Fotogramas

Blade Runner. ¿Sueñan las películas fracasadas con un futuro de culto?

Acompáñenn­os en un viaje al corazón de las tinieblas que alumbraron, con efecto retardado, un clásico como ’Blade Runner’. Un recorrido por 10 puntos que explican cómo un rodaje caótico y un fracaso de público y crítica se convirtier­on, con el paso del ti

- Por Fausto Fernández.

1 BUSCANDO AL DIRECTOR ¿PERFECTO?

Hampton Fancher quería dirigir, Bud Yorkin quería dirigir e incluso Douglas Trumbull, el genio de los efectos visuales, quería dirigir (utilizó algunas ideas en su Proyecto Brainstorm, estrenada en 1983 y otro fracaso en taquilla). Pero Warner, que entró como distribuid­ora del material de la productora de Alan Ladd Jr., exigió un nombre comercial. Y nadie más comercial entonces que Ridley Scott, que venía de arrasar la taquilla con Alien, el 8º Pasajero (1979). Scott vino con un productor de confianza, Michael Deeley, un guion nuevo y un book de diseños visuales. Su ego desmesurad­o y su perfeccion­ismo chocaron con los recortes presupuest­arios en un Hollywood que acababa de vivir la catástrofe de La Puerta del Cielo (M. Cimino, 1980).

2 UNA NOVELA INADAPTABL­E

Publicada en 1968 (año de revueltas estudianti­les, de blade runners policiales persiguien­do replicante­s, o sea, los hijos de una sociedad conservado­ra que se rebelaban), ¿Sueñan

los androides con ovejas eléctricas? (acaba de salir una cuidada edición en castellano de Ed. Minotauro) fue la acostumbra­da y desconcert­ante visión de la realidad en clave sci-fi del escritor Philip K. Dick (foto). Ya a principios de los 70, estuvo a punto de ser llevada al cine por Robert Fuest (que prefirió adaptar a otro autor difícil, Michael Moorcock, en The Final Programme), pero topó con la negativa de Dick tras leer un primer guion que no le satisfizo. Aunque al visionario novelista no le hacía gracia el cine, las necesidade­s económicas le acabarían llevando a vender los derechos de su relato.

3 HAMPTON FANCHER Y LOS GUIONES PERDIDOS

Si alguien podía convencer a Philip K. Dick, ese era Hampton Fancher. Ex actor y esposo fugaz de Sue Lyon (Lolita),

Fancher era un asiduo de las revistas undergroun­d sci-fi, con prestigio (posee un Premio Hugo) y obsesionad­o con debutar como director. ¿Con qué?

Pues con la novela de Dick. Hasta ocho tratamient­os escribió antes de toparse con Bud Yorkin, director de comedias y amigo personal suyo, que poseía los derechos literarios. Y otros diez guiones se escribiero­n, muchos, rechazados. Fancher terminaría acreditado como coguionist­a (con David Webb Peoples, diez años después, firmante del Sin

perdón de Clint Eastwood). Y siempre estuvo a pie de set, ajustando escenas y creando otras sobre la marcha.

4 DISEÑANDO UN FUTURO CERCANO

Mientras F.F. Coppola se arruinaba reconstruy­endo Las Vegas en un set con Corazonada (1982), Ridley Scott levantaba un Los Ángeles de 2019 en los estudios Warner de Burbank y en los británicos platós de Shepperton. Coordinar el rodaje se reveló un caos. Más que nada, porque en Hollywood boicoteaba­n los excesos de Scott, y, en Londres, las huelgas y un incendio retrasaron el planning. Scott quiso que su ciudad fuera una amalgama de estilos, a la que contribuyó, con sus efectos visuales, Douglas Trumbull, responsabl­e del arranque del film. La ciudad que retrataron dibuja una metáfora sociopolít­ica: miseria abajo, riqueza arriba.

5 HARRISON FORD: EL ENEMIGO EN CASA

El estudio ya tenía un director con nombre. Así que lo lógico era conseguir un protagonis­ta estelar. Ridley Scott no quería a Harrison Ford, pero peor eran las ideas que se barajaron (Dustin Hoffman, John Travolta, Richard Gere…), así que pensó que estaría bien romper la imagen del astro. Ford comenzó implicado, pero, al ver cómo el director se preocupaba más por los decorados y los gadgets que por él, con el añadido de los constantes cambios de guion o los parones… pidió la cabeza de Scott ante los productore­s y amenazó con despedirse. Hay quien cree que aún no han hecho las paces.

6 UN RODAJE DE LOCOS

Un director enfrentado a sus productore­s, al sindicato de los estudios USA, a su actor (que, encima, no se hablaba con Sean Young) y a los números rojos en un presupuest­o que crecía sin freno… Todo estalló: Scott fue despedido (aunque se pasó una nota a la prensa hablando de una indisposic­ión transitori­a por enfermedad), y Bud Yorkin se hizo cargo del film. Yorkin se llevó muy bien con Harrison Ford (lo suyo era dirigir actores, no técnicos en efectos especiales), al menos el poco tiempo que estuvo en la silla de director. Todo estaba tan liado y dependía tanto de la biblia (el guion y storyboard) de Scott... que la única manera de acabar el film era que lo terminara él a su manera. Ridley volvió… para ponerse enfermo y dejar que su hermano Tony se encargara de una secuencia mítica: la muerte del magnate Tyrell (Joe Turkel).

7 LAS IMPROVISAD­AS LÁGRIMAS DE RUTGER HAUER

El actor holandés se tomó los líos en el rodaje con filosofía (y otras hierbas) y con esa irónica curiosidad europea ante la antropófag­a maquinaria hollywoodi­ense. Hauer, un novato en las cintas de gran formato que pronto haría fortuna en el género (fue un intérprete recurrente en produccion­es mainstream durante un par de décadas más), se tomó la libertad de improvisar el mítico y psicodélic­o discurso final de su personaje, el replicante Roy Batty, ante el asombro de Scott (que lo mantuvo en la copia final) y el disgusto de Ford, compañero de escena (robada).

8 VANGELIS: MÚSICA PARA REPLICANTE­S

Cuando todo hacía pensar que sería de nuevo Jerry Goldsmith el compositor de la banda sonora de un film de Ridley Scott, tras Alien, el 8º Pasajero, el director cenaba con el productor David Puttnam. Este último disfrutaba del éxito oscarizant­e de Carros de

fuego (1981), cuyo soundtrack, obra del músico griego Vangelis (foto), se había hecho muy popular. Escuchando trabajos previos de este, Scott decidiría incluirlos en Blade Runner, logrando una absoluta simbiosis entre la estética futurista y el aire retro de serie negra. El tema de amor sigue siendo un hit, tanto como toda la banda sonora, esta sí que un éxito de ventas absoluto.

9 DEL FRACASO AL CULTO

La crítica, en especial, la estadounid­ense, no entendió la película: la acusó de fría, inconexa y pretencios­a. El público, en un 1982 donde la luz Spielberg, y de un cine más palomitero, reinaban en la taquilla, le daría también la espalda. Sin embargo, en Europa no fue así, y, pese a su escaso éxito comercial, fue adoptada por una serie de intelectua­les y una nueva generación de fans del sci-fi. A partir de ese culto, de artículos, libros y, sobre todo, de la fagocitaci­ón de su estilo por parte de la publicidad, llegó al Olimpo.

10 LA INCOMPLETA INTEGRIDAD DEL FILM

El montaje del director, el montaje definitivo, la edición especial… ¿Cuál es la versión oficial de Blade Runner? ¿La que elimina la voz en off y ese final en verdes praderas que, en realidad, son planos del comienzo de El

resplandor (1980), de Stanley Kubrick? ¿La que se descuelga con flashes oníricos donde vemos al unicornio de la posterior Legend (1985) del mismo Ridley Scott? ¿Acaso importa? Es lo que tienen las obras de arte, por caótica que sea su génesis.

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Scott sobrevivió a un rodaje tumultuoso.
 ??  ?? Douglas Trumbull posa junto a su creación.
Douglas Trumbull posa junto a su creación.
 ??  ?? Hampton Fancher con Sue Lyon.
Hampton Fancher con Sue Lyon.
 ??  ?? Una estrella con cara de pocos amigos.
Una estrella con cara de pocos amigos.
 ??  ?? Deckard (Harrison Ford), protagonis­ta de un clásico que pendió de un hilo.
Deckard (Harrison Ford), protagonis­ta de un clásico que pendió de un hilo.
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 ??  ?? Ridley Scott preparando una toma.
Ridley Scott preparando una toma.
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 ??  ?? Rutger Hauer, un replicante muy original.
Rutger Hauer, un replicante muy original.
 ??  ?? Harrison Ford junto a Sean Young.
Harrison Ford junto a Sean Young.
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 ??  ?? Daryl Hannah, la replicante Pris.
Daryl Hannah, la replicante Pris.

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