Fotogramas

Brie Larson, por El Castillo de Cristal.

BRILLANTE PORVENIR

- Por Roger Salvans. Foto: Art Streiber.

De ganar un Oscar por ‘La habitación’ a convertirs­e en la hija rebelde de ‘El Castillo de Cristal’. Hablamos, en exclusiva, con Brie Larson, una actriz que no tiene aún 30 años, pero sí un Oscar a la Mejor Actriz, el prestigio que da el mejor cine indie y la fuerza para ser la primera superheroí­na en solitario de Marvel.

Lo más difícil de las entrevista­s, cuenta Brie Larson (Sacramento, California, 1989) a FOTOGRAMAS, es intentar hacer ver que todo siempre tuvo sentido. Que escoger una película o un personaje fue algo consciente, porque muchas veces no lo es. Te fías de tu intuición, de una corazonada… o las de los demás, porque durante muchos años, por mucho que quisiera escoger algo, dependía de las elecciones de otros. Sólo con el paso del tiempo consigues verlo todo con perspectiv­a. Nacida Brianne Sidonie Desaulnier­s, ex actriz y cantante infantil, y ahora punta de lanza junto a otras compañeras de quinta como Jennifer Lawrence o Emma Stone (dos de sus mejores amigas en la industria) de una nueva generación de estrellas en Hollywood, Larson sabe de lo que habla: 20 años de experienci­a en castings, sitcoms y roles secundario­s curten a cualquiera. O creces o te estancas, dice: Y yo intenté crecer.

Lo atestiguan el Oscar a la Mejor Actriz, por La habitación

(Lenny Abrahamson, 2015); y un currículum en el que sigue pesando el cine indie, como El Castillo de Cristal, film que estrena este mes y que la reúne con Destin Daniel Creton, que ya la dirigió en la cinta que descubrió su potencial, Las vidas de Grace (2012). Pero también el blockbuste­r, como Kong: La Isla Calavera (Jordan Vogt-Roberts, 2017), o la próxima Captain Marvel, primer proyecto sobre una heroína de cómic de Marvel Studios, dirigido por Anna Boden y Ryan Fleck, los autores de Half Nelson (2009). Ella asegura: Sigo intentando crecer con cada elección, cuenta. Necesito sentir que mis personajes, las historias en las que participo, progresan conmigo… O que cambian conmigo. En ocasiones, lo que me empuja a hacer algo se transforma y, tiempo después, cuando los periodista­s me preguntan qué me llevó a un proyecto concreto, es distinto a lo que realmente he aprendido o me ha conmovido de él. Por eso amo actuar, porque es un aprendizaj­e constante, una oportunida­d para liberar recuerdos y emociones.

“AMAMOS LO MEJOR QUE PODEMOS”

Hija de una pareja de quiropráct­icos que se divorciaro­n cuando era una niña, Larson no tiene problemas en hablar de su inusual infancia ni compararla con la de Jeannette Walls, autora de la novela de La Casa de Cristal en la que relata su difícil y atípica relación con unos padres poco con- vencionale­s y a la que la actriz encarna en la pantalla: Todas las familias son distintas, todas son complicada­s a su manera, con sus partes positivas y negativas y su propio camino. No hay vidas perfectas. Y hay comedia en el drama, como también drama en la comedia. Lo que creo es que todo el mundo ama lo mejor que puede. En el caso de Larson, que lleva más de diez años sin hablar con su padre, la forma en la que se concretó ese amor fue en el apoyo de su madre para que persiguier­a su sueño de ser actriz. A mediados de los años 90, su madre se las llevó a ella y a su hermana pequeña a Los Ángeles. Empezaba así una vida de castings que, explica, no me suponía ningún problema más allá del hecho que, si no me daban el papel, lo pasábamos mal. Hace unos años, cuando nadie me daba nada, si tenía que comer cereales, pues comía cereales. O ganaba algo como DJ los fines de semana o en fiestas de revistas u hoteles. Me gustaba pinchar versiones raras de los Beatles, grupos de chicas ye-ye y soul. Ahora, esos días quedan atrás pero quién sabe, quizá la cosa cambie y dentro de un tiempo tenga que volver a pasar por decenas de pruebas para conseguir un papel. Lo que importa es haber disfrutado del viaje. Y conseguir hacer bailar a la gente, dice entre risas.

HABLAR, OPINAR Y OBSERVAR LA VIDA

En su ascenso al estrellato, Larson lamenta dos cosas: Por un lado, tener que hablar constantem­ente de mí misma. Llega un momento en el que lo asumes, que pasa a ser algo… natural. Pero es cierto que corres el riesgo de caer en una cierta autocompla­cencia, aunque también que si hay algo que me gusta tanto como actuar es hablar de mi oficio, de sus detalles, de los distintos aspectos que influyen en toda interpreta­ción… Eso lo llevo mejor. La clave es convertir lo personal en profesiona­l, ríe con ganas. Lo que no hace reír a la intérprete es la pérdida de privacidad que conlleva la fama aunque, cuenta, por ahora no resulta tan dramático. Brie Larson añade, en tono jocoso: De hecho, por la calle tampoco es que me reconozcan tanto. Aún puedo sentarme a mirar a la gente y tomar apuntes para construir personajes, Lo que sigo sin entender es por qué importa lo que yo piense u opine. Soy como todo el mundo, alguien que intenta encontrar el sentido a todo esto. Pero su opinión sí que cuenta. Y no sólo a los casi 800.000 seguidores que la actriz tiene en su exitosa cuenta de Instagram. ➔

Sirva de ejemplo el revuelo que provocaron sus palabras, o más bien la falta de ellas sumada a sus nada disimulado­s gestos, cuando entregó el pasado mes de febrero el Oscar a Casey Affleck. Larson, muy implicada en la defensa y la visibilida­d de las víctimas de agresiones sexuales, mostró ostensible­mente su incomodida­d por compartir escenario con el actor de Manchester frente al mar (Kenneth Lonergan, 2016), que había sido acusado, años atrás, de agredir a unas compañeras de equipo del rodaje del documental que él dirigió, I’m Still Here (2010). Creo que, fuera lo que fuera lo que yo que hiciera en el escenario de los Oscar, mi gesto ahí habla por sí solo, dijo Larson entonces de un tema sobre el que ha evitado pronunciar­se más.

IDENTIFICA­RSE Y EXPONERSE AL PÚBLICO

También entre los próximos proyectos de Larson está encarnar a Victoria Woodhull, la primera mujer en presentars­e (en 1872, antes incluso de que se instaurara el sufragio femenino) como candidata a la presidenci­a de Estados Unidos en un biopic que también producirá. Tanto el film de Marvel que haré como este tienen dos personajes que, por distintas razones, siento cerca, confiesa: Son mujeres con las que puedo identifica­rme. Una supone llevar a la pantalla un fragmento de nuestra historia que muy poca gente conoce. Y Captain Marvel lleva implícita una metáfora que me fascina, y es que todas las mujeres somos poderosas, todas podemos hacer lo que nos propongamo­s.

Y una de las cosas que Larson ha conseguido hacer, tras muchos años detrás de ello, es dirigir su primer largo: Unicorn Store, una comedia que ella misma protagoniz­a junto a Samuel L. Jackson, Joan Cusack y Bradley Whitford, que la actriz presentará en el Festival de Toronto. En 2012 ya correalizó, junto a las también actrices Jessie Ennis y Sarah Ramos, The Arm, un cortometra­je que saldó su paso por Sundance con un Premio del Jurado. Pero un largo es distinto, comenta la actriz: Es mucho trabajo, mucha energía. Y ahora llega la parte más difícil, que es enseñarlo. Ese proyecto, íntimo y tuyo, se convierte en un objeto público de debate. La gente opinará, a unos puede que no les guste y a otros puede que sí. ¡Yo espero que guste!

Brie Larson es absolutame­nte consciente de que esta oportunida­d quizá no habría surgido de no ser por el Oscar, pero también que avivará el debate sobre el difícil acceso de las mujeres a la realizació­n. El momento es el adecuado, argumenta, pero no lo he hecho por eso. Cuando era niña, cada verano dirigía a mis primos o a los hijos de mis vecinos en algún proyecto de película casera. He rodado Unicorn Store porque sentía que tenía que hacerlo, que sabía qué quería y cómo lo quería. No todos los guiones que leo me hacen sentir algo así… Si toda película es un viaje, hay veces que sientes que tienes que sentarte al volante y otras que quieres ser una pasajera. Las dos opciones son geniales y no son excluyente­s.

HISTORIAS ADULTAS Y RECONOCIMI­ENTO

De alcance universal (todos, o casi todos, tenemos familia, concede Larson) y un tono que pasa de la comedia al drama, El Castillo de Cristal,

apuntamos a la actriz, es una rara avis en estos tiempos de franquicia­s y de superhéroe­s en mallas: ¿De verdad? Pues yo tengo la sensación de que a mí me ofrecen historias y personajes así constantem­ente. Pero no es usted el primero que me dice que cada vez hay menos películas así, para un público adulto. Si la gente las fuera a ver más, seguro que se produciría­n más.

Brie Larson afirma estar abierta a cualquier tipo de proyecto. Sólo intento evitar los clichés, tanto en roles como en las tramas. El cine nos brinda la oportunida­d de compartir y vivir distintos mundos. ¿Por qué tendríamos que desperdici­arla repitiendo algo que ya hemos visto? Así, le apuntamos mientras asentimos con ella, tendrá la oportunida­d de contestar también de forma distinta a preguntas diferentes: Ojalá (ríe). Lo que he aprendido en mi paso por este negocio del cine es que no puedes controlar nada. Que una película sea buena no te asegura que sea bien recibida. Lo que intento es ser muy consciente de la experienci­a, de lo que cada proyecto me aporta como persona, lo que aporta a mi vida. Porque, aunque cueste creerlo, mi vida está formada por estas experienci­as, no por metas como el reconocimi­ento, el éxito o los premios. Me gusta pensar que el éxito es algo más sutil, algo que sucede más allá de mi trabajo. Y, por supuesto, dice antes de terminar nuestra charla con una última y muy sonora carcajada, más allá de lo que cuento en las entrevista­s.

“SI UNA PELÍCULA ES UN VIAJE, A VECES SIENTES QUE TIENES QUE SENTARTE AL VOLANTE Y DIRIGIRLA, Y OTRAS SER SÓLO PASAJERA”.

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