RABO Y DOS OREJAS
DICEN EN EL AMBIENTE TAURINO QUE “NO HAY QUINTO MALO”. SI TE PONES A ECHAR CUENTAS, VERÁS QUE LA NUEVA Z 900 ES LA QUINTA Y ÚLTIMA INTEGRANTE DE ESTA MÍTICA SAGA JAPONESA. Y LO CELEBRA CON TODOS LOS HONORES.
Me temo que te estoy haciendo un claro “spoiler” de mi experiencia con la nueva Kawasaki Z 900. Siguiendo con el argot taurino, le brindo con gusto el rabo y las dos orejas, aunque me veo en la obligación de explicarte el porqué. Pero permíteme antes que nos pongamos en situación.
La temporada 2017 significa un año clave en el transcurso de los nada menos que 45 años de historia del emblema “Z”. En 1072 nació esta saga con la legendaria Z 900, denominación que aho- ra tiene su continuidad con la nueva versión presentada en el Salón de Colonia 2016 para redondear un ciclo que abarca cinco décadas. Durante esta extensa trayectoria, hemos asistido al desarrollo de alternativas dotadas de motores de uno, dos, cuatro y hasta seis cilindros. En 2017, el catálogo Kawasaki acoge nada menos que las tres primeras variaciones: Z 250 monocilíndrica, Z 300 y 650 bicilíndricas, y Z 900/1000 tetracilíndricas. En esta secuencia, la 900 arriba como contemporánea de la 650, ambas las de más reciente aparición, pero déjame que le ofrezca el último puesto a la “tetra” para que cuadre dentro de la definición “no hay quinto malo” que te comentaba con anterioridad.
Y es que su poderosa imagen me recuerda sin ambages la figura del toro de lidia. “Alta de agujas”, su perfil agresivo va mucho más lejos que sus antecesoras Z 750 (2004-2013) y Z 800 (20132016). Su asombroso trapío queda reflejado en una parte frontal más propia de morlaco como la Z 1000 que de un novillo de corte Z 650. De hecho, la evolución de las Z de cilindrada justo por debajo del “litro” ha ido aproximándose a la referencia Z 1000, y la Z 900 lo constata plenamente. Tanto que en 2017, la Z 900 ya no dispone de la doble personalidad para los carnés A y A2 que condujo al éxito a su precedente Z 800. Esta característica, que en un principio parecía un escollo de calado para el mantenimiento del nuevo modelo entre los “top” de ventas, no parece materializarse a la vista de sus datos iniciales, muy a rebufo de su hermana Z 650, ésta sí apta para el carné A2. Y la razón es un equilibrio entre imagen y técnica que hace sacar pañuelos blancos en su favor. El motor dulce y suave no renuncia a un rendimiento explosivo si lo deseas, unido a una manejabilidad espléndida y una imagen que atrae todas las miradas.
En lugar de plantearse una evolución respecto a la anterior base Z 800, los ingenieros nipones han puesto “patas arriba” todos y cada uno de los apartados de la nueva serie 900. Ya su denominación identifica que ni siquiera la cilindrada se ha respetado, al igual que ocurrió cuando apareció la Z 800 como sustituta de la también superventas Z 750. Pero aún de mayor calado es el desarrollo de un chasis totalmente nuevo. El anterior doble viga de aluminio deja paso a un esquema multitubular también presente, con otras características diferentes, en la nueva bicilíndrica Z 650. El resto de evoluciones es más sutil, como unas ópticas totalmente nuevas en las que las frontales son una derivación de las anteriores y las posterio- res siguen la inspiración del icono “Z” ya marca registrada de Kawasaki.
En la práctica, esta evolución técnica y estética se mantiene. No deja de exhibir un comportamiento deportivo, pero el aporte de más cubicaje la ha convertido ya en una moto prácticamente automática. En sexta puedes atravesar la ciudad como en scooter o surcar llanuras con el grado de apertura de gas que tú desees. Y el respaldo de una calidad notable de parte ciclo permanece, con unas suspensiones con elevadas opciones de regulación y unos frenos de comportamiento muy noble. No recurre a soluciones extremas como pinzas en disposición radial o modos de control de tracción y “mapping”, estos últimos prescindibles, aunque siempre aconsejables.