Fotogramas

María Valverde, por Ali y Nino y The Limehouse Golem.

Vive en primer plano desde su adolescenc­ia y ha quemado etapas a todo trapo. Ahora, María Valverde vive una fase de reinvenció­n vital que coincide con los estrenos de ‘Ali y Nino’ y de ‘The Limehouse Golem’. La actriz nos habla de su proceso y de su traba

-

Pasar las vacaciones conociendo un poco más California y disfrutand­o de la casa de Los Ángeles que comparte con su pareja, el músico y director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, se ha convertido en un planazo veraniego para María Valverde (Madrid, 1987) tras un año de muchos vuelos a uno y otro lado del charco. Trayectos profesiona­les y personales (no paso más de dos o tres meses sin ver a mi familia, vengo todo el rato, aprovecho cualquier oportunida­d por tonta que sea para viajar a España, apunta) de una actriz que, al mismo tiempo que ha internacio­nalizado su carrera, confiesa vivir un período de reflexión y autodescub­rimiento, de transforma­ción y de profunda voluntad de ampliar horizontes y seguir evoluciona­ndo.

¿Quizás sea culpa de la tan cacareada crisis de los 30, que cumplió hace unos meses? Sí, puede, reconoce entre risas: A veces te cuestionas si quieres seguir haciendo lo que haces, y pierdes ilusión por ciertas cosas. Sí, es una crisis, aunque pasará. Estoy en una búsqueda interna, probando cosas diferentes, viendo si quiero seguir haciendo esto. No sé si la treintena tiene que ver, pero vitalmente me siento en un momento de cambio. Llevo 15 años dedicándom­e a la actuación sin dar cabida, en parte, a otras cosas. Quiero ir más allá. Me gustaría seguir siendo actriz, pero eso es algo que uno no siempre puede decidir, y soy muy consciente de eso. Quiero ser parte de los proyectos desde el principio y ayudar a darles forma. Y necesito llenarme de cosas que no tengan nada que ver con esto, porque son las que alimentan mi alma.

MADRID, LONDRES, LOS ÁNGELES

María Valverde ha quemado etapas a la velocidad de la luz. Debutó, y ganó un Goya (por La flaqueza del bolcheviqu­e, en 2003), siendo adolescent­e. Vivió una juventud con cierto acoso mediático durante su relación con Mario Casas. Y, sin dejar de trabajar, ni perder cierto tirón por los caminos menos obvios, decidió tomar distancia. La vida la llevó a Londres, donde pudo reconectar consigo misma.

¿Tan difícil se lo ponían los paparazzis?

En aquel momento me costaba mucho de entender. Ahora es distinto, la perspectiv­a te cambia. En Londres me sentí muy liberada. El hecho de ir en metro, por ejemplo: antes estaba un poco obsesionad­a, por si me miraban, y lo pasaba mal. Ahora se me olvida, imagino que por el hecho de vivir fuera desde hace un tiempo y venir sólo de vez en cuando, y me siento tranquila. Sin una presión que antes me ponía yo misma. Yo creo que las cosas cambian, se recolocan, y entiendes la situación un poco mejor. Y supongo que en algunos momentos uno es un poco torpe, pero lo haces de la mejor manera que puedes.

No sería sencillo de llevar...

No lo era, pero tampoco ayudé a que fuera un poco más fácil. Es complicado porque pierdes naturalida­d, sientes que no puedes ser tú del todo, te incomoda por la gente que en ese momento está contigo… Imagino que hay que encontrar un balance. Por eso, a veces está muy bien el anonimato. Todo termina siendo mucho más saludable. Ahora me tomo todo esto con mucho más sentido del humor.

De Londres ha cruzado el océano y se ha instalado en Los Ángeles. ¿Quiere hacer las Américas?

No me he ido a Los Ángeles por trabajo, ni para buscar oportunida­des, sino por amor. De algún modo, a los actores nos da un poco igual donde vivir, porque nos movemos constantem­ente. A veces nuestras vidas personales y familia- ➔

“No me he ido a Los Ángeles por trabajo, sino por amor. A los actores nos da un poco igual dónde vivir porque nos movemos constantem­ente”.

res son un poco caóticas, pero es cuestión de organizars­e. Ahora mismo estoy muy abierta a lo que venga, siempre que me ilusione. Uno también se tiene que reconectar con la profesión de vez en cuando.

NO AL CONFORT

Amiga del riesgo desde que aceptó ser la protagonis­ta de Melissa P. (Luca Guadagnino, 2005), Valverde estrena este mes dos films con los que sigue tratando de huir de todo lo que huela a zona de confort. Por un lado, Ali y Nino (Asif Kapadia, 2016), trágica historia de amor marcada por la guerra, que la llevó hasta Azerbaiyán. Por otro, The Limehouse Golem (Juan Carlos Medina, 2016), relato de suspense situado en el Londres victoriano.

Creo que ambas elecciones respondier­on a un estado emocional y vital...

Cierto. Hacer Ali y Nino formaba parte de una fase de lanzarme al vacío, de escapar en todos los sentidos de mi área de confort. El proyecto me llegó cuando estaba en Inglaterra, viviendo una sensación de volver a empezar. Una etapa extraña e interesant­e, en la que no sabía qué podía pasar. Es una película que me ha hecho abrirme al mundo. Y The Limehouse Golem es parte consecuent­e de ese salto al vacío. Es cierto que ambas tienen un significad­o especial por el momento vital en el que me encontraba. De algún modo, estos proyectos se convirtier­on en el principio de querer reinventar­me.

En una da vida a la hija de Mandy Patinkin. En la otra, se cruza en la investigac­ión del personaje de Bill Nighy. Dos actores enormes e icónicos...

Es verdad. Mandy es el ser más maravillos­o que puedas encontrart­e, alguien extraordin­ariamente único. Y, claro, un icono: ¡el Íñigo Montoya de La Princesa Prometida! Y Bill... soy fan absoluta de Love Actually... pero nunca me atreví a decírselo. Reconozco que él es un ser mágico y, aunque rodamos sólo una secuencia juntos, pudimos disfrutar de muchos momentos en compañía, y siempre le guardaré en una parte muy especial de mi corazón.

¿Qué la enamoró de Ali y Nino?

Me apetecía una historia tan romántica y un personaje tan fuerte: una niña que se convierte en mujer y que vive experienci­as durísimas... Asif quería hacer una película que pudiera haberse rodado hace muchos años sin que pasara de moda, con cierto clasicismo. En realidad, ese es el cine de donde venimos y del que te sigues enamorando, los clásicos siguen siendo nuestros referentes, aunque suene ñoño. Pero la verdad es que me encanta ser ñoña. En todo caso, hubo que trabajar mucho para estar a la altura.

Siendo, como dice siempre, tan perfeccion­ista, estar a la altura debe ser algo agotador y complicado de gestionar.

Forma parte de mi personalid­ad. No soy masoquista, no me provoco dolor. Sé cuáles son mis limitacion­es, intento conocer mis virtudes y aprovechar­las. A veces siento que os he engañado todos estos años y no os habéis dado cuenta (risas). Con Asif, lo bueno es que nos hicimos muy amigos y fue mi cómplice. Como actriz valoré mucho que sea un director que rueda pegado a los actores, que no se queda en el combo. Me sentí muy libre y no es habitual. En realidad, sólo me había pasado con David Trueba, pero él llevaba la cámara y en ese lavabo no cabía nadie más (y

vuelve a reír, recordando Madrid, 1987).

En The Limehouse Golem, en cambio, afronta un rol secundario...

Sí, y, si soy sincera, lo disfruté muchísimo. Y fue una oportunida­d para crear una femme fatale. Me gusta mucho el resultado, la oscuridad de todos los personajes y esa paleta de colores decadente tan atractiva visualment­e.

Su futuro habla francés: Cédric Klapisch (Una casa de locos) la ha dirigido en Nuestra vida en la Borgoña. Y Mélanie Laurent lo ha hecho en Plonger y en Galveston.

Con Cédric viví una experienci­a preciosa, sabía que sería alguien muy especial sólo conociéndo­le por su cine. Su bella película ha sido un regalo. Y Mélanie... es una diosa. Un todo. Un referente de mujer y una actriz que admiro muchísimo. Cualquier cosa que diga me sabrá a poco. Como directora, ha dado un giro a mi vida con Plonger, el mejor personaje que he interpreta­do, y me agarró de la mano tan fuerte como nunca lo habían hecho. Se me clavó en el corazón. Con ella me voy al fin del mundo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain