la parte antigua resalta por sus sutilezas arquitectó­nicas y un auténtico ajetreo cultural. Es un lugar a querer, al igual que su playa, Santa Lucía, a pocos kilómetros de la urbe y que nos regalará lo mejor en lo que queda de tarde. Y en la noche, fiesta.

3ER. DÍA

GIBARA, LA VILLA BLANCA

Tercer día de expedición. Amanece. Partimos para Gibara, Holguín. Antes debemos atravesar el norte de Las Tunas, donde haremos escala en Puerto Padre, conocida como la Villa Azul de los Molinos por el color tornasolad­o de las aguas que lo bañan y la otra abundancia de artilugios a viento.

Caña y cultivos de viandas, hortalizas y granos caracteriz­an la región, donde además de su sudor y sangre los inmigrante­s caribeños –mayormente haitianos y jamaiquino­s– dejaron una acendrada cultura festiva y engendraro­n a algunos de los más formidable­s campeones de Cuba, entre ellos varios boxeadores como Teófilo Stevenson, el mejor atleta de nuestra historia y una de sus almas más nobles, buenas y desinteres­adas.

Las Tunas también tiene extensas y hermosas playas, como Covarrubia­s, otra cita obligada que ahora cumpliremo­s.

La tunera Chaparra se abre a Holguín por el Circuito Norte. Limita con el municipio de Gibara, cuya cabecera, de igual nombre, es la meta última de esta primera parte de nuestra aventura final por el litoral septentrio­nal de la Isla.

Poseedora de un valioso conjunto arquitectó­nico de la época colonial, declarado Monumento Nacional en 2004, Gibara, la Villa Blanca, fue lanzada como destino turístico de circuito en 2017, ocasión en la que se inauguró un grupo de centros hoteleros pequeños pero de alto estándar. Continúan las obras.

En lo que va de siglo XXI, la urbe destaca por ser sede del Festival de Cine Pobre, fundado por el mítico cineasta del Nuevo Cine Latinoamer­icano, Humberto Solás, pero la vida cultural de la villa es legendaria, desde Isadora Duncan a Alicia Alonso –se dice– bailaron allí. De Brindis de Sala a Bola de Nieve, tocaron en sus auditórium­s. Y se cuenta más...

La ciudad fue bautizada en 1817, pero Cristóbal Colón la vio primero que nadie (cuando «alguien» eran los europeos).

Gibara es palabra aborigen (inapresabl­e, indomable, pudiera significar en nuestra lengua originaria). En su diario de navegación, el Gran Almirante atestigua que estuvo por sus cercanías e intercambi­ó con los nativos durante unas 12 jornadas. «Ríos de Mares», así nombró la zona.

Al promontori­o más elevado de la geografía local, después conocido como Silla de Gibara por su analogía poética con la cabalgadur­a para corcel, Colón dedicó unas líneas, inspirado en su gran parecido con la andaluza Peña de los Enamorados.

Si usted también encuentra alguna similitud entre historias de su vida y este lugar, no se asombre. Está en Gibara.

Del Cabo de San Antonio a Camagüey hemos visitado tres lugares declarados por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad

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TEXTO / RENÉ TAMAYO FOTOS / JORGE COROMINA / ROLANDO PUJOL / RUBÉN AJA / JESÚSVICEN­TE GONZÁLEZ DÍAZ / ARCHIVO EXCELENCIA­SLa hermosa playa de Santa Lucía se encuentra a pocos kilómetros de Nuevitas, en la provincia de Camagüey, la más extensa de Cuba.
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Centro histórico de la ciudad de Camagüey.
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RUTA E.CIRCUITO NORTE
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Playa Esmeralda, también pertenecie­nte a Camagüey es una buena opción para el buceo.
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Puerto Padre, conocida como la Villa Azul, pertenecie­nte a Las Tunas.
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Las Tunas también cuenta con extensas y llamativas playas como Covarrubia­s.
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Gibara posee un valioso conjunto arquitectó­nico de la época colonial, declarado Monumento Nacional en 2004.
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