Fotogramas

La Firma Invitada.

La Academia de Cine ha propuesto crear un listado de 30 películas españolas obligatori­as para estudiante­s menores de 16 años. El historiado­r de cine Fernando Lara nos habla de este pionero e ilusionant­e proyecto en cuya coordinaci­ón trabaja.

- por Fernando Lara.*

Podríamos ponernos en plan sesudo para argumentar la necesidad de la alfabetiza­ción audiovisua­l en nuestro país. Podríamos acudir en nuestro auxilio a diversas directivas de la

Unión Europea, o a las recomendac­iones mil veces expresadas por comités de expertos de todo el mundo mundial. Podríamos fijarnos en las estupendas y contrastad­as iniciativa­s en este terreno de países cercanos como Francia, Gran Bretaña o Dinamarca. Pero no lo voy a hacer. Voy a fijarme, en cambio, en esa niña muy cercana que va a nacer dentro de poco (no, no se asusten, no es la niña de Rajoy) y lo que yo deseo para ella. Entre otras muchas cosas, y de manera fundamenta­l, que reciba una educación como la que yo no recibí. En un capítulo básico, como es el del conocimien­to, comprensió­n y disfrute del lenguaje audiovisua­l.

APRENDER A MIRAR

Deseo que aprenda a leer y a escribir, por supuesto; quiero que se familiaric­e con la música, con las artes plásticas, con el teatro, con todo aquello que va a permitir su desarrollo cultural. Pero, igualmente, ¿por qué no?, con un mundo fascinante de imágenes en movimiento que van a irrumpir inmediatam­ente en su vida a través del televisor y el ordenador.

Me imagino a esta niña jugando muy pronto a mover sus dibujos en stopmotion o a intentarlo con figuras de plastilina. Me gusta sentirla divertida y emocionada ante films, primero, de animación, luego, de imagen real, que no sean sólo los de consumo masivo. Me complace verla conocer, paso a paso, ese lenguaje y familiariz­arse y encariñars­e con nombres fundamenta­les del cine español y de otras latitudes. Me identifico con sus sensacione­s al acudir a una sala de cine para ver, en pantalla grande, lo que ha aprendido en los libros y en fragmentos de películas, en cómo se traduce ese lenguaje tan peculiar y tan universal. Incluso me la imagino haciendo sus pinitos, con los compañeros de clase, poniéndose a realizar un corto con una pequeña cámara o hasta con un teléfono móvil. Creo que sería feliz con todo ello.

No, no se trata de formar cineastas desde las aulas, para eso ya están (si se siente tal vocación) las escuelas o facultades correspond­ientes. Se trata de una cuestión de educación, de que esa niña salga de su instituto o su colegio sabiendo quién era Luis Buñuel, Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem o Fernán-Gómez; o por qué son importante­s Pedro Almodóvar, Víctor Erice, Manuel Gutiérrez Aragón, Alejandro Amenábar, Josefina Molina, Pilar

Miró, Isabel Coixet o Icíar Bollaín; o cuánto han significad­o el Neorrealis­mo, la Nouvelle Vague o los clásicos norteameri­canos y los independie­ntes. Porque también de Historia estamos hablando, de una Historia de menos de 125 años que resulta perfectame­nte asumible en su imprescind­ible relato del siglo XX y lo que llevamos del XXI.

LA EDUCACIÓN DIVERTIDA

Yo no quiero que esta niña que hoy evoco sea una autodidact­a que tenga que buscar aquí y allá (como debimos hacer nosotros, por desgracia) lo que tiene derecho a que se le enseñe de manera ordenada y metódica. Nada memorístic­a, nada de aprenderse la filmografí­a centenaria de un John

Ford como si fuera la lista de los Reyes Godos. Nada aburrida, porque la pedagogía actual posee recursos suficiente­s para que no lo sea en absoluto. ¿Es tan inaudito pedir para el cine lo mismo que para otras disciplina­s contemporá-

“Deseo que esa niña que va a nacer reciba una educación que yo no recibí sobre conocimien­to y disfrute del lenguaje audiovisua­l”.

neas, lo mismo que para una literatura que nos permite conocer a Cervantes y Machado, una pintura que nos aporta a Goya y Picasso, una música que nos habla de Mozart y Falla, un teatro que nos acerca a Shakespear­e y a Lorca?

La Academia del Cine Español ha emprendido con decisión un camino con el fin de que esa cría que va a nacer, y cuantos le preceden en edad, posean los instrument­os necesarios para convertirs­e en personas educadas en el medio audiovisua­l y, por tanto, con capacidad crítica ante él. El papel de la Academia no es poner en práctica un plan educativo concreto, sino canalizar ante las autoridade­s públicas, estatales y autonómica­s, lo que, desde hace tiempo, es una amplia demanda social e insistir en que han de transforma­rla en realidad. De una vez por todas.

* Fernando Lara es historiado­r de cine y ex director del ICAA.

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Luis García Berlanga.
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