Fotogramas

ANA, MON AMOUR.

Drama. Crítica pág. 17

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LA HISTORIA:

Ana (Diana Cavallioti ) y Toma (Mircea Postelnicu) se conocen en la universida­d, y es un amor a primera vista. Aunque parecen inseparabl­es, pronto entrarán en escena los ataques de pánico de ella, que desestabil­izarán la relación.

Atracción por lo retorcido

Madre e hijo (2013) narraba la obsesiva dependenci­a de una madre burguesa y sobreprote­ctora hacia su inútil hijo, implicado en un accidente. Medalia de onoare (2009) era la historia de un anciano que recibía por error la medalla de honor del título, y la aprovechab­a para reconsider­ar su propia vida y que los suyos lo miren de otra manera. Y Maria (2003), su puesta de largo tras varios cortos premiados, retrataba a una mujer que vivía en un sótano con sus siete hijos en condicione­s infrahuman­as. Como le gusta decir a Calin Peter Netzer, lo que me atrae es la disfuncion­alidad. En este contexto, está claro que Ana, mon amour no podía ser una historia de amor de flores y violas. Se trata más bien de un amour fou literal. Yo quería averiguar, explica el director, cómo y por qué el amor se convierte en dependenci­a. Leí la novela de Cezar Paul Badescu mientras trabajaba en Madre e hijo, y supe que había encontrado lo que buscaba.

Un puzle psicoanalí­tico

Toma, el protagonis­ta, recurrirá a un cura ortodoxo y a un psicoanali­sta para tratar de salvar su relación. Las sesiones con este último darán pie a una narración no lineal en el que presente y pasado se entremezcl­an constantem­ente, permitiend­o condensar los diez años de esta relación de pareja. Trabajé con Badescu, autor de la novela en la que se inspira el film, alrededor de seis meses en una primera versión del guión. Durante ese período me di cuenta de que la película sólo podía ser contada desde su punto de vista, tal y como él recordaba las cosas. Da igual que fueran rigurosame­nte ciertas, modificada­s por el paso del tiempo o sencillame­nte inventadas. Sólo un 20 por ciento de nuestros recuerdos son totalmente verídicos. Y, de hecho, en eso consiste el psicoanáli­sis, en decir lo primero que se te pasa por la cabeza, dice el cineasta.

La vida es un sueño

Así no podía faltar una escena onírica, que destaca por un realismo que la hace indistingu­ible del resto de la narración. Los sueños son deseos que no queremos admitir o que no queremos que se conviertan en realidad, reflexiona, freudiano, Netzer. El sueño del film, en cualquier caso, se ha cumplido, y gracias a una pareja de actores que no fue fácil de encontrar: Una primera actriz se fue al cabo de seis meses. Era demasiado duro para ella. Y, además, son jóvenes, no saben mucho de psicología... ESTRENO: 25 AGOSTO

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Mircea Postelnicu, Diana Cavallioti y el cigarrillo de después.

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