ASÍ LA VEMOS
Cuando probamos la Z 650, comentábamos que hoy día, casi todos los modelos son buenos. Cualquier fabricante de prestigio sabe cómo hacer bien una moto. Pero también decíamos que la parte difícil es hacerlo dentro de un coste y que esa moto, a ese coste, sea además algo “pasional”, algo que transmita sensaciones a su piloto. Esa era la parte difícil... y que la Z 650 conseguía.
La Kawasaki Ninja 650 es casi un “más difícil todavía”, hacer una moto buena, barata, que transmita “cosas” a su piloto y que sea diferente a la Z 650 de la que se parte. Es decir, si era bueno que Kawasaki lo hubiese conseguido una vez con la Z, que la Ninja sea diferente, además de igual de buena, resulta cuando menos digno de alabanza.
Se erige como una sport-turismo derivada de la Z 650 (o al menos, desarrollada en paralelo, con los mismos componentes), que no se dispara de precio y que, como la Z, sirve muy bien para todo, siendo capaz, además de enamorar a su piloto. Entra por los ojos la primera vez que la ves.
CON PASAJERO
Como ocurre en la naked Z 650, la Ninja dispone de una zona reservada para el pasajero radicalmente deportiva, digna de una RR. En el caso de nuestra unidad, aún va más lejos, ya que dispone de tapa de colín que la convierte directamente en una monoplaza. No obstante, en función de su carácter más polivalente, admite llevar pasajero en cualquier uso, ya que pos respuesta de motor y de suspensiones no le afecta en exceso.
Consigue ser una moto con fuerte componente pasional a coste contenido