Tobe Hooper.
La muerte de Tobe Hooper, el pasado 26 de agosto a los 74 años, es un nuevo golpe para los aficionados a un género que recientemente vio perder a otro referente como George A. Romero. Recordamos a un revolucionario del terror gracias a títulos como ‘La Ma
Este señor de aspecto afable y, dicen quienes le conocieron bien (ver despiece con las reacciones tuiteras de medio Hollywood), corazón de oro revolucionó el género del terror y dio un nuevo sentido a las atrocidades en una pantalla gracias a La Matanza de Texas (1974). Como joven cinéfilo que era en aquel momento, reflexionaba, pensaba en por qué nadie se atrevía a ir más lejos. Entonces no existía esta saturación de imágenes impactantes. Ahora ya se ven suficientes cosas horribles en los telediarios. Las pesadillas de millones de espectadores de aquel film de serie B, tan escalofriante por su hiperrealismo, atestiguan que Tobe Hooper dio en el clavo. Su apertura de la Caja de Pandora vino seguida de otros asesinos en serie, enmascarados o desfigurados, que acabarían entrando en el panteón de los adoradores del cine de horror. Si Leatherface, su motosierra y su familia psicópata hicieron poesía de la sangre y las vísceras, también abrió paso a los Michael Myers o Freddy Krueger.
EL CAMINO DEL ÉXITO
Nacido en Austin (Texas) en 1943, Tobe Hooper empezó a manejar una cámara siendo un crío, rodando en 8 milímetros sus particulares homenajes a La caída de la Casa Usher o al monstruo de Frankenstein. De pequeño quería ser mago, pero cuando empecé a ver películas decidí que sería un científico loco. La mezcla de ambas cosas era ser director de cine, había confesado. Más crecidito, pasó por una televisión local, rodó varios cortos y documentales y dirigió su primer y muy poco visto largometraje, Eggshells (1969).
Todo lo contrario ocurrió con la transgresora La Matanza de Texas,
cuya ya comentada repercusión llevó a la película, incluso, a formar parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Es una película de culto, visceral y realista, contaba Steven Spielberg en los tiempos en que decidió que Hooper sería el más indicado para dirigir la exitosísima Poltergeist
(1982), mientras él se ocupaba de arqueólogos y extraterrestres. Una película que empieza en el estómago y termina en el corazón, apuntaba.
SPIELBERG, SPIDER-MAN Y LA TELE
Mucho se escribió sobre el rodaje del film (después continuaría haciéndose, por la supuesta maldición que arrastró para algunos de los miembros de su equipo), y mucho se hipotetizó sobre las supuestas malas relaciones entre productor y director. Eso se lo inventó un columnista, se
defendía Hooper: Mi relación con Spielberg siempre fue muy buena, somos amigos. En aquel momento, él estaba con E.T. El extraterrestre, así que visitaba a menudo nuestro plató. Si fuera verdad que él terminó dirigiéndola, habría borrado mi nombre de los créditos. Creo que
Poltergeist es el ejemplo de relación profesional entre director y productor.
Entre ambas, las más célebres de su trayectoria, Hooper siguió coqueteando con el género con Trampa mortal
(1976); adaptando a Stephen King con la miniserie La mansión de Salem
(1979, estrenada en España con un remontaje reducido como Phantasma II), y con La Casa de los Horrores (1981). Después llegarían, en una feliz etapa
en la productora Cannon, Lifeforce (1985), Invasores de Marte (1986) o
la casi paródica The Texas Chainsaw Massacre 2 (1986), aunque sufrió el golpe de un proyecto cancelado tan apetecible como Spider-Man.
Y, con varias series y telefilms, encontró en la pequeña pantalla una
vía para desarrollar su imaginario. La televisión me permitió seguir cuando los productores no se acordaban de mí. A diferencia de los cineastas europeos, que viven para hacer cine, los de Los Ángeles hacemos cine para vivir, explicaba, probablemente, dolido por el estigma que su primer éxito acabaría suponiendo en una carrera (sus últimos films, La Masacre de
Toolbox o Djinn, pasaron con más pena que gloria) que nunca volvió a reverdecer laureles.
“Antes de ‘La Matanza de Texas’, sin esta saturación de imágenes impactantes, me preguntaba por qué el género no se atrevía a ir más lejos”.