DUNKIRK/ DUNKERQUE
WaterTower. 59’. ★★★
Es la banda sonora del año. Al menos, por el encendido debate entre los aficionados, que, en su mayor parte, se han posicionado a la contra: ¿es música o son efectos sonoros? Este trabajo de Hans Zimmer es una mezcolanza de música (sí) y sonidos (también) para que público sienta en sus carnes la angustia, la ansiedad y la tensión de la huida, en el contexto de una música con apariencia de haber sido destruida, ahora en la forma de una suerte de amasijo que son restos de lo que fue música mezclada con hierros, acero, los sonidos de motores, de un atosigador reloj que marca inflexible el tiempo que se acaba, y todo ello, por supuesto, sin melodía. Es deliberadamente insoportable, martilleante sin que tenga intención narrativa. Durante los primeros 40 minutos, esta agresión funciona de una manera espléndida, pero, luego, produce sobresaturación que acaba por jugar a la contra. La adaptación a lo Vangelis del Nimrod de Elgar para la secuencia final no ayuda a arreglar sus problemas. Es nuestra joya del mes, más por su repercusión que por sus valores.