Pablo Solarz, por El último traje.
Miguel Ángel Solá encarna a un viejo judío decidido a saldar una deuda de su pasado. El director Pablo Solarz nos habla de su film más personal. por Juan Pando.
LA HISTORIA: Abraham (Miguel Ángel Solá), superviviente del Holocausto afincado en Argentina, al que sus hijas quieren ingresar en una residencia, se escapa y emprende un viaje de retorno al pasado, para reencontrarse en su Polonia natal con el amigo que le salvó la vida.
Da la impresión de que la historia de Abraham está inspirada en su familia.
Mi abuelo paterno, Juan, era sastre y había nacido en Lodz, como Abraham. En su casa no se podía pronunciar el nombre de Polonia porque lo consideraba una mala palabra, se negaba a hablar polaco y había quemado s u pasaporte de este país.
Abraham es, pues, su abuelo.
Mis abuelos emigraron de Polonia, pero lo hicieron en el período de entreguerras: no eran supervivientes del Holocausto. La idea para la película surgió de una conversación que escuché en una cafetería. Un hombre de unos 70 años le contaba a otro cómo su padre, nonagenario, se había escapado para reencontrarse en Hungría con el amigo católico que le había salvado la vida. Contra todo pronósti- co, lo encontró. Al concluir, el hombre que escuchaba exclamó: ¡Me hiciste llorar, hijo de puta! Yo me volví, emocionado, y le dije: A mí también.
¿ Escribió el guion pensando en algún actor concreto para protagonizarlo?
No. La primera versión del guion data de 2004, cuando ni siquiera había dirigido mi primera película y ni soñaba en dirigirlo yo. Lo tuvo una productora varios años, pero no llegó a hacerse entonces. La oportunidad surgió cuando el productor Gerardo Herrero se interesó por él. Tenía, además, el problema de que no se podía esperar mucho más porque, a poco tiempo que pasara, no iban a quedar vivos, por edad, supervi
vientes del Holocausto.
PABLO SOLARZ (Director)
“Mi abuelo quemó su pasaporte polaco y se negaba a pronunciar el nombre de su Polonia natal”.
El argentino Pablo Solarz (1969) estudió cine en Chicago y ha sido guionista de éxitos como Un novio para mi mujer o ¿Quién dice que es fácil? Debutó como director con Juntos para siempre.
un actor que estuviera en los 60. Solá me pareció el mejor.
¿Fue muy complicado envejecerle?
Solá tenía dos horas diarias de maquillaje y 45 minutos para desmaquillarse. Lleva mucho látex en la cara y manchas de vejez muy estudiadas. El pelo es el suyo, pero muy decolorado.
¿Y cómo fue trabajar con Ángela Molina y Natalia Verbeke?
Dirigir a Ángela Molina, una gran estrella, que ha trabajado con gente como Luis Buñuel, ha sido maravilloso, una experiencia importante para mí. Nos entendimos muy bien desde el principio. En cuanto a Natalia Verbeke, me parece una actriz técnicamente perfecta, capaz de hacer cualquier cosa que se proponga.